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Resistencia antimicrobiana: cuando la salud es un problema de inversión

Las infecciones resistentes ya aumentan los costes del tratamiento entre un 30% y un 53% por paciente

La resistencia a los antimicrobianos (RAM) a menudo se enmarca como una crisis de salud pública. Pero para los inversores, representa un riesgo sistémico e infravalorado que puede erosionar silenciosamente el valor en todos los sectores y carteras.

A medida que las bacterias y los virus evolucionan para resistir el tratamiento, la eficacia de los antibióticos disminuye. Esto aumenta el riesgo de procedimientos médicos, lo que provoca estancias hospitalarias prolongadas, mayores costos de atención médica y una pérdida de productividad económica. Esto no es una hipótesis, está sucediendo...

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La resistencia a los antimicrobianos (RAM) a menudo se enmarca como una crisis de salud pública. Pero para los inversores, representa un riesgo sistémico e infravalorado que puede erosionar silenciosamente el valor en todos los sectores y carteras.

A medida que las bacterias y los virus evolucionan para resistir el tratamiento, la eficacia de los antibióticos disminuye. Esto aumenta el riesgo de procedimientos médicos, lo que provoca estancias hospitalarias prolongadas, mayores costos de atención médica y una pérdida de productividad económica. Esto no es una hipótesis, está sucediendo ahora, y las consecuencias financieras ya están afectando el valor a largo plazo de las empresas relacionadas con la salud, la farmacéutica y la alimentación.

Los impulsores de la resistencia a los antimicrobianos son muchos. El uso excesivo y el mal uso de los antibióticos, tanto en la medicina humana como en la agricultura, están acelerando esta peligrosa dinámica. Y, lo que es más, en muchos mercados desarrollados, los antibióticos todavía se recetan para infecciones virales en las que es obvio que no proporcionan ningún beneficio. En la agricultura, se utilizan no solo para tratar enfermedades, sino también para promover el crecimiento y prevenir enfermedades en los sistemas agrícolas intensivos.

Mientras tanto, la cartera de nuevos antibióticos se está agotando, ya que la economía de la salud simplemente no cuadra. Los antibióticos tienen costes de desarrollo, volúmenes de ventas limitados y un poder de fijación de precios incierto. Todos estos factores han hecho que los antibióticos sean poco atractivos desde el punto de vista comercial. En 2024, solo tres de los 50 nuevos medicamentos aprobados por la FDA (Food and Drug Administration, el responsable gubernamental de EE UU) eran antibióticos.

Las implicaciones para los inversores son significativas. En la atención médica, las infecciones resistentes están elevando los costes de los tratamientos, aumentando el volumen de estancias hospitalarias y sobrecargando los sistemas de seguros. Para los proveedores de atención médica y las empresas inmobiliarias dedicadas a las instalaciones médicas, esto se traduce en mayores costes operativos y presión sobre los márgenes.

En los sectores de la alimentación y la agricultura, los cambios regulatorios y las preferencias de los consumidores están remodelando los modelos de negocio. La Estrategia «De la Granja a la Mesa» de la UE, por ejemplo, tiene como objetivo reducir a la mitad las ventas de antibióticos para uso animal para 2030. Así, los productores que dependen del uso rutinario de antibióticos se enfrentan a costes crecientes, tiempos de producción más largos y posibles daños reputacionales.

Las infecciones resistentes ya aumentan los costes del tratamiento entre un 30% y un 53% por paciente. Y se prevé que la resistencia a los antimicrobianos contribuya a pérdidas financieras mundiales de 3.000 a 4.000 millones de dólares durante la próxima década, con impactos en el PIB de los países de ingresos bajos y medianos que podrían superar el 5% para 2050.

Riesgo sistémico sin precio

A pesar de su escala, la resistencia a los antimicrobianos sigue siendo en gran medida invisible en la mayoría de los modelos de valoración bursátil. Es un riesgo clásico no valorado que socava los cimientos de los sistemas sanitarios y alimentarios y, por extensión, de la economía en general.

A medida que crece la resistencia, también lo hace el potencial de interrupción en las cadenas de suministro mundiales, especialmente en sectores donde los márgenes ya son ajustados y la resiliencia es limitada.

En conclusión, para los inversores, la clave es entender dónde se cruza la RAM con el valor a largo plazo.

Las empresas farmacéuticas se enfrentan a una paradoja. El desarrollo de nuevos antibióticos es esencial, pero las prácticas de administración limitan su viabilidad comercial. Los inversores deben examinar las líneas de investigación y desarrollo, las estrategias de acceso y la exposición al riesgo a las tendencias de resistencia.

La carga financiera de la resistencia a los antimicrobianos está aumentando para los proveedores de atención médica y las aseguradoras. El monitoreo de las estructuras de costos y las capacidades de diagnóstico pueden ofrecer información sobre la resiliencia operativa.

La administración de antibióticos, la transparencia de la cadena de suministro y las prácticas de bienestar animal se están convirtiendo en diferenciadores materiales para los minoristas de alimentos. Las empresas que no se adapten pueden enfrentarse a sanciones regulatorias y a la reacción violenta de los consumidores.

Las empresas de servicios de agua, las aseguradoras e incluso el sector inmobiliario podrían enfrentarse a una exposición indirecta a medida que la resistencia a los antimicrobianos remodele la infraestructura de salud pública y la productividad económica.

La resistencia a los antimicrobianos no es solo un problema de salud, sino un riesgo sistémico importante que exige la atención de la comunidad inversora. Desafía las suposiciones sobre la resiliencia, la sostenibilidad y la creación de valor a largo plazo.

Los inversores tienen un punto de vista único. Al involucrar a las empresas, fomentar la transparencia y apoyar la promoción de políticas públicas oportunas y efectivas, pueden ayudar a impulsar el cambio sistémico necesario para abordar esta amenaza global, que afecta tanto a la salud como a las carteras de inversión.

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