Las claves: la escasez de vivienda, un grave problema para unos y música para otros
Solo un freno del crecimiento económico puede embridar la subida de los precios de la venta y del alquiler
España va viento en popa (en comparación con los países europeos, y siempre hablando de términos macro) gracias al turismo y a la inmigración, pero es a costa de un mercado de la vivienda que no produce la oferta que necesita una creciente demanda, tanto en el alquiler como en la compra. Para los que no tienen la casa en propiedad, o que quieren irse a una más grande, es un problema, desde luego; para los inversores (hay quien considera que en este sector debe hablarse de especuladores), en cambio, es música para los oídos.
Solo un freno del crecimiento económico –quizá incluso hiciera falta una recesión– puede embridar la subida de los precios de la venta y del alquiler, por la imposibilidad de los pagadores para seguir el ritmo; pero eso no supondría una reducción en el esfuerzo de estos, sino una estabilización. Mientras, el aumento de la oferta de pisos ni está, ni se espera, a pesar de los repetidos anuncios políticos y leyes que prometen afrontar e incluso resolver, esta vez, sí la cuestión. Los inversores, desde luego, no tienen ninguna prisa por que eso suceda.
Europa no consigue ver el lado menos malo de los aranceles
Los aranceles de EE UU empiezan a perfilarse como negativos en general para la economía del mundo, con un solo beneficiado: el erario del país que los ha impuesto. Los europeos, aunque querían confiar en que las exportaciones al país norteamericano se podrían compensar con envíos a otros continentes, están viendo ya cómo la incertidumbre lastra tanto el comercio como la inversión. Así lo reflejan los datos de Eurostat sobre el segundo trimestre, que señalan un crecimiento de solo un 0,1% en la zona euro. España, aunque no es el más afectado directamente por la guerra de tarifas, se verá inevitablemente contagiado por las dudas.
A Musk le atraerá el bonus de Tesla más por el reto en sí que por el dinero
Elon Musk estuvo ausente de la cena con magnates de la tecnología que se celebró el jueves en la Casa Blanca, pero su ostracismo político bien podrá endulzarse con el bonus de un billón de dólares propuesto por Tesla para su CEO y fundador, si consigue unos ambiciosos objetivos a lo largo de la próxima década, y con el objetivo de que se concentre en la compañía. La hiperactividad de Musk es de todos conocida, y también que no es pobre, precisamente, así que es más probable que la oferta le interese por el reto en sí (por ejemplo, aumentar el valor de mercado de un billón a 8,5 billones) que por el dinero. Eso sí, luego podrá gastárselo en alguno de sus caprichos, como comprar una red social para acabar poniendo vídeos sexis hechos por IA.
La frase del día
Somos muy conscientes de que la diferencia entre ser miembro de la Unión Europea y ser miembro del Espacio Económico Europeo es cada vez mayorEspen Barth Eide, ministro de Exteriores de Noruega
Del Ministerio de la Paz de ‘1984’ al de la Guerra de Donald Trump
En la novela 1984, el ministerio que se ocupa de las armas se llama de la Paz. En los tiempos reales actuales, lo que predomina es llamarlo de Defensa, que suena más inclusivo que Ataque. Donald Trump, siempre dispuesto a destacar, quiere llamar al de Estados Unidos Ministerio de la Guerra, como se solía llamar antes en España, verbigracia. Hay que reconocerle al republicano que rechace los eufemismos, aunque eso choca bastante con su cacareada promesa de acabar con todas las guerras del mundo en cuanto llegara al poder, y con su aspiración al Nobel de la Paz. La de Ucrania está estancada, y de Palestina es mejor no hablar. Como con otras cosas, quizá todo depende de cómo se levante Trump y de cómo interprete lo de si vis pacem, para bellum (si quieres la paz, prepárate para la guerra).