Gobernar la inteligencia artificial para liderar el cambio
Muchas organizaciones utilizan modelos poco transparentes y no tienen un control suficiente de los datos
Algunas tecnologías no solo cambian lo que hacemos. Cambian cómo lo hacemos, e incluso lo que creemos posible. Abren nuevas formas de trabajar, decidir y crear que antes ni siquiera imaginábamos. Nos obligan a pensar diferente y, en muchos casos, a repensar nuestras propias capacidades.
Un ejemplo claro de esto ocurrió en 1994. Ese año, un navegador llamado Netscape convirtió internet –hasta entonces una red técnica y cerrada– en una plataforma abierta para millones de personas. La tecnología ya estaba ahí, pero fue ese acceso lo que aceleró la innovación. Las industrias se transformar...
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Algunas tecnologías no solo cambian lo que hacemos. Cambian cómo lo hacemos, e incluso lo que creemos posible. Abren nuevas formas de trabajar, decidir y crear que antes ni siquiera imaginábamos. Nos obligan a pensar diferente y, en muchos casos, a repensar nuestras propias capacidades.
Un ejemplo claro de esto ocurrió en 1994. Ese año, un navegador llamado Netscape convirtió internet –hasta entonces una red técnica y cerrada– en una plataforma abierta para millones de personas. La tecnología ya estaba ahí, pero fue ese acceso lo que aceleró la innovación. Las industrias se transformaron. Surgieron nuevos modelos, nuevas empresas, nuevas formas de colaboración y aprendizaje. Porque abrir no es debilitar: es multiplicar. Y cuando se multiplica el acceso, se multiplica también la capacidad de imaginar, emprender y avanzar.
Hoy, la inteligencia artificial generativa está generando un momento similar. Pero esta vez lo que está en juego no es solo el acceso a la tecnología, sino el acceso a los elementos que definen cómo se construye el valor: ¿quién posee los datos?, ¿quién diseña los algoritmos?, ¿Quién marca las reglas?...
Muchas organizaciones están adoptando IA sin gobernarla. Utilizan modelos poco transparentes, que no saben cómo están construidos y no tienen un control suficiente de los datos con los que trabajan. Esa dependencia no es un problema técnico: es una cesión de gobernanza. Y no se resuelve solo más tecnología, sino con estrategia. Exige formar a equipos capaces de comprender y gobernar la IA. Tomar el control del dato y establecer alianzas con operadores de IA que ya han demostrado su solvencia en el gobierno de modelos.
La soberanía digital no consiste en aislarse, consiste en colaborar con socios de confianza, de tal forma que se pueda gestionar y controlar cada capa de la solución tecnológica. Esto exige contar con una infraestructura confiable, trabajando junto a empresas tecnológicas que nos ofrezcan tranquilidad y certidumbre, entender los modelos y poder gobernar los datos. Quien no decide sobre su IA, sobre sus datos o sobre sus estándares, no decide sobre su negocio.
Y es que lo fundamental no es la tecnología en sí, sino lo que permite rediseñar. La IA generativa exige pensar la organización desde otro lugar. Los datos dejan de ser pasivos para convertirse en sistemas que aprenden, responden y adaptan el negocio en tiempo real.
La gobernanza ya no es una restricción externa, sino el núcleo que permite escalar con confianza. Y la adopción de modelos abiertos se consolida como vía para personalizar la IA, alinearla con los valores y adaptarla al contexto propio.
Sin embargo, hoy apenas se aprovechan el 1% de los datos empresariales disponibles. Esta cifra no solo refleja una ineficiencia técnica: expone una oportunidad estructural. Cada decisión que no se apoya en datos relevantes es una oportunidad de mejora que se pierde. Y en un contexto donde la IA necesita datos bien gobernados y adaptados al entorno para generar valor, esta brecha puede marcar la diferencia entre liderar una industria o quedar rezagado.
Cerrar esa brecha no es cuestión de incorporar más tecnología, sino construir las condiciones para hacerlo con autonomía, ambición y visión estratégica a largo plazo. Es ahí donde la soberanía digital se convierte en la base operativa para escalar la IA con impacto real.
En este contexto, hacen falta tres elementos clave que deben desarrollarse de forma conjunta y equilibrada. Primero, una infraestructura confiable, capaz de procesar datos sensibles, cumplir con los marcos regulatorios locales sin fricción y sostener decisiones estratégicas desde el territorio. La Región Cloud Multizona de Madrid es un ejemplo de ello, asegura que las capacidades digitales críticas estén alineadas con las necesidades reales del país y del tejido empresarial.
El segundo elemento es una gobernanza activa. Una IA que no puede ser auditada ni explicada no es viable en sectores regulados como la salud, las finanzas o el sector público. Gobernar es poder decidir con libertad y con responsabilidad. Es establecer principios, metodologías y prácticas que aseguren que los sistemas actúan de forma ética, segura y coherente con los objetivos de la organización. No se trata solo de evitar riesgos. Se trata de poder innovar sin perder el control.
Y, el tercero, el talento. Nada de esto será posible sin personas capacitadas. La transformación digital no es solo tecnología: es cultural, organizacional y educativa. Se estima que uno de cada tres trabajadores necesitará recapacitación en los próximos tres años. Y el 75 % de los consejeros delegados ya reconoce que su competitividad dependerá de contar con el conocimiento adecuado, en el momento adecuado.
Por todo esto, el papel de la regulación es más relevante que nunca. Sin embargo, no se trata de regular la tecnología, sino su uso. No es lo mismo una IA que recomienda una canción que otra que interviene en una decisión médica o financiera. Regular con inteligencia significa adaptar el marco a cada propósito, garantizar la proporcionalidad del riesgo y permitir que la innovación prospere sin perder el control.
Igual que en 1994, el verdadero cambio no está solo en la tecnología, sino en cómo la usamos, cómo la entendemos y cómo decidimos integrarla. Una IA accesible, confiable y bien gobernada no solo impulsa la innovación, permite construir un modelo productivo más resiliente, competitivo y justo. Solo así convertiremos esta revolución tecnológica en una verdadera oportunidad de transformación para Europa.
Horacio Morell es presidente de IBM España, Portugal, Grecia e Israel.