La OPEP, entre la espada y la pared
La tentación para que Arabia Saudí rompa la baraja, reabra el grifo y expulse a buena parte de su competencia crece
El cada vez menos todopoderoso cartel petrolero está ante una gran disyuntiva sin salida clara: reabrir o no el grifo tras años de recortes de oferta. En su reunión del jueves, la OPEP no sorprendió y decidió aplazar el aumento de producción un trimestre más, síntoma evidente de un mercado claramente desnivelado y de que –incluso con dos guerras abiertas en regiones productoras–, sin esta muleta el precio caería con fuerza.
A los petroleros clásicos, siempre bajo la batuta de Arabia Saudí y de Rusia, les gustaría hacer otra cosa, pero no pueden permitirse el lujo de devolver todos sus barriles a un mercado que languidece. Tras superar con creces los 100 dólares en los primeros compases de la invasión de Ucrania, el Brent lidia hoy a duras penas con los 70 dólares, nivel que empieza a ser crítico para la rentabilidad de los productores menos eficientes –muchos de ellos en Oriente Próximo y en América Latina– y, también, para los fraqueros de EE UU.
La dinámica de fondo es clara. Tras varios años de trampas al solitario, con previsiones de demanda sistemáticamente mayores que las de la Agencia Internacional de la Energía y las de las principales casas de análisis, el cartel empieza a admitir la evidencia. Ya van cuatro ajustes seguidos a la baja en sus proyecciones de consumo: si hace unos meses estimaba un aumento de 2,2 millones de barriles diarios en 2025, ahora son menos de 1,8 millones.
Es solo el aperitivo. El retraso de España en la adopción del coche eléctrico es solo un árbol que impide ver el bosque. Fuera, el paisaje es claro: la movilidad limpia se abre paso a gran velocidad. En China, en el norte de Europa e incluso en las dos costas de EE UU, reduciendo la demanda de crudo (dos de cada tres barriles se destinan al refino de gasolina y gasóleo) e invitando al pesimismo a sus productores. 2025 será, según los analistas de Saxo Bank, el año en el que la mayoría de los modelos impulsados por baterías convergerán en precio con sus pares de combustión interna. Eso, sin contar las ayudas públicas y su infinitamente menor coste (carburante y mantenimiento) a lo largo de su ciclo de vida.
Este cambio de tornas tendrá impacto tanto en el mercado como en el delicado equilibrio de poder en el que está instalado el cartel. El incentivo para que algunos de sus miembros incumplan sus cuotas es cada vez mayor. Y está por ver, también, la paciencia de Riad, indiscutible líder de facto, cuna de las mayores reservas del planeta y más que probable origen del último barril que se extraerá del subsuelo. La tentación de romper la baraja, reabrir el grifo y expulsar a buena parte de su competencia crece. Un escenario plausible de guerra de precios que casi sentenciaría la OPEP y que dejaría varios grandes beneficiados: Europa, India, China y, en general, todos los consumidores.