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En colaboración conLa Ley

Herencias que se transforman en vacunas

Nunca ha sido tan urgente contar con el apoyo de la sociedad civil para mantener proyectos que salvan vidas a diario

El mundo atraviesa un momento especialmente convulso. A las emergencias humanitarias casi enquistadas, como las de Sudán o Yemen, se suma la catástrofe en Gaza, donde la población civil vive atrapada entre la violencia y la falta de acceso a bienes básicos como la comida o el agua. Al mismo tiempo, los recortes globales en la ayuda humanitaria están limitando la capacidad de respuesta de muchas organizaciones internacionales. Quienes trabajamos en la acción humanitaria sabemos que nunca ha sido tan urgente contar con el apoyo de la sociedad civil para mantener vivos proyectos que salvan vidas a diario.

La solidaridad cotidiana —esa que se materializa en una donación, una firma o una movilización ciudadana— es esencial. Pero existe una forma de que ese compromiso no se limite a nuestro tiempo de vida: el testamento solidario. Incluir a una organización humanitaria en el testamento es una manera de prolongar nuestra implicación en la defensa de la dignidad humana, incluso cuando ya no estemos.

El testamento solidario consiste en incluir a una organización en tu testamento, ya sea como heredera universal, junto a familiares, o bien a través de un legado concreto. No resta derechos a los herederos forzosos, (que siempre recibirán lo que les corresponde por ley), y puede formalizarse con un trámite notarial sencillo y asequible. En la práctica, supone dejar en manos de una organización una parte de tu patrimonio, y ello se traduce en más recursos para atender crisis humanitarias en cualquier lugar del mundo.

Hablar de testamentos en España ha sido, durante mucho tiempo, un tabú. Esa resistencia cultural para hablar de la muerte ha impedido que muchas personas reflexionen sobre qué quieren hacer con sus bienes una vez no estén, lo que se ha traducido en un cierto desconocimiento hacia la figura del testamento solidario.

Sin embargo, desde nuestra organización vemos cómo este silencio se va rompiendo y el interés por esta figura va creciendo. En 2024, los testamentos solidarios con Médicos Sin Fronteras aumentaron un 20% y suponen ya una fuente de financiación importante para sostener nuestra independencia y capacidad de respuesta.

Cada legado, grande o pequeño, contribuye directamente a que podamos instalar un hospital de campaña tras un bombardeo, distribuir vacunas o repartir agua en un campamento de desplazados. La generosidad de quienes deciden dar este paso se convierte en un motor de acción que llega a miles de personas.

La evolución de esta práctica también refleja un cambio cultural. Si hace años eran sobre todo personas mayores sin herederos directos quienes optaban por esta fórmula, hoy vemos perfiles más diversos. Se trata, en definitiva, de entender que hablar de la muerte no nos quita vida, sino que nos permite decidir cómo queremos que se proyecten nuestros valores más allá de nuestra existencia.

El testamento solidario tiene una importancia doble. En primer lugar, refuerza la autonomía personal, porque permite decidir qué hacer con una parte de los bienes que con tanto esfuerzo hemos construido a lo largo de la vida. Y, segundo, tiene un impacto directo en la acción humanitaria: al estar exentas de impuestos de sucesiones, las organizaciones reciben íntegramente lo legado. En el caso de MSF, supone sostener nuestra independencia financiera, clave para poder actuar en contextos tan delicados como Gaza.

Frente a un mundo en el que la ayuda humanitaria se reduce mientras las crisis se multiplican, el testamento solidario se convierte en un acto de resistencia ética. Es la manera de alargar la vida de un compromiso, de decir que lo que nos mueve hoy seguirá teniendo efectos mañana.

El testamento solidario es, en definitiva, un recordatorio de que la solidaridad no muere con nosotros. Al contrario: puede convertirse en el legado más poderoso que dejamos al mundo.

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