Gonzalo Abellán (Matteco): “Hacemos que metales no preciosos se comporten como si lo fueran”
Químico de formación y empresario e investigador de profesión, la compañía que cofundó ha conseguido abaratar la producción del hidrógeno verde un 20%
En el proceso de producción del hidrógeno verde, la herramienta fundamental es una máquina llamada electrolizador, que, usando agua y electricidad procedente de fuentes renovables como materias primas, separa el hidrógeno del oxígeno gracias a un método cuyo origen se remonta a principios del siglo XIX conocido como electrólisis. La historia del científico y empresario Gonzalo Abellán, cofundador de Matteco y el investigador principal de esta empresa que ha logrado abaratar un 20% el coste de la producción de hidrógeno verde, da testimonio de qué elementos son inseparables a la hora de convertir una prometedora idea de laboratorio en una buena idea de negocio.
Pregunta: Su trabajo ha culminado en una empresa puntera que ayuda a abaratar el hidrógeno verde, pero ¿cómo empezó todo?
Respuesta: Yo soy químico. Empezó mientras hacía una tesis doctoral en la Universidad de Valencia con un enfoque muy teórico sobre el magnetismo. Trabajaba en intentar sintetizar (producir un compuesto químico usando otros elementos) una familia de materiales que, en el momento en el que yo hacía la tesis, no era un grupo de compuestos que estuviera de moda. Yo lo que intentaba era sintetizarlos de una manera que hasta la fecha no se había descrito en la literatura, usando metales muy abundantes como el níquel, el hierro, el cobalto o el manganeso. Elementos con propiedades magnéticas. Me dedicaba a intentar producirlos con la mayor pureza posible.
P: ¿Con qué fin lo hacía?
R: A priori no tenía ningún tipo de aplicación en el horizonte. Me enfrascaba en esa investigación, y mi madre me preguntaba que para qué servía. Hacía esfuerzos draconianos para explicar que era por avanzar las fronteras del conocimiento [ríe]. De repente, en mitad de la tesis aparecieron publicados en revistas especializadas dos trabajos, uno en Science y otro en Nature Communications. Esos trabajos habían descubierto que el material al que estaba dedicando mi vida era el mejor que habían descubierto nunca a la hora de disociar el agua en hidrógeno y oxígeno en condiciones alcalinas (cuando la reacción se hace en un líquido con acidez muy baja). Eso era increíble, porque hasta ese momento, lo que se usaba para generar esa separación entre hidrógeno y oxígeno eran metales preciosos como el platino, el iridio o el rutenio. Muy caros y muy escasos. Cuando vi aquello, me di cuenta de que había encontrado un porqué a mi tesis.
P: ¿Y qué sucedió una vez la terminó?
R: En 2014 me dieron una beca Marie Curie y me fui a Alemania a hacer un posdoctorado. Estudiando el grafeno, allí creé mi primer grupo de investigación. En el año 2018 me concedieron un proyecto europeo que se llama ERC, uno de los más prestigiosos dentro de la UE. Con ese proyecto y gracias a un plan de atracción de talento de la Generalitat Valenciana volví a España. Además de estas dos ayudas, también me apoyaron desde la Fundación La Caixa y el Ministerio de Ciencia. Mi mujer y yo acabábamos de ser padres, y con todo ese apoyo, volvimos aquí. Retomé el trabajo de la tesis pero con un foco muy claro: intentar encontrar una manera de hacer a gran escala esos materiales. Gracias al trabajo en equipo, conseguimos patentar en 2021 una forma diferente de sintetizar estos materiales y demostramos que era escalable al producir más de un kilo del material. En 2023 fue cuando me uní con el Grupo Zubi, con Iker Marcaide, presidente de este grupo dedicado a invertir en empresas y startups que tienen un impacto social y ambiental.
P: Se dedican a proporcionar los materiales necesarios para que funcionen los electrolizadores, no el electrolizador en sí.
R: Nos dedicamos a proveer el corazón del electrolizador. Si tú abres una de estas máquinas, hay un elemento llamado stack. Allí es donde se encuentran los electrodos y donde tiene lugar la reacción química. Tienes un ánodo, que es donde se produce el oxígeno, y tienes un cátodo, que es donde se produce el hidrógeno. Nosotros lo que hacemos es eso. Los ánodos y los cátodos. Nuestro primer producto fue un ánodo y estamos a punto de sacar nuestro segundo producto, un cátodo. Lo tenemos en fase precomercial. Lo que hacemos es facilitar la electrólisis sin usar ningún metal precioso, usando metales comunes, pero que se comportan como si fueran preciosos. Hemos logrado esto usando metales muy abundantes, baratos y que no están concentrados geográficamente.
P: ¿Cómo se logra que sea más eficiente el proceso de la electrólisis?
R: La primera patente que mencioné tenía forma de un polvo fino. Ese polvo, cuando lo medías, era mucho más eficiente que otros materiales. Dependiendo de cómo operaras el electrolizador, podía suponer un ahorro de aproximadamente un 20% en el coste del hidrógeno verde. Necesitas menos energía para tener la misma producción de hidrógeno. De un lado, ahorras en metales preciosos y, del otro, en el consumo energético. Tenemos una segunda familia de patentes que nos permite adaptar nuestro producto a cualquier forma del electrodo, lo que nos da una gran variedad de potenciales clientes a los que no podríamos servir sin este desarrollo, ya que simplemente no encajarían las piezas. Esas son las dos claves. La flexibilidad a la hora de crear esos electrodos y su eficiencia debido a que los catalizadores se comportan como un metal precioso sin serlo.
P: Apuestan por fabricar en Paterna, Valencia. ¿De dónde vienen hoy en día la mayoría de productos que sirven para abastecer a los electrolizadores y qué planes tienen respecto a la producción futura?
R: Tenemos en propiedad 10.000 metros cuadrados en Paterna. Allí vamos a abrir una fábrica con capacidad para producir el equivalente a un gigavatio de electrodos. La planta está ahora mismo en reformas y esperamos tenerla lista en 2025. Actualmente, estamos desarrollando nuestros productos en el vivero empresarial que tiene la Universidad de Valencia. Hoy en día, gran parte de los componentes de los electrolizadores vienen de Asia. Lo que sí se percibe es que la Unión Europea ha decidido apostar por que no ocurra con el hidrógeno verde lo que pasó con los paneles solares. Que Europa no pierda el tren esta vez, y que tratemos de evitar que gran parte de las patentes y tecnologías que se podrían haber desarrollado aquí se desarrollen en otros países para que luego nos lo vendan a nosotros. El hidrógeno verde es una revolución tecnológica en la que Europa y España todavía tenemos algo que decir. Pocas veces España ha estado entre los 10 primeros países de salida en una tecnología, en hidrógeno, es el caso.
P: ¿Para qué se puede usar el hidrógeno verde y, también, para qué no puede usarse? ¿Qué es y qué no es?
R: Cuando se piensa en hidrógeno verde normalmente se asocia con que es una especie de sustituto del gas natural. Se oye muchísimo el hidrógeno para la automoción, pero la aplicación más inmediata, cercana y que requiere hidrógeno en cantidades ingentes y que está más cerca de ser rentable económicamente es la producción de amoníaco. Algo tan sencillo como la producción de amoníaco para fabricar fertilizantes. Esa va a ser la aplicación más inmediata en llegar. Luego más allá, otras posibles aplicaciones son las industrias difícilmente electrificables. Producción de acero, industria cerámica. Esos modelos serán los más proclives al hidrógeno, pero la aplicación principal no es la movilidad todavía.
P: ¿Por qué?
R: El hidrógeno es maravilloso en muchas cosas pero tiene un gran problema. Es extremadamente volátil. Para este tipo de aplicaciones uno tiene que comprimir el hidrógeno y evitar que haya fugas. A nivel de ingeniería es muy complejo. Por eso hay mucha investigación en convertir el hidrógeno en moléculas líquidas más fácilmente y seguras de transportar, como el metano.
P: Me llama la atención el que hayas considerado que en España estamos en una muy buena posición en este campo, ¿qué papel crees que jugarán las inversiones de las grandes empresas? Si sus inversiones fallan o no se llevan a cabo, ¿la cadena entera podría resentirse?
R: Con el hidrógeno ha ocurrido algo muy positivo. Normalmente, cuando surge una tecnología disruptiva que amenaza con desplazar tecnologías establecidas y negocios muy grandes, esas empresas ya bien establecidas pueden ser una barrera de entrada al oponerse a esa incorporación. En este caso ha sido al revés. Las grandes empresas se han mostrado como las primeras interesadas en que el hidrógeno sea una realidad. Cuando los grandes están alineados con los que estamos empezando es perfecto.
P: Para terminar me gustaría hacerte dos preguntas. Qué dirías que es más desafiante, ¿ser investigador o empresario?
R: Es una pregunta complicada. Digamos que cuando uno es investigador y dirige un pequeño equipo de investigadores el carácter que percibo en las personas que hacen eso se parece muchísimo al carácter de un emprendedor de startups. El perfil es parecido, pero, por otra parte, el choque mental viene con la inmediatez y velocidad que requiere un negocio. En una investigación, sobre todo si es de carácter más fundamental, ese tiempo de reflexión y análisis choca con la perspectiva empresarial. Aunar esos dos mundos e intentar que coexistan y vayan en armonía es la parte más difícil. Los dos tienen su complejidad, lo difícil es hacer equilibrio entre ambos. Antes de ser emprendedor, un día extenuante de trabajo era un día en el que había estado horas y horas delante del ordenador o de un folio intentando entender un fenómeno. En el mundo de la empresa, un día de trabajo intenso es cuando has respondido 50 emails y 20 llamadas, con 10 reuniones. Se trata de un periodo de concentración largo e intenso versus resolver muchos problemas en muy poco tiempo con una gran reactividad.
P: ¿Y qué es lo más estimulante?
R: La sensación de ver cómo un descubrimiento pasa del laboratorio al mercado es algo increíble. Yo soy científico y la curiosidad me mueve, pero el traducir la ciencia a la realidad, eso es precioso.