Siria no atraerá inversión solo con voluntad política: reformas, confianza y estrategia
Restablecer la confianza institucional será fundamental, los mercados no reaccionan ante anuncios
El levantamiento de sanciones sobre Siria, anunciado recientemente por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a través de una orden ejecutiva, representa un posible punto de inflexión en el rumbo económico del país. A ello se suma ahora el anuncio por parte de la Unión Europea de una ayuda de 175 millones de euros para apoyar la reconstrucción instituciona...
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El levantamiento de sanciones sobre Siria, anunciado recientemente por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a través de una orden ejecutiva, representa un posible punto de inflexión en el rumbo económico del país. A ello se suma ahora el anuncio por parte de la Unión Europea de una ayuda de 175 millones de euros para apoyar la reconstrucción institucional y económica.
Sin embargo, en contra de lo que algunos discursos apresurados podrían sugerir, esta medida no implica una apertura automática de flujos de inversión ni una recuperación económica inmediata. Como empresario español de origen sirio con más de tres décadas de experiencia en banca internacional y como observador activo de los procesos de transición económica, considero que es imprescindible abordar este momento con ambición, pero también con realismo y sentido estratégico.
Porque lo cierto es que las inversiones no llegan por decreto, sino cuando se dan condiciones concretas de seguridad jurídica, estabilidad administrativa y fiscalidad atractiva. Este es el principal reto que tiene hoy Siria ante sí: pasar del anuncio político a la acción institucional.
El anuncio del presidente de EE UU sobre el levantamiento de sanciones ha sido recibido con esperanza en amplios sectores de la sociedad siria. Sin embargo, el proceso de implementación será largo y complejo y el entorno interno será determinante para el éxito de cualquier proceso de atracción de capital.
Debemos evitar caer en espejismos. El simple levantamiento de sanciones no convierte automáticamente a Siria en un destino de inversión. Si queremos atraer capital extranjero –ya sea árabe, europeo o de la diáspora siria– necesitamos garantizar marcos legales sólidos, reglas de juego claras para la propiedad, mecanismos de repatriación de beneficios y tribunales con credibilidad para resolver conflictos comerciales.
En materia fiscal, existen modelos inspiradores. Dubái es uno de ellos: un entorno que, en sus inicios, apostó por una fiscalidad nula o mínima para atraer inversión y construir reputación internacional. Pero Siria no puede ni debe aspirar a convertirse en un paraíso fiscal. Ese camino conlleva riesgos de aislamiento, pérdida de confianza y consecuencias reputacionales. Lo que necesitamos es un sistema fiscal justo, estimulante y sostenible, que no sobrecargue al inversor, pero que tampoco debilite los recursos públicos del Estado.
Los países que han tenido éxito atrayendo capital en contextos similares han diseñado entornos equilibrados: protección del capital, seguridad institucional, bajos niveles de incertidumbre política y marcos fiscales bien calibrados. Siria debe moverse en esa dirección si quiere competir con sus vecinos, muchos de los cuales –como Emiratos, Arabia Saudí o Turquía– llevan años estructurando su oferta de inversión con inteligencia estratégica.
No hay margen para improvisaciones. Si Siria aspira a atraer capital en esta nueva etapa, debe priorizar sectores que tengan un retorno claro para la economía y la sociedad. Cualquier estrategia de reconstrucción económica realista debe apoyarse en sectores clave que, además de rentables, generen valor estructural para el país.
En el caso sirio, el desarrollo de la infraestructura energética es esencial. Sin electricidad estable, ninguna industria puede prosperar. La reforma del sistema bancario y la apertura a modelos financieros no bancarios más ágiles y especializados también resultan indispensables. La agricultura, que sigue representando una parte considerable del potencial productivo del país, debe ser rescatada con criterios técnicos y acceso a financiación. Y tanto el turismo como los servicios –dos áreas tradicionalmente desaprovechadas– pueden convertirse en motores de empleo y generación de divisas si se abordan con profesionalización y planificación.
En este proceso también será fundamental el restablecimiento de la confianza institucional. Los mercados no reaccionan ante anuncios, reaccionan ante señales consistentes. La credibilidad del sistema legal, la estabilidad de las reglas del juego y la capacidad de las autoridades para ejecutar políticas económicas sin vaivenes serán factores determinantes. Sin esta base, ningún fondo internacional, banco regional o inversor privado tomará riesgos significativos en el país.
Tampoco debe subestimarse el papel de la diáspora. Hay miles de sirios altamente cualificados en Europa, América y el Golfo que pueden aportar capital, conocimiento y redes, pero solo lo harán si perciben que hay condiciones reales para el retorno.
Hoy estamos ante lo que yo llamo una “luna de miel económica”: un momento en que los ojos del mundo vuelven a mirar a Siria con interés, pero también con cautela. Esta ventana de oportunidad no durará mucho. Y lo que hagamos en los próximos meses determinará si el país logra reposicionarse como economía emergente en la región o pierde una vez más el tren del desarrollo.
En mi trayectoria profesional he aprendido que la estabilidad no se improvisa, se construye. Y que el capital es, ante todo, temeroso: busca rentabilidad, sí, pero sobre todo previsibilidad. Siria necesita hoy menos retórica y más reformas. Menos anuncios y más institucionalidad. Menos cortoplacismo y más visión de país.
Solo así, con voluntad política acompañada de estrategia económica e institucional, podremos transformar el fin de las sanciones en el inicio real de una nueva etapa.
Baihas Baghdadi es Fundador y presidente ejecutivo de Baghdadi Capital.