La caída a plomo de la luz pone temporalmente en ventaja a la industria española
El precio de la energía es un factor cada vez más decisivo, pero el sector advierte de que este cambio de tornas solo es coyuntural. Subvenciones incluidas, las empresas francesas y alemanas cerrarán 2024 con una factura eléctrica menor
Las grandes economías de la eurozona llevan años subvencionando a su industria para capear los altos costes energéticos, con la aquiescencia de Bruselas. Unas ayudas públicas en las que España ha quedado claramente atrás y que han creado una ventaja artificial e injusta para las empresas manufactureras del centro y el norte del continente. La caída a plomo del precio de la electricidad en la península Ibérica, en mínimos históricos, ha dado ...
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Las grandes economías de la eurozona llevan años subvencionando a su industria para capear los altos costes energéticos, con la aquiescencia de Bruselas. Unas ayudas públicas en las que España ha quedado claramente atrás y que han creado una ventaja artificial e injusta para las empresas manufactureras del centro y el norte del continente. La caída a plomo del precio de la electricidad en la península Ibérica, en mínimos históricos, ha dado la vuelta a la foto fija continental. Al menos, coyunturalmente.
Tras lustros de desventaja competitiva, exacerbada en los últimos tiempos por la crisis energética —que ha llevado a los países más ricos del continente a pisar aún más el acelerador en las ayudas a sus compañías—, la industria española vuelve de competir tú a tú con sus pares europeas gracias al factor que ganará peso en los próximos años: la factura de la luz. Por ahora, no obstante, esta nivelación solo tiene carácter temporal, dado que la brusca caída del precio de la luz tiene muchos tintes primaverales: un caudal hidroeléctrico sin apenas precedentes y un notable tono tanto del viento como del sol.
“La industria española está empezando a notar, y mucho, la caída del mercado mayorista”, completa Luis Atienza, expresidente de Red Eléctrica de España (REE), que recuerda que las dos terceras partes de las firmas electrointensivas, aproximadamente, tienen su precio vinculado al mercado diario o a los mercados a muy corto plazo. “A estas alturas ya está claro que el precio medio aquí va a ser más bajo, pero la clave es cómo dar estabilidad a esta ventaja competitiva”.
“Con el precio de la electricidad, la industria española siempre ha tenido un déficit respecto al resto de países de la UE. Que eso no sea así ahora es una novedad de los dos últimos meses”, reconoce Pedro González, director general de la Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía (AEGE). “Pero es coyuntural, no estructural”, apostilla al otro lado del teléfono al tiempo que recuerda que la demanda —y, muy particularmente, la industrial—, sigue renqueante.
Tanto los datos de marzo (cuando el precio mayorista de la luz rondó los 20 euros por megavatio hora) como de la primera mitad de abril (poco más de cinco euros, la cifra mensual más baja de toda la serie histórica) apuntan a una mínima ventaja de la industria electrointensiva española respecto a la alemana y la italiana. “En marzo y abril estamos en ventaja, pero esto no será así el resto del año: a partir del verano, los futuros apuntan a valores más altos”, apunta González. “Además, los industriales alemanes van a tener compensaciones adicionales por costes indirectos de dióxido de carbono (CO₂) y en Italia van a ampliar las reducciones fiscales”. Más leña a la ya de por sí viva lumbre de las ayudas industriales con dinero público.
El peso del precio mayorista de la luz en la factura de las empresas industriales españolas es notablemente menor que en Francia, Alemania o Italia. Por varias razones: en el resto de Europa, estas compañías apenas pagan servicios de ajuste (el coste para el sistema de igualar la oferta y la demanda en todo momento a lo largo del día) y están sujetas a menos peajes y cargos. Además, sus mecanismos de compensación por costes indirectos de CO₂ son notablemente más generosos.
La cotización diaria de la electricidad empezó a bajar en España a mediados de febrero y, desde entonces, el ritmo de caída no ha dejado de acelerar. Hasta el punto de que, en las últimas semanas, el mercado ha llegado a registrar valores negativos en varios tramos horarios por primera vez desde que hay registros. “Es una muy buena noticia, pero, por la propia dinámica de los pedidos industriales, se opera con mucho margen de anticipación y eso hace que aún no se esté notando en la producción industrial”, subraya el jefe de AEGE, que recuerda que algunas medidas de ayuda, como la bonificación del 80% de los peajes eléctricos vencen en julio. “A partir de entonces, no sabemos qué va a pasar”.
Leo Gago, analista de mercados energéticos del grupo ASE, que trabaja mano a mano con un buen número de empresas del sector secundario, acota la bajada a un grupo concreto de compañías: “Esto afecta a quiénes están indexados al mercado mayorista; al resto, los que tienen coberturas, no tanto: esos se verán beneficiados cuando les toque renovar”. De sus clientes, con todo, lo que les llega es un claro punto de inflexión: “Los precios que están pagando no tienen nada que ver con los últimos meses”.
Cómo dar continuidad a largo plazo
Con todo, para que la ventaja competitiva de la industria española se consolide a largo plazo y el precio de la luz se convierta en un elemento definitivo para atraer fábricas que hoy están en otros países de la UE, hace falta más. “A futuro, lo mejor sería que una parte de la energía que el sistema compra mediante las subastas de renovables se reasignase en subasta a la industria electrointensiva, en condiciones de plazo y perfil de consumo más ajustado a sus necesidades”, propone Atienza. “Lo más importante es que la industria tenga ya la visibilidad sobre el precio de la energía a cinco o siete años vista”.
Alejandro Labanda, de la consultora BeBartlet, llama, también, a “darle una vuelta a la red” para evitar que las “muchas peticiones de acceso que hay pendientes por el lado de la demanda” no se queden en el aire. “El efecto llamada de los precios bajos está claramente ahí, tanto para la electrointensiva como para los centros de datos, pero para poder aprovechar esta situación hay un gran reto administrativo por delante. No se puede perder este momentum”, urge.
Europa, en desventaja
Más allá de esta pugna entre países por tratar de atraer a las grandes empresas industriales, el gran asunto que definirá el futuro del sector secundario europeo en los próximos años es la competencia exterior. Tanto en Estados Unidos —que acaba de relanzar a sus empresas con la potente Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés)— como en China, las empresas electrointensivas pagan mucho menor por su factura de la luz. En según qué casos, según fuentes del sector, la diferencia es de uno a dos: en algunos países de la UE, estas compañías llegan a pagar más del doble.
“Hoy por hoy, Europa no puede competir con los precios de la electricidad generada con gas en EE UU. Pero las renovables son una oportunidad para darle la vuelta a esta desventaja: si conseguimos que nuestros productos tengan el sello verde, tendrán una entrada mucho mejor en el mercado global”, zanja Labanda. “Los europeos tenemos que saber jugar con nuestras armas. Entre ellas, el liderazgo regulatorio”.
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