Columna

Abdicar la responsabilidad

Europa solo puede culparse a sí misma del lío. Algunos lumbreras como José Manuel Barroso, presidente de la Comisión, o el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, arremetieron contra la decisión de Moody's de rebajar la calificación de la deuda portuguesa. Pero Europa ha malgastado muchas ocasiones para neutralizar el poder de estas entidades. Y, en su lugar, las ha convertido en un fetiche. Ejemplo de ello es el enfoque que ha adoptado el BCE en relación a Grecia.

Durante años, el sistema financiero ha prestado demasiada atención a Moody's, Standard & Poor's y Fitch, que deberían ser tratadas como cualquier opinión en el mercado. Pero su posición privilegiada les permite crear el caos. No es solo que los inversores aguarden cada una de sus palabras, también están inmersos en el sistema de regulación bancaria. Sin embargo, las agencias son en ocasiones demasiado lentas para detectar problemas. Y cuando cambian de opinión pueden ayudar a provocar una estampida.

Podría llegar a pensarse que los políticos captaron el mensaje tras el estallido de la burbuja puntocom en 2000. Que deberían haberse dado cuenta de la crisis de crédito. Pero no. Por supuesto, es muy difícil decir a los inversores que no hagan caso de lo que dicen las agencias. Pero a pesar de discusiones interminables y de reformas a medio camino, nadie en el poder adoptó la opción radical de amenazar a las agencias como a cualquier viejo analista.

El error más claro ha sido la decisión del BCE de vincular la resolución de la crisis griega -y el futuro de Europa- a lo que piensen estas entidades. El BCE afirma que no aceptará deuda del Gobierno heleno como garantía si las agencias creen que Atenas ha quebrado. Pero el BCE no debería confiar en las agencias para que le digan si Grecia ha quebrado. Podría pensarse que la UE es lo suficientemente lista como para formarse su propia opinión. Abdicando la responsabilidad de esa manera, no es de extrañar que todos se inclinen ante ellas como si fueran semidiosas. Y ahora Europa se queja.

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