La zona euro se libra de Wolfgang Schäuble

El ministro alemán de Finanzas, reacio a las propuestas de Macron, deja el cargo El veterano político ha dominado durante ocho años la gestión de la crisis del euro

El ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, este lunes en su última reunión del Eurogrupo. EFE/JULIEN WARNAND

Wolfgang Schäuble asistió este lunes en Luxemburgo a su última reunión del Eurogrupo, el foro de ministros de Economía de la zona euro que ha dominado desde su nombramiento como ministro alemán de Finanzas a finales de 2009.

Schäuble ha sido el presidente de facto de ese foro durante la tremebunda crisis de la zona euro, mientras dejaba que otros (Jean-Claude Juncker, primero; y ahora, Jeroen Dijsselbloem) disfrutaran de una presidencia que apenas servía para repartir los turnos de palabra... después de la intervención de Schäuble.

Reunión tras reunión y en particular en los momentos más agudos de la crisis, Schäuble era siempre el primero en intervenir. Según él, porque los demás se volvían hacia la delegación alemana para conocer su parecer. Según el resto, porque la mayoría prefería calibrar el “no” de Schäuble para pronunciarse en función de los matices que introdujera en su negativa.

Del no tajante a una reestructuración de la deuda griega en manos de la zona euro al todavía no sobre la unión bancaria, los ocho años de Schäuble en el Eurogrupo son la historia de una tortuosa negociación, prolongada a veces por incompetencia, otras por interés y casi siempre por el deseo de dar un escarmiento.

El presidente francés, Emmanuel Macron, que la semana pasada recibió a Schäuble en el Elíseo para despedirse, ha llegado a describir la pasada década como una especie de guerra civil en la zona euro en la que prevalecía el egoísmo. Una guerra de la que Schäuble ha sido uno de los principales instigadores y en la que ha cavado la trinchera más profunda. A sus pies han caído ocho ministros griegos, cuatro franceses, cuatro italianos...

Pero Schäuble, el único miembro del Eurogrupo que ha sobrevivido a esa batalla desde el principio, no parece darse por aludido. “En ocho años de eurocrisis, hemos logrado mantener la estabilidad del euro a pesar de las dudas”, se felicitaba el lunes el ministro alemán antes de despedirse en Luxemburgo de sus actuales compañeros de Eurogrupo, que le regalaron una bandera europea y billetes de 100 euros, de pega, con su rostro.

"Experiencia, sabiduría y dedicacción al interés europeo", le define el presidente del Eurogrupo

El presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, que debe el puesto en gran parte a la influencia del alemán, le despedía con palabras de elogio. Y atribuía su apabullante dominio del Eurogrupo “a su experiencia, sabiduría y dedicación al interés europeo”.

Luis de Guindos, que se convierte en el miembro más veterano del Eurogrupo tras la salida del alemán, también resumía con buenas palabras la era Schäuble. “Ha sido el maestro del consenso”, aseguró el ministro de Economía.

Las hemerotecas, sin embargo, recuerdan al alemán como uno de los grandes responsables de los continuos fiascos que lograron transformar la crisis de Grecia (2% de la zona euro) en una amenaza existencial para el futuro de la Unión Europea.

“Si se hunde el euro, se hunde la UE”, advertía una y otra vez la canciller alemana, Angela Merkel, que en los momentos más decisivos de la crisis no tuvo más remedio que pasar por encima de su inflexible ministro de Finanzas para evitar un cataclismo.

La mano de Scháuble se encuentra tras los rescates fallidos de Grecia; tras la quita a los ahorradores chipriotas, corregida para evitar una estampida bancaria en toda la zona euro; tras el frágil fondo de rescate creado en 2010; tras la incompleta unión bancaria.

Y una palabra de Schäuble podía disparar la prima de riesgo de un país o ampliarle el plazo para reducir el déficit. Más de una vez, los ministros de los países en dificultades tuvieron que acercarse hasta él para rogarle unas gotas de clemencia.

Su rigor con los países del sur de Europa le granjeó una gran popularidad entre el electorado alemán, aunque a riesgo de alimentar tópicos xenófobos que han acabado dando un 13,5% de los votos al partido ultranacionalista Alternativa por Alemania en la elecciones del pasado 24 de septiembre.

El 24-S marcó el final de Schäuble, que tras varias décadas en primera fila pasará a sus 75 años a un discreto segundo plano como presidente del Parlamento alemán. Su salida da a Merkel una gran baza para negociar un gobierno tripartito con liberales y verdes. Y la zona euro se libra de una figura que no ocultaba su resistencia a las ambiciosas reformas que Macron espera pactar con el futuro gobierno de Merkel.

Schäuble ya había empezado a perder autoridad. El año pasado intentó, sin éxito, abocar a Portugal de nuevo al rescate por la desobediencia del gobierno socialista de Antonio Costa a los dictados de la troika. Pero Lisboa le acusó de “bombero pirómano” y se zafó del ataque. En el Eurogrupo, hasta el propio Dijsselbloem osaba últimamente contradecirle, según fuentes de ese foro.

'¡No te levantes!' 'No te preocupes, ¡no pienso hacerlo!', bromea Schäuble

El veterano ministro se marcha con la sensación del deber cumplido en su país, tras dejar unas cuentas públicas en superávit, una deuda pública en caída libre, el paro en mínimos históricos y un descomunal superávit en la cuenta corriente. Alemania se enriquecía mientras Schäuble imponía en gran parte de la zona euro políticas procíclicas que agravaban la recesión. “Con ocasión de la crisis, el más crudo egoísmo se ha envuelto a menudo en una defensa de los principios de buena gestión”, escribía en 2011, sin acusar a nadie directamente, Jean Pisani-Ferry, autor del programa económico de Macron.

Schäuble deja tras de sí también una estela de persona franca y directa, con un sentido del humor “ácido”, según él, pero que le permite bromear incluso con su discapacidad física, causada por el ataque de un perturbado en 1990. “Una vez, alguien me dijo: ¡No te levantes! Y le contesté: no te preocupes, no pienso hacerlo”, bromeaba en una entrevista.

La figura del ministro alemán, sentado en su silla de ruedas y rodeado de ministros europeos, se ha convertido en una imagen icónica del Eurogrupo. "Cuando alguien está un rato agachado a mi lado, suelo decirles: cuidado, te puede dar un calambre", recordaba en la misma entrevista.

También es legendaria en Bruselas su fuerza de voluntad (y física), para manejar por sí solo la silla de ruedas por los pasillos de las instituciones comunitarias sin tolerar que ningún miembro de la delegación le empuje.

El gran borrón de su gestión europea llegó en 2015, cuando puso negro sobre blanco la expulsión de Grecia de la zona euro. La amenaza provocó la caída de su némesis, el ministro griego Yanis Varoufakis. Pero a costa de dejar claro ante los mercados que el euro no es una moneda irreversible, sino de ida y vuelta.

Schäuble se defiende asegurando que todos los países, salvo Francia, Italia y Chipre, secundaron su propuesta. Su obstinación quizá le impidiera percatarse de que muchos de ellos asentían por miedo a sufrir su intransigencia.

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