España arriesga 53.000 millones en redes eléctricas mientras Europa pisa el acelerador
La nueva tasa retributiva del 6,46% propuesta por la CNMC es inferior a la de otros países europeos e introduce condiciones que desincentivan el capital y elevan el riesgo financiero
España tiene sobre la mesa un plan ambicioso: invertir más de 53.000 millones de euros en redes eléctricas de transporte y distribución hasta 2030 para modernizar su sistema energético y cumplir con los objetivos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC). Pero esa inversión estratégica corre peligro. El nuevo sistema retributivo propuesto por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), lejos de incentivar esa transformación, introduce condiciones que desincentivan el capital, elevan el riesgo financiero y amenazan con dejar a España rezagada respecto al resto de Europa.
Mientras la Unión Europea plantea la necesidad de movilizar hasta 584.000 millones en infraestructuras eléctricas de aquí a 2030, y países como Alemania, Italia o Francia preparan marcos regulatorios estables y competitivos, España se arriesga a ser menos atractiva para los inversores justo cuando más inversión necesita.
El nuevo modelo planteado por la CNMC fija una Tasa de Retribución Financiera (TRF) del 6,46%, que si bien es superior a la del periodo regulatorio anterior (5,58%), está muy por debajo de lo que ofrecen otros países europeos. Italia, por ejemplo, aplica un 8,1%; Reino Unido, un 7,6%; Suecia, un 7,3%; y Dinamarca, un 7,2%. Incluso dentro de España, sectores como el aeroportuario (8,03%) o las telecomunicaciones (6,98%) cuentan con mejores condiciones.
En un momento de alta competencia global por atraer capital privado, esta tasa resulta poco atractiva, sobre todo cuando el modelo añade nuevas incertidumbres que elevan el riesgo. Para que los más de 53.00 millones previstos puedan movilizarse, las condiciones financieras deben ser claras, estables y alineadas con el coste real del capital, algo que muchos expertos consideran que no se está cumpliendo con la propuesta actual.
Uno de los puntos más controvertidos del nuevo marco es la manera en que se retribuyen las inversiones en redes de distribución. Según el modelo propuesto, las compañías solo recibirán ingresos por las infraestructuras una vez que haya nuevos clientes conectados. Esto implica que si una empresa eléctrica invierte hoy en ampliar la red para un polígono industrial en desarrollo, no empezará a cobrar por esa inversión hasta que se materialice la demanda, lo que puede tardar entre cinco y ocho años.
Este enfoque castiga las inversiones anticipadas, que son justamente las necesarias para desbloquear más de 60 gigavatios (GW) de demanda eléctrica actualmente en lista de espera por falta de capacidad en la red. Si no se construyen líneas nuevas de forma proactiva, la electrificación de sectores clave como el transporte, la industria o la vivienda no podrá avanzar. Las empresas eléctricas no pueden asumir el riesgo de invertir millones de euros sin certidumbre de retorno ni de plazo.
Si no se corrige la regulación, no solo se retrasa la electrificación sino que se compromete la competitividad industrial
La Comisión Europea ha advertido de forma reiterada que el éxito de la transición energética pasa por modernizar y expandir las redes eléctricas, y ha instado a los Estados miembros a diseñar marcos regulatorios que permitan movilizar inversiones. El Plan REPowerEU, aprobado tras la crisis energética derivada de la guerra en Ucrania, refuerza aún más este mensaje: Europa necesita más electrificación, más renovables y más redes.
En este contexto, la mayoría de los países están ajustando sus políticas para captar inversiones estratégicas. Alemania ha anunciado incentivos fiscales y estabilidad regulatoria para el despliegue de infraestructuras. Francia ha aumentado su TRF y está simplificando trámites para acelerar conexiones. Italia lidera los rankings europeos en cuanto a retorno de inversión en redes eléctricas. España, sin embargo, podría quedar relegada si no ajusta su regulación a esta nueva realidad.
El impacto de perder este tren sería profundo. No se trata solo de retrasar la electrificación, sino de comprometer la competitividad industrial, la atracción de centros de datos y proyectos tecnológicos, y de encarecer la factura eléctrica de los ciudadanos por una red sobredimensionada pero infrautilizada. En regiones ya saturadas como Cataluña, la Comunidad Valenciana, Madrid o el eje del Ebro, la imposibilidad de conectar nueva demanda está frenando el crecimiento empresarial y la inversión extranjera. Si el marco regulador no incentiva reforzar la red, estos territorios podrían quedar atrás en el mapa energético y económico europeo.
Además, si no se invierte de forma anticipada en redes de distribución, España no podrá asumir el aluvión de renovables previsto para 2030, lo que también pondrá en riesgo los objetivos de descarbonización. Una red débil no solo es un freno a la transición energética, sino también una amenaza a la resiliencia ante fenómenos extremos, como las olas de calor, las danas o las crisis energéticas externas.
El sector eléctrico insiste en que España tiene el conocimiento técnico, el tejido empresarial y la voluntad política para liderar la electrificación, pero necesita un modelo retributivo que esté a la altura del reto. Es necesario alinear la regulación con los objetivos del PNIEC y con la estrategia europea. No se puede pedir inversión récord con reglas que no garantizan retorno ni seguridad financiera.
En definitiva, España no puede permitirse quedarse atrás en la carrera por electrificar su economía. Perder los 53.000 millones previstos no solo implicaría desperdiciar una oportunidad histórica de modernización energética, sino también debilitar la posición del país en el tablero europeo. La electrificación no se consigue solo con metas climáticas: se construye kilómetro a kilómetro de red. Y eso, sin un marco retributivo justo, simplemente no ocurrirá.
Foro Mercado Libre es un think tank que promueve el desarrollo de una economía de mercado competitiva en Europa