‘Operación liquidar a Menéndez’: el principio del fin en el ‘thriller’ de Unicaja

Sube la temperatura ante el cambio de gobernanza del banco previsto para el próximo mes de julio, con el mal cierre de año como pistoletazo de salida

Unicaja, el sexto banco por capitalización del país, presentó sus cuentas el pasado 31 de enero. La entidad andaluza arrojó unos beneficios de 260 millones el pasado año, un 89% más. Paradójicamente, sufría importantes caídas en Bolsa. Los analistas dieron cuenta del desaguisado bursátil: la compañía se anotaba números rojos por valor de un millón de euros si se tomaba de forma independiente el periodo entre octubre y diciembre. “El consenso de mercado estima que, por tamaño y estructura, Unicaja debe sumar ganancias en el entorno de los 35 millones al trimestre. Quienes siguen a la compañía se quedaron helados al ver el cierre del ejercicio”, exponen fuentes próximas a la sociedad. Ese aparente mal desempeño se vinculó oficialmente con la constitución de provisiones extraordinarias de casi 50 millones “para prever el posible deterioro de la economía derivado del mantenimiento de una inflación elevada”.

Lo que no relató el banco en su presentación es el agrio cruce de reproches que se vivió a resultas de esas provisiones extra en el Consejo de Administración convocado para formular las cuentas. No en vano, esos ajustes de última hora ensuciaban los números del ejercicio y la gestión del consejero delegado, Manuel Menéndez. “Como si el descontrol de los precios se hubiera descubierto en el último trimestre”, explican fuentes internas de la casa conocedoras del episodio. El golpe, comunicado a bocajarro a los miembros del cónclave y deslizado como un imperativo de los modelos internos implementados por el banco, provocó un enfado monumental en los representantes de Liberbank, que lo interpretaron como una puñalada de pícaro. En el fondo, intuyeron que era la primera piedra del caso que se barruntan contra el primer ejecutivo, cabeza visible de la rama asturiana.

Todo comenzó en julio de 2021. Unicaja y Liberbank cerraban, al segundo intento, su acuerdo de integración y, a la vez, entre bambalinas y pese a las buenas palabras, daban el pistoletazo de salida a una guerra sin cuartel por el control del nuevo banco. El pacto concedía a los sureños un 60% de la entidad y a los del norte, el 40%. Los primeros, empero, siempre sintieron que la ecuación de canje les perjudicaba y que nunca se hubiera cerrado en esos términos si no hubiera sido por la presión del Banco de España. Es más, entre bambalinas a menudo deslizaban las contingencias indeseadas que incorporaba el banco asturiano y los sapos que tuvieron que tragar para alumbrar un banco común. En todo caso, el compromiso incluía la obligacion de evaluar al consejero delegado a los dos años y enviar al Banco Central Europeo (BCE) un plan de sucesión. En función de esa hoja de ruta, la presidencia debe despojarse de los poderes ejecutivos y dar paso a un chairman, según la terminología anglosajona.

Precisamente en julio de 2023 se cumplen esos dos años y, por lo tanto, en el próximo trimestre debe sustanciarse la estructura del nuevo gobierno corporativo de la sociedad. El primer paso es la junta que debe ratificar entre los próximos 30 y 31 de marzo el nuevo Consejo de Administración, ya con control andaluz. Ése es el principio del fin de una contienda que no se ha desviado un ápice del guion inicial y que tiene un final escrito a fuego: la toma de control real del banco por parte del oficialismo malagueño. Para ello ha habido que pasar por diferentes etapas. La primera, la salida de Braulio Medel, el histórico dirigente de la casa durante los años de inmarchitable socialismo en la Junta, reticente a soltar las riendas de la Fundación Unicaja -principal accionista del banco con un 30% del capital- y a quien la institución acusaba sotto voce de forjar una pinza con Menéndez. Después, la renovación a fondo de toda la Fundación para licenciar a los patronos díscolos y adecuarla a la nueva era bajo la batuta de José Manuel Domínguez, el que fuera sombra y seguro sucesor de Medel durante décadas. Y finalmente, trasladar al Consejo de Administración de Unicaja ese equilibrio de fuerzas, tras la salida de nueve consejeros en apenas doce meses. No es de extrañar que tanto la vicepresidenta economica, Nadia Calviño, como el BCE hayan intervenido en algún momento para apaciguar la barahúnda. Tampoco que, irónicamente, la junta se celebre en segunda convocatoria en pleno Viernes de Dolores.

Con semejantes antecedentes, el temor en las filas asturianas es que el siguiente en la lista de damnificados sea Menéndez. De hecho, no parecería razonable que, después de tanto esfuerzo para depurar su propia casa, la Fundación se detuviera ahora y dejara en manos ajenas el único cargo con poder ejecutivo que quedará en el banco después de julio. En ese escenario, la reevaluación es el momento perfecto para proceder al reemplazo, si bien el movimiento requiere cautela y una argumentación sólida. Ahí es donde entra en juego el irregular colofón del año, pero sobre todo un dato que los críticos esgrimen con contundencia. A cierre de 2022, Unicaja es el banco que presenta, con mucho, el peor rendimiento sobre fondos propios (ROTE, por sus siglas en inglés) dentro del G-6. Mientras Santander cerró el ejercicio con un 13,37%; CaixaBank, con el 9,8%; BBVA lo elevó hasta el 15,3%, Bankinter, al 12,7%, y Sabadell el 8%, la antigua caja andaluza apenas puede aportar credenciales del 4,4%. La ratio es importante en tanto ayuda a medir la rentabilidad de una entidad financiera.

Más allá de que Menéndez no es peso pluma -más bien se trata de un superviviente nato de cualquier proceso de fusión-, no falta quien en la Avenida de Andalucía ya especula sobre posibles sustitutos, con Isidro Rubiales, actual director general adjunto al presidente con responsabilidades en Control, Estrategia y Relaciones con Supervisores, como mejor colocado. Tampoco está demasiado claro cómo se resolverá la nueva condición del presidente. Si la Fundación apuesta por la continuidad de Azuaga, se abre un debate jurídico sobre bajo qué estatus legal (tal vez consejero externo) podría permanecer al frente de la institución, para cuyo consejo tiene mandato en vigor durante tres años más. El caso Azuaga será la secuela del caso Menéndez entrado el año.

Al margen de los nombres, lo que se preguntan ilustres partícipes en el thriller de Unicaja es si una empresa cotizada, abierta al mundo, debe mantener una pulsión localista tan marcada. Basta con acercarse a internet, donde se recogen en su integridad plenos del Ayuntamiento de Málaga para apreciar la imbricación de la política regional con la gobernanza de una empresa que, a fin de cuentas, cotiza en el Ibex. Quizás el hallazgo de las fundaciones, último reducto de los usos y costumbres de aquellas cajas de ahorros, también merezca un sosegado debate.

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