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Las inversiones de riesgo deben ser las más transparentes

Aunque la labor tenga cierta semejanza con el poner puertas al campo, es importante llamar a las cosas por su nombre

La comercialización al por mayor de productos financieros de cierta complejidad no es un asunto que tienda a terminar bien. Si un producto financiero es difícil de explicar al ciudadano de la calle, o bien se le acaba vendiendo una versión de segunda fila de dicho producto o bien compra algo que no sabe muy bien qué es. O, a veces, un poco de cada cosa. Lo que lleva a la decepción o, en el peor de los casos, a conflictos de interés. Los ejemplos, desde los productos estructurados a los fondos inmobiliarios o las hipotecas en divisas, son abundantes. La normativa europea MiFiD marcó un terreno de juego más o menos claro: los inversores institucionales se protegen solos, y hay que vigilar que los particulares inviertan en cosas que entienden y que sean adecuadas para su perfil.

Ahora bien, los propios legisladores se han enmendado a sí mismos rebajando a posteriori los criterios para determinados tipos de inversión, lo que ha abierto la puerta a la comercialización al por mayor de productos como el capital riesgo. Ello, a su vez, ha atraído la mirada del supervisor, y con razón. Si hay una característica del capital riesgo que lo distingue de otro tipo de inversión es la baja liquidez, y un cálculo del valor liquidativo imposible de realizar en tiempo real. Es decir, justo lo contrario de lo que ofrecen algunas plataformas: invierte ya en capital riesgo y recupera tu dinero cuando quieras. Con lo que, o bien es una inversión descafeinada para garantizar la liquidez, o bien esta descansa en nuevas aportaciones, o bien la liquidez del producto está condicionada a que no se acumulen los inversores en la puerta de salida (lo que no encaja muy bien con una comercialización que incluye anuncios televisivos). En cualquiera de los casos, no es una buena idea.

Es cierto, por otro lado, que el afán por la protección del inversor minorista de las autoridades financieras contrasta, sobre todo en los últimos años con un entorno financiero asilvestrado. Los NFT, las opciones con vencimiento a un día, los contratos por diferencias y las memecoins... El concepto de inversión está tan diluido que el dueño de la Bolsa de Nueva York ha comprado una suerte de casa de apuestas online. Aun así, y aunque la labor tenga cierta semejanza con el poner puertas al campo, es importante llamar a las cosas por su nombre y que los pequeños ahorradores no se llamen a engaño. No hay un factor que disuada más a los ahorradores de las inversiones de riesgo que el haber intentado una y encontrarse con que nos han dado gato por liebre.

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