El innegable peso del gas natural

La propia Bruselas reconoce que no puede ser reemplazado por alternativas bajas en carbono “tecnológica y económicamente viables”

ANDREA DE SILVA (REUTERS)

El gas natural como fuente de energía estratégica para avanzar con éxito hacia una economía descarbonizada está presente en los grandes debates sobre política energética, pero su peso en la economía europea va más allá de ese contexto y es creciente. El estallido de la guerra de Ucrania el año pasado y las presiones que el conflicto bélico desató sobre su precio evidenciaron la alta dependencia europea del suministro ruso y la conveniencia de reducir las importaciones mediante el ajuste de la demanda y una mayor diversificación de las fuentes de abastecimiento.

Además de ser un factor clave para desarrollar la transición verde por su nivel de emisiones de CO2, el gas natural ejerce como una suerte de seguro para el suministro energético por su capacidad de gestión, que le permite entrar en escena a requerimiento del sistema y responder a la demanda que no queda cubierta por las renovables.

Balances de actividad como el del pasado martes son un ejemplo de esa flexibilidad. El parque de centrales de ciclo combinado de gas llegó a funcionar ese día a las 20 horas en España al 100% de su capacidad, lo que supuso 12.703 MW sobre una demanda que rozó los 32.000. La explicación de ese pico tiene que ver con la peculiar metereología de este mes octubre, la falta de viento, los caudales de agua justa, una demanda al alza y las paradas programadas de las centrales nucleares de Cofrentes y Vandellós. Pero el peso del gas va más allá de la demanda en una fecha aislada. El análisis de 2022 sitúa a las centrales de ciclo combinado como la primera tecnología de producción de electricidad en España, con una cuarta parte del mix de generación y por delante de la energía eólica y de la nuclear.

Se trata de cifras impensables hace diez años, cuando el gas competía con el carbón, más económico y que hoy prácticamente ha desaparecido. Su papel en la crisis energética que se desató en 2022 tras la invasión de Ucrania y el potencial que ofrece para complementar la hoja de ruta de la descarbonización europea han llevado a Bruselas a incluirlo en su taxonomía verde y a reconocer que de momento no puede ser reemplazado por alternativas bajas en carbono “que sean tecnológica y económicamente viables”.

Aunque Europa ha hecho un esfuerzo por reducir la demanda de gas natural, todo apunta a que este seguirá ocupando un lugar de importancia en las próximas décadas, más allá de los avances en el despliegue de las energías renovables y del desarrollo de nuevas oportunidades, como el hidrógeno verde. El hecho de que España cuente con reservas y un suministro diversificado y poco dependiente de Rusia es una carta que hay que jugar y aprovechar.

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