Ir al contenido
En colaboración conLa Ley

Europa blinda el origen: de las carteras de Ubrique a los cuchillos de Albacete

La nueva normativa europea sobre indicaciones geográficas no agrícolas abre una nueva vía legal para proteger la artesanía local en el mercado único.

La artesanía vive hoy un momento dulce. Tras décadas de desplazamiento progresivo frente a la producción industrial, crece el interés por productos con identidad: fabricados de forma manual, con materiales nobles, técnicas tradicionales y un fuerte vínculo con el territorio. Un cambio de mirada que no solo revaloriza el saber hacer local, sino que lo posiciona como un activo cultural y económico en alza.

En este contexto, las indicaciones geográficas se consolidan como una herramienta idónea para satisfacer esa demanda: protegen el nombre de un producto cuyas calidades o características están ligadas a una zona geográfica específica, estableciendo un vínculo estrecho entre calidad y origen.

A partir del próximo 1 de diciembre de 2025, los productores y fabricantes de bienes artesanales e industriales podrán solicitar la protección de sus productos mediante indicaciones geográficas (IG) a nivel europeo. El Reglamento (UE) 2023/2411, conocido como Reglamento IGAI, impulsado por la Comisión Europea y el Parlamento, y respaldado por autoridades locales y asociaciones de productores, supone un hito en la armonización normativa europea sobre las indicaciones geográficas no agrícolas.

Gracias a este nuevo marco legal, agrupaciones de productores, entidades locales e incluso, en casos excepcionales, productores individuales podrán obtener la certificación IGAI para identificar y proteger productos cuya calidad, reputación o características estén vinculadas a un territorio concreto.

España, con una rica tradición artesanal, podría ser uno de los grandes beneficiarios de esta normativa. Ejemplos emblemáticos no faltan: las carteras de Ubrique, las alpargatas de Menorca, la cuchillería de Albacete, el encaje de Camariñas o el damasquinado de Toledo, por mencionar solo algunos.

En 2022, el sector artesanal español generó 6.629 millones de euros, lo que representa el 0,49 % del Valor Agregado Bruto nacional y el 4,6 % del total de la industria manufacturera, dando empleo a unos 200.000 trabajadores. Un sector dinámico que sigue latiendo con fuerza y que ahora cuenta con un nuevo instrumento para proteger y proyectar su legado más allá de nuestras fronteras.

Hasta ahora, no existía una protección armonizada a escala europea para productos artesanales e industriales. Los productores que deseaban registrar una indicación geográfica de producto artesanal o industrial debían recurrir a la vía nacional, solicitando protección en aquellos países donde ya se preveía esta figura jurídica (como Francia o Portugal) o, en su defecto, optar por figuras jurídicas alternativas como las marcas colectivas o de certificación. En el caso de España, los interesados solo podían ampararse en marcas de certificación o de garantía, mecanismos que, si bien protegen y garantizan las características y calidades de propias del producto, no reflejan ni protegen su origen geográfico.

Ahora, el Reglamento IGAI unifica el marco legal europeo, eliminando las indicaciones geográficas nacionales de productos artesanales e industriales y creando una figura única válida en toda la Unión Europea.

La normativa introduce un sistema de registro en dos fases: una nacional y otra a nivel europeo. En España, las comunidades autónomas serán responsables de la primera fase, que incluye la recepción de la solicitud, su evaluación, la tramitación de oposiciones y la posterior remisión a la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO). Cuando el producto afecte a varias comunidades, la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) asumirá esa función.

La segunda fase estará a cargo de la EUIPO, que gestionará el procedimiento de oposición a escala internacional y decidirá si concede o no el registro de la indicación geográfica.

Este nuevo sistema no solo armoniza la protección jurídica de los productos artesanales e industriales en Europa; también reconoce su capacidad para generar valor desde lo local, proyectar identidad en un entorno global y preservar conocimientos que no se pueden automatizar. Es, sin duda, una oportunidad única para convertir patrimonio, tradición y saber hacer en ventaja competitiva.

Archivado En