El gran reto financiero de la longevidad: cómo trazar una estrategia para vidas más largas
La esperanza de vida aumenta y obliga a repensar cómo financiar los años extra tras la jubilación
En las últimas décadas, la esperanza de vida ha experimentado un incremento sin precedentes. Según el Instituto Nacional de Estadística, en España ya alcanza los 83,8 años y seguirá aumentando hasta superar los 90 en las próximas décadas. Los datos son claros: quienes hoy tienen 60 años tienen más de un 50% de probabilidad de vivir hasta los 90; los de 40, hasta los 95; y los de 20 años, hasta los 100.
Pero el dato más relevante no es solo que viviremos más tiempo, sino que lo haremos con mejor salud. Los avances médicos, la digitalización y el conocimiento sobre hábitos saludables han cambiado el paradigma del envejecimiento. Hoy, una persona de 72 años tiene una vida activa que nada se parece a la de sus padres o abuelos a esa misma edad. Un ejemplo cotidiano: hace apenas unas décadas, alguien de 70 años era percibido como una persona de edad avanzada con una vida mucho más limitada; hoy, muchas a esa edad viajan, hacen deporte, mantienen una agenda social activa y siguen desarrollando proyectos personales.
Esta nueva realidad, que algunos llaman juvenescencia, rompe el mito de que longevidad equivale a deterioro. No solo añadimos años a la vida, sino también vida a los años. Y esto abre la puerta a una nueva forma de entender nuestras prioridades: más años por delante significan más oportunidades para construir, aprender, disfrutar y tomar decisiones con sentido.
Sin embargo, este regalo tiene una cara menos evidente: ¿estamos preparados para financiar 20 o 30 años más de vida tras la jubilación? Paula Satrústegui, socia de Asesoramiento patrimonial de Abante, recordaba en un webinar sobre longevidad celebrado recientemente en Abante que cuando se creó el sistema de la Seguridad Social, hace poco más de un siglo, la esperanza de vida apenas superaba los 40 años. “Entonces, solo el 25% de la población llegaba a los 65 y quienes se jubilaban vivían de media apenas ocho años más. Hoy, el 25% de la población llega a los 91 años; más del 90% de la población alcanza los 65 y vive, de media, más de 22 años jubilada”, añadía.
Si en todo este tiempo no hemos adaptado el sistema de la Seguridad Social a este aumento de la esperanza de vida, es lógico que las pensiones públicas resulten cada vez menos sostenibles. Y esos años de más que vamos a vivir tendremos que financiarlos con el ahorro generado durante la etapa activa. En otras palabras, esos años extra también tienen un coste, y hay que planificar cómo asumirlo.
Este cambio de escala obliga a repensar nuestras estrategias vitales y financieras. No podemos copiar las recetas de generaciones anteriores, porque su realidad era diferente: vivían menos años jubilados, contaban con sistemas de empleo más generosos y rentabilidades de inversión más altas. La planificación del futuro ya no es opcional, sino que se vuelve esencial y adaptada a la situación personal y a las necesidades de cada persona.
Vivir mejor exige decisiones distintas: anticiparse para no improvisar
Longevidad no significa solo más tiempo. Significa más decisiones que tomar, más proyectos que impulsar y también más gastos que financiar. La buena noticia es que tenemos más margen para diseñar cómo queremos vivir esos años extra; la mala que, si no lo planificamos, el tiempo y la inercia decidirán por nosotros.
Como explicó también Henar Reguera, socia del área comercial de Abante, durante el webinar, pensar anticipadamente en el impacto de la longevidad es el primer paso para construir una vida alineada con lo que realmente importa. La clave está en pasar de preocuparnos a ocuparnos: dedicar tiempo a reflexionar sobre nuestro proyecto vital y definir cómo queremos que sea nuestra jubilación.
Y aquí surgen preguntas inevitables: cómo queremos vivir esos años, si serán de viajes, cultura, deporte, proyectos personales o ayuda a la familia; cuánto costará ese estilo de vida y qué nivel de gasto necesitaremos para mantenerlo; de qué ingresos dispondremos y durante cuánto tiempo; si vamos a depender solo de la pensión pública o queremos diseñar una estrategia financiera que combine diferentes fuentes de ingresos. También, cómo poner a trabajar nuestro dinero y qué rentabilidad podemos esperar, asumiendo qué riesgos.
Cuanto antes empecemos a plantearnos estas cuestiones, más fácil será trazar un plan y aprovechar el horizonte temporal que la longevidad nos regala. Como recordó Satrústegui en la sesión, “la longevidad puede ser un regalo o una carga; depende de las decisiones que tomemos hoy”. Y, como apuntaba Reguera, “solo nos jubilamos una vez, no podemos equivocarnos y repetir la experiencia”.
La longevidad es uno de los grandes cambios demográficos y sociales de nuestro tiempo. Supone más oportunidades, pero también más decisiones que tomar y más recursos que gestionar. Los datos muestran que España se encamina hacia una sociedad donde cada vez más personas vivirán 90 o 100 años. Y aunque este escenario puede parecer lejano, la planificación financiera para afrontarlo empieza mucho antes de que llegue.