La OPEP de los paneles solares toma forma: los fabricantes chinos imitan al cartel para sobrevivir

Pese a la pujante demanda mundial de componentes fotovoltaicos, la sobrecapacidad lleva a la industria a establecer cuotas para estabilizar los precios. China domina el 80% del mercado

Una fábrica de paneles solares for export, in Lianyungang (Jiangsu province, China).GETTY IMAGES

De la OPEP del crudo, ¿a la del silicio? La reciente y brutal caída en el precio de venta de estos dispositivos, fundamentales en la matriz energética del futuro (y del presente), obliga a sus fabricantes a mover ficha. Las 30 mayores empresas del sector en China —el país sobre el que orbita todo el sector, con una cuota de mercado superior al 80%, lo que le convierte en un cuasimonopolio— han alcanzado en los últimos días un acuerdo que amaga con sentar las bases de un cartel que permita coordinar decisiones para sostener unos márgenes cada vez menores, cuando no negativos, y asegurar así su supervivencia.

El pacto, firmado por una treintena de compañías líderes del sector, otorga cuotas de producción —por ahora voluntarias— a cada una de ellas. Exactamente lo mismo que hace estos días la OPEP para retirar oferta de un mercado, el petrolero, en claro declive.

Las cuotas anuales fluctuarán en función de dos variables: cuánto prevé producir cada una de ellas y la demanda prevista. El movimiento no es menor: el resto del mundo depende en gran medida de los paneles y componentes fotovoltaicos manufacturados en China para completar su transición a las renovables. La solar es, de hecho, la clave de bóveda de esa transformación de la matriz energética: su implantación masiva, combinada con una tupida red de baterías que permita almacenar los excedentes acumulados en las horas centrales del día para utilizarlos por la noche y en los días que no luce el sol, está llamada a ser la fórmula dominante del mix eléctrico del futuro.

Con una mezcla de tecnología y economías de escala, los fabricantes de paneles han conseguido lo que hace unos años se antojaba muy difícil: reducir drásticamente su precio, popularizando así su instalación en los tejados y cubiertas y convirtiendo a la energía fotovoltaica en la fuente más barata de electricidad en la mayor parte del mundo. Su coste es hoy diez veces menor que hace una década. Y alrededor de 15 veces menor que 15 años atrás, cuando la energía solar aún era cosa de unos pocos privilegiados. Nada que ver con hoy, cuando es sencillo hacerse con un panel de calidad a un precio más que razonable.

Paradójicamente, el enorme apetito global por estos productos —en 2014 había menos de 200 gigavatios (GW) de paneles solares instalados en el mundo y este año cerrará con 2.200 gigavatios— no se está traduciendo en beneficios boyantes para los fabricantes. Las empresas del sector, en su mayoría chinas, tienen que lidiar con una creciente sobrecapacidad productiva, que comenzó en 2021 y que ha laminado sus márgenes. En los últimos tiempos, también, con medidas proteccionistas que encarecen la exportación de sus productos y les llevan abrir plantas para producir in situ para evitar tener que pagar el arancel.

“Estamos entrando en una nueva era al estilo de la OPEP”, apunta Alan Lau, analista del banco de inversión Jefferies, en una reciente nota para clientes. A partir de ahora, añade, “si la ejecución [de las cuotas] es correcta, el tradicional análisis de oferta y demanda podría ser menos relevante”.

2025, año clave

Está, aún, por ver el éxito de esta estrategia que trata de revertir la actual fragmentación. Primero, por la naturaleza voluntaria de las cuotas. “Si haces una promesa, ¿cómo la llevas realmente a cabo?”, se cuestionó Lu Chuan, presidente de Chint New Energy Technology, en un foro sectorial celebrado la semana pasada en Yibin (Sichuan, centro de China). “¿Cómo se logra un consenso y se toman medidas punitivas en ausencia de autodisciplina? Creo que estos temas seguirán siendo discutidos en el futuro”. La segunda razón de la cautela reside en la propia estructura del mercado: aunque el dominio del gigante asiático es apabullante, son muchos los productores de ese país que compiten entre sí.

Lo que parece claro, tanto por el movimiento en sí como por las propias declaraciones de los ejecutivos del sector, es la sensación de desesperación que subyace. “La palabra clave para el próximo año es la supervivencia”, subrayaba el jefe de tecnología de uno de ellos, Tongwei, en un evento auspiciado por BloombergNEF en Shanghái. “2025 será muy importante para muchas compañías, que deberán sobreponerse al ciclo”.

Longi Green Energy, uno de los grandes nombres del sector, perderá casi 1.000 millones de dólares este año. Una cifra gruesa que contrasta con el beneficio de casi 1.700 millones cosechado en 2023. Y la mayoría de los ejecutivos no esperan que la situación mejore hasta, como pronto, la segunda mitad del año que viene. Algunos son incluso más pesimistas: “Dado el nivel actual de capacidad, podrían pasar al menos tres años hasta que los sectores de obleas solares y módulos toquen fondo”, teme el presidente de United Solar Polysilicon, Zhang Longgen.

La industria dispone hoy de los mimbres necesarios para fabricar 1,1 teravatios (TW) de paneles fotovoltaicos al año, casi el doble de lo que el centro de estudios Ember prevé que se instale en todo el planeta en 2024. Una sobrecapacidad que se da, en distintos grados, en otros sectores productivos de la economía china, de las fundiciones de cobre a la siderurgia, y que contrasta con una economía en clara desaceleración.

A diferencia del crudo, donde los yacimientos suponen una restricción natural, los paneles solares se pueden producir en cualquier parte del mundo. El silicio, su principal materia prima, es uno de los materiales más abundantes de la corteza terrestre y su proceso de producción es relativamente sencillo.

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