La otra salida a Bolsa de Puig: una sofisticada reunión familiar con buen rollo
El estreno de la compañía catalana ha mezclado la algarabía de la familia y las especulaciones de la siguiente gran operación, la fusión BBVA-Sabadell
Un tenue y sofisticado color beige pensado para la ocasión cubría este viernes los suelos y paredes de la sede de la Bolsa de Barcelona y hasta la ropa de los asistentes contratados para el acto y la nube de perfumes de los asistentes daban el toque final a la puesta en escena necesaria. Puig estaba a punto de culminar el gran salto que lleva un año preparando: su salida a Bolsa. Antes de dar el tradicional toque de campana, Marc Puig, el presidente y ...
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Un tenue y sofisticado color beige pensado para la ocasión cubría este viernes los suelos y paredes de la sede de la Bolsa de Barcelona y hasta la ropa de los asistentes contratados para el acto y la nube de perfumes de los asistentes daban el toque final a la puesta en escena necesaria. Puig estaba a punto de culminar el gran salto que lleva un año preparando: su salida a Bolsa. Antes de dar el tradicional toque de campana, Marc Puig, el presidente y consejero delegado de la multinacional catalana de perfumería, cosmética y moda, ha pronunciado el discurso que tenía preparado, de agradecimiento y confianza en el futuro. Pero se le ha quedado dos minutos corto: “Estoy viendo la cuenta atrás para que salga en pantalla la primera cotización. Si sale por encima de lo establecido, todos aplaudimos; si sale por debajo, apagamos la pantalla y nos vamos corriendo”, ha improvisado en broma, delante de familiares, amigos e inversores expectantes.
La salida a Bolsa de Puig se ha vivido como un éxito compartido, especialmente en Barcelona, donde parte del mundo económico vive la posible fusión del BBVA y el Banco Sabadell como una pérdida de influencia, y donde no se vivía una salida al mercado continuo en el parqué barcelonés desde 2007, cuando se estrenó Fluidra. Había ganas de reivindicar la capital catalana como centro económico, y con Madrid en pleno puente y la ciudad vaciada, Barcelona recibía todos los focos: ahí estaban el presidente del Círculo de Economía de Barcelona, Jaume Guardiola; el presidente de la patronal catalana Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre; o la presidenta de la asociación Barcelona Global, Maite Barrera. Algunos han echado de menos más representantes institucionales o hasta miembros del Gobierno de la Generalitat, para que quedase claro el compromiso con las empresas catalanas; y más en plena campaña electoral, en la que ha salido ya la pregunta sobre qué debería hacerse para que vuelvan las empresas que se fueron de Cataluña por el procés en 2017. Ante las televisiones catalanas, Puig ha recordado que su empresa se fundó en Barcelona y que su primera filial en Estados Unidos llevaba el nombre de la ciudad. “Somos de aquí y estamos encantados de hacerlo desde aquí”, ha dicho.
Las sonrisas se sucedían en el patio de butacas (unas sillas de apariencia nórdica) que habían dispuesto para la ocasión. Las caras de felicidad, las enhorabuenas y los apretones de manos se replicaban ante una operación que es un motivo de satisfacción para todos. Para la empresa y la familia, que consiguen llevar a buen término la transacción; para los bancos de inversión, que se embolsan una buena suma de millones en comisiones tras un año para olvidar; y para la propia Bolsa, que ansía que Puig pueda ser el ejemplo para otras grandes empresas familiares, renuentes a cotizar, para que se lancen a los mercados. Javier Hernani, el consejero delegado de BME, apenas podía esconder su emoción: “Puig es parte de nuestra vida. Siempre hemos tenido todos a Puig cerca”. En el ambiente, el nombre de otras empresas —también muy conocidas, esas que también nos han acompañado a todos— que a la Bolsa ocasionaría tanta o más satisfacción que la irrupción del gigante catalán de los perfumes.
Pero lo que se respiraba en la mañana de los estrenos era sobre todo la euforia de un acontecimiento familiar, una especie de comida de domingo pero a gran escala. En su discurso, Marc Puig ha repasado la historia de la empresa, fundada en 1914 por su abuelo Antonio Puig, quien empezó importando productos de Inglaterra, y quien pudo salir fuera y hacer carrera, ha dicho, gracias al empeño del bisabuelo, “un agricultor de Vilassar de Dalt”. Marc Puig es el representante de la tercera generación en una saga que ya ha decidido que la cuarta generación no estará al frente de la gestión. Pero el compromiso de sangre sigue intacto: en la salida a Bolsa, el control de la familia en lo económico y político está garantizado.
Para subrayarlo, ha usado la misma fábula que utilizó su hija Pilar en su discurso de graduación, un cuento sobre una competición de aves para volar alto, en el que un jilguero logra volar por encima de un águila imperial por el salto que da. “Si hemos logrado volar tan alto es porque somos un jilguero que se ha podido apoyar en las espaldas de gigantes, nuestros padres y abuelos”, y ha recordado las palabras de su abuelo, las únicas que ha pronunciado en catalán en su discurso: “Feu pinya perquè junts sereu més forts [manteneos unidos porque juntos seréis más fuertes]”. “Es gracias a la cooperación, a que somos una familia con grandes dotes de generosidad, que hemos llegado donde hemos llegado”, ha apuntado.
A diferencia de las comidas de Navidad de muchas sagas, los Puig parecían una familia bien avenida. Las primeras filas estaban reservadas para ellos. Aunque como decía Tolstói, cada familia es infeliz a su manera, lo cierto es que con 1.360 millones debajo del brazo las cosas se ven con más calma. Incluso el propio Marc Puig invitó a su mujer, también llamada Pilar, a comprar acciones: “Ahora me podrá reñir si las acciones caen”.
Solo otra gran operación y otra enseña catalana robaron algo del protagonismo a Puig en las conversaciones de los corrillos anteriores y posteriores al toque de campana. Entre la Bolsa de Barcelona y Sant Cugat del Vallés, donde está la sede operativa del Banco Sabadell, distan unos 42 kilómetros, y el cerebro de algunas mentes que poblaban la Bolsa había ya hecho ese viaje. El apetito de los bancos de inversión es voraz y, con la salida a Bolsa de Puig ya finiquitada, piensan ahora en la gran fusión bancaria entre BBVA y Sabadell. No en vano, tiene varios guiños catalanes.
La casualidad fue que los dos bancos que han pilotado el estreno de Puig en Bolsa hayan sido JP Morgan y Goldman Sachs. En el parqué catalán sus banqueros confraternizaban esta mañana, conscientes de que mañana tendrán que enfrentarse cuerpo a cuerpo en la fusión: JP Morgan es el asesor de BBVA y Goldman Sachs, junto a Morgan Stanley, de Banco Sabadell. El presidente de JP Morgan en España, Ignacio de la Colina, y Juande Gómez-Villalba, director general de banca de inversión de Goldman Sachs en España, presenciaron el debut de Puig uno al lado de otro, sentados en sillas contiguas, cabeza con cabeza.
Todo ello aderezado con una ausencia sonada, la de Josep Olíu, que además de presidente del Banco Sabadell es vicepresidente de Puig. La noticia saltó el martes 30 de abril, con un tuit del periodista inglés Mark Kleinman, justo el mismo día que Puig fijaba el precio de su salida a Bolsa, en lo más alto de la franja prevista. Dos caminos de dos enseñas catalanas que se entrecruzan, aunque con un destino totalmente opuesto. El de Sabadell, si unirse o no a BBVA en un gran grupo bancario; el de Puig, reivindicarse no solo como una empresa catalana, sino como una enseña global que llama a la puerta de los inversores de todo el mundo.
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