Historia de tres ciudades: Londres, París y… ¿Madrid?

Las intervenciones de política turística deben proteger de mejor manera la integridad de los distritos urbanos

Una turista realiza una fotografía desde la azotea del ayuntamiento de Madrid.Rosa Irene Betancourt (alamy)

Según la Office for National Statistics de Londres, en 2023 hubo 20,3 millones de pernoctaciones por parte de visitantes internacionales. Esa cifra fue de 25,9 millones en París, según la Office du Tourisme et des Congrès de Paris. En ambos casos, más del 50 % de dichas pernoctaciones fue por vacaciones. Los dos motivos siguientes, por orden de relevancia, fueron la visita a familiares y amigos, y los negocios. No obstante, además de ciudades turísticas,...

Para seguir leyendo este artículo de Cinco Días necesitas una suscripción Premium de EL PAÍS

Según la Office for National Statistics de Londres, en 2023 hubo 20,3 millones de pernoctaciones por parte de visitantes internacionales. Esa cifra fue de 25,9 millones en París, según la Office du Tourisme et des Congrès de Paris. En ambos casos, más del 50 % de dichas pernoctaciones fue por vacaciones. Los dos motivos siguientes, por orden de relevancia, fueron la visita a familiares y amigos, y los negocios. No obstante, además de ciudades turísticas, Londres y París son las capitales políticas y económicas de sus respectivos países y sedes de numerosos eventos globales. Por lo tanto, de alguna manera, son portadoras de la imagen o mensaje que sus países quieren dar al mundo. En este sentido, en la época actual de turismo masivo, es necesario prestar atención a sus efectos en la estructura urbana de las ciudades turísticas en general, y de las capitales en particular, especialmente en sus centros históricos. Estos efectos son tanto de carácter estético e identitario como de uso de sus calles y edificios.

Al calificar estos efectos, antes que nada, es importante tener claro que el turismo es uno de los factores coadyuvantes. Es decir, forma parte de una combinación de agentes de cambio, entre los cuales también, por ejemplo, habría que contar la imperante lógica del mercado, que da lugar a dichos efectos en la estructura urbana. Principalmente estos son, primero, una creciente homogeneidad de los centros históricos: al buscarse satisfacer las necesidades de los turistas, que prácticamente son las mismas y los mismos en todos los sitios, nos encontramos con las mismas empresas, o de similar tipo, localizadas en los distintos centros históricos. Segundo, la degradación de determinadas áreas e infraestructuras cercanas a los puntos turísticos más populares, como consecuencia del uso que hacen de ellas un número excesivo de turistas, lo que se conoce como turistificación. Y tercero, el desplazamiento de la población local de los centros históricos por el aumento del coste del suelo y del coste de la vida en general debido a la presión turística.

Durante las últimas décadas, las autoridades políticas y gestores turísticos en Londres y París han sido conscientes de estos efectos y han planteado una serie de intervenciones para intentar eliminarlos, o al menos mitigarlos, sin mucho éxito. De manera resumida, las propuestas han ido hacia la dispersión del turismo en dirección a periféricas, esto es, que los turistas se adentren más en la ciudad en busca de barrios con identidad donde poder tener esa experiencia auténtica que, no todos, pero muchos, pretenden.

El resultado ha sido que las zonas no céntricas de estas dos grandes ciudades han recibido a más turistas, pero complementando, no sustituyendo, la cada vez mayor demanda de los centros históricos, donde han persistido los efectos mencionados. Está claro que este tipo de intervenciones de política turística se debe a que sus responsables conocen muy bien los muchos efectos positivos del turismo y, evidentemente, no quieren perjudicarlo como enorme fuente de ingresos para la ciudad (por ejemplo, en Londres es la segunda industria, solo por detrás de los servicios financieros), además de como fuente de empleo y facilitadora de la viabilidad económica de no pocas empresas. Y, por otro lado, también saben del papel positivo del turismo en la rehabilitación de edificios, así como de su contribución activa al ambiente y diversidad social.

Salvo imponderables, todo apunta a que, si bien el turismo es ya un fenómeno económico y social muy importante en las grandes ciudades, todavía lo va a ser más en los próximos años. En concreto, nótese que en los lucrativos mercados chino e indio se está dando una continua e intensa incorporación de gente a una clase media con poder adquisitivo para viajar y que está compuesta por cientos de millones de personas. Es en este contexto en el que se encuentra actualmente Madrid, con un flujo de turistas internacionales que se acerca cada vez más a los que reciben Londres y París, en continuo crecimiento, e identificada el año pasado como la tercera ciudad del mundo más atractiva para el turismo, según Euromonitor International, una empresa de investigación de mercados.

Así, Madrid está experimentando de manera concentrada en los últimos años lo que Londres y París llevan viviendo varias décadas, en lo que se refiere a esos efectos del turismo en su estructura urbana, y, en consecuencia, debe plantearse el hacerles frente. Como dato relacionado llamativo, ofrecido por el Ayuntamiento de Madrid, mientras que en la almendra central habría un turista alojado por cada nueve residentes, en el distrito centro ese dato es ya de un turista alojado por cada dos residentes.

En este sentido, las intervenciones de política turística, obviamente, no deben ir por una restricción del turismo, pero sí por proteger de mejor manera la integridad de los distritos urbanos de los efectos negativos a los que hemos hecho referencia, esto es, con una mayor regulación y control, además de los posibles intentos de dispersión turística en la ciudad. Se garantizaría así que la ciudad siga siendo un lugar vivo y habitable y, por lo tanto, deseable de visitar en el largo plazo. Y respecto a las políticas tradicionales de promoción turística, hay que entender que ahora, y posiblemente en el futuro, no van a ser tan necesarias, porque todo apunta a que turistas no van a faltar.

Ramiro Gil Serrate es profesor de Economía en la Universidad Nebrija.

Sigue toda la información de Cinco Días en Facebook, X y Linkedin, o en nuestra newsletter Agenda de Cinco Días

Más información

Archivado En