La solución a una hiperinflación: miremos a la historia

Restaurar la confianza en la moneda y alinear los precios relativos son pasos clave para lograr el objetivo

El presidente de Argentina, Javier Milei.Juan Ignacio Roncoroni (EFE)

Con el advenimiento del año nuevo, pretendo concluir una serie de tres artículos inspirados en las experiencias de Argentina bajo la sombra de su nuevo presidente. Como es sabido, la elevada inflación constituye el principal síntoma de la crisis que ha aquejado al país desde tiempos remotos. La manera de resolver este problem...

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Con el advenimiento del año nuevo, pretendo concluir una serie de tres artículos inspirados en las experiencias de Argentina bajo la sombra de su nuevo presidente. Como es sabido, la elevada inflación constituye el principal síntoma de la crisis que ha aquejado al país desde tiempos remotos. La manera de resolver este problema ha generado amplias discusiones sobre si la dolarización, como ya se ha comentado en esta misma columna, es o no una solución inevitable que el país deberá adoptar.

Sin embargo, como ya he comentado en otras ocasiones, creer que la dolarización es la respuesta a la crónica inflación implica confundir causa con consecuencia. El empleo de un tipo de cambio fijo a través de la dolarización sería una restricción excesiva que no resolvería el problema subyacente. Existen otras soluciones más viables y, además, existen experiencias que así lo demuestran.

A veces, los economistas trabajamos con modelos complejos y elaborados que resultan difíciles de explicar. Muchas veces, acudimos a las instancias de toma de decisiones con dichos modelos, esperando que quienes lideran esos espacios adopten nuestra visión sin mayores consideraciones. Sin embargo, en muchas ocasiones no es necesario recurrir a modelos complejos para identificar qué soluciones suelen funcionar y cuáles no. A veces, basta con mirar hacia atrás y observar las experiencias de otros que han atravesado situaciones similares. Dos ejemplos históricos de lucha contra la hiperinflación resultaron exitosos, lo cual podría ofrecer aprendizajes valiosos para abordar el aumento de precios en Argentina.

Hace apenas un mes, se conmemoró el centenario de la hiperinflación alemana. En 1923, el país centroeuropeo enfrentaba una grave crisis económica y social derivada de su derrota en la guerra y de las sanciones impuestas. El gobierno alemán recurrió a la monetización parcial del gasto público para hacer frente a obligaciones de pago que no podía satisfacer con los recursos disponibles. Si bien es cierto que la inflación no siempre es un fenómeno exclusivamente monetario, en este caso lo fue.

La hiperinflación fue un fenómeno excepcional. Es probable que muchos hayamos escuchado cifras estratosféricas, visto precios inimaginables y fotografías de niños jugando con montones de billetes. Pero, ¿cómo se logró contener este descontrol de precios? Pues aplicando políticas fiscales de contención y una política monetaria responsable y que, a su vez, desvinculaba la indexación de la moneda del imaginario colectivo. En otras palabras, restaurando la confianza en la moneda alemana.

Aunque el origen de la hiperinflación fue monetario, en este tipo de episodios, esta suele alimentarse por otras causas, como la pérdida de confianza en una moneda sin respaldo. Esto implica que, por más que se apliquen políticas fiscales y monetarias, si no se restablece la confianza, la escalada de precios persistirá, al menos en niveles elevados. Aunque lograr un equilibrio en la economía puede ayudar a moderarla, se necesita algo más, y la experiencia alemana nos indica qué hacer.

El primer paso para combatir la hiperinflación implica, evidentemente, eliminar el señoreaje, es decir, dejar de crear inflación a través de la emisión de dinero. Sin embargo, para recuperar la confianza en la moneda, el plan no se detuvo ahí. Se ideó una nueva moneda, la Rentenmark, que funcionaba en paralelo y tenía respaldo en hipotecas sobre bienes raíces alemanes. Aunque su circulación era limitada, la Rentenmark se fue integrando gradualmente en la economía alemana, imponiéndose como medio de intercambio. La clave estaba en vincularla, aunque

artificialmente, a bienes tangibles. Este enfoque aseguraba que la confianza en esta moneda fuera sólida, evitando la indexación con expectativas de inflación baja. Aunque se considera una solución temporal para la crisis monetaria, la introducción de la Rentenmark fue un éxito que contribuyó a estabilizar la economía alemana.

No obstante, no es necesario remontarse tan atrás para encontrar ejemplos similares. A fines del siglo pasado, Brasil experimentó con esta misma solución y, al igual que Alemania, logró resultados positivos. El Plan Real, una estrategia completa de estabilización económica implementada entre 1993 y 1994 en un contexto de alta inflación crónica, fue concebido por el ministro de Hacienda, Fernando Henrique Cardoso, y un equipo de magníficos economistas.

Este plan se desplegó en tres fases. En primer lugar, se enfocó en reducir el déficit fiscal mediante la creación de un Fondo de Emergencia Social. En la segunda fase, se introdujo la Unidad de Valor Real (URV) como unidad de cuenta indexada a la inflación. Al igual que con la Rentenmark, el objetivo era alinear los precios relativos para evitar la generación de inflación. Finalmente, en julio de 1994, la URV se convirtió en el real, la nueva moneda que mantuvo una paridad fija temporal de 1 a 1 con el dólar, lo que ayudó a generar confianza, sin implicar una solución tan drástica y radical como la dolarización. Así, el plan logró disminuir la inflación, pasando de una tasa mensual del 45% a menos de 1% en pocos meses, y todo ello sin generar recesión. También permitió redefinir el sistema monetario brasileño y, con ello, impulsar el crecimiento. Finalmente, se adoptó una política cambiaria de bandas móviles.

El Plan Real sentó las bases de la estabilidad macroeconómica en Brasil, aunque a partir de 1996 surgieron controversias sobre sus costes en términos de déficit externo y tipo de cambio. A pesar de esto, la inflación dejó de ser un problema en el país.

En conclusión, existen soluciones alternativas para combatir la hiperinflación basadas en experiencias históricas exitosas, como los casos de Alemania en 1923 y el Plan Real en Brasil a fines del siglo pasado. En Alemania, se restauró la confianza en la moneda al introducir la Rentenmark, respaldada por hipotecas sobre bienes raíces, creando así un vínculo artificial con bienes reales. Esta medida temporal estabilizó la economía alemana. Del mismo modo, el Plan Real en Brasil, liderado por Cardoso y un equipo de economistas, introdujo el real con una paridad fija temporal con el dólar, reduciendo significativamente la inflación sin generar recesión.

Ambos casos demostraron que, en primer lugar, restaurar la confianza en la moneda y alinear los precios relativos fueron pasos clave para superar la hiperinflación. En segundo lugar, evidenciaron que, incluso en el caso de una intensa monetización de los gastos fiscales, la hiperinflación se debe más a la pérdida de confianza en un medio de pago y la institución que lo emite (pérdida de valor debido a la caída de la demanda de la moneda) que al aumento de su circulación (aumento de la oferta).

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