La eólica europea hace catarsis en Bilbao
Tras un trienio de dificultades, el sector se conjura para poder atender el ingente ritmo de instalaciones previsto para los próximos años
Bilbao es, esta semana, un gigantesco diván sectorial. Un diván en el que se sentará una industria al completo, la eólica, entrampada en una bicefalia plagada de paradojas. Llamada a desempeñar un papel clave en la transición energética y, a la vez, inmersa en la fase más crítica de su todavía corta historia, con varios fabricantes en serios apuros financieros, una creciente competencia exterior —sobre todo china— y precios de la elect...
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Bilbao es, esta semana, un gigantesco diván sectorial. Un diván en el que se sentará una industria al completo, la eólica, entrampada en una bicefalia plagada de paradojas. Llamada a desempeñar un papel clave en la transición energética y, a la vez, inmersa en la fase más crítica de su todavía corta historia, con varios fabricantes en serios apuros financieros, una creciente competencia exterior —sobre todo china— y precios de la electricidad a la baja, lo que inevitablemente reducirá sus ingresos futuros.
Con ese cóctel de factores como telón de fondo, la patronal eólica europea, WindEurope, congregará este miércoles y este jueves a los mayores fabricantes y a las mayores eléctricas que apuestan por una tecnología en la que Bruselas tiene depositadas muchas esperanzas: su hoja de ruta pasa por que la mitad de la electricidad provenga del viento en 2050. Entre ceja y ceja, una meta: sacudirse el reciente mal agüero y levantar cabeza tras cuatro años de zozobra, los transcurridos desde una pandemia que dislocó las cadenas de suministro y disparó los costes de los principales fabricantes comunitarios, dejando en papel mojado todas sus previsiones financieras.
“Es hora de demostrar nuestro valor”, se lee en la carta de presentación de la cita. “El viento no va solo de luchar contra el cambio climático, sino de empleo, innovación y soberanía. De él dependen 350.000 puestos de trabajo en Europa”. Tras varias peticiones de auxilio en los últimos meses, el escrito no podría ser más explícito: “2024 promete ser un año definitorio en lo político, con elecciones en junio y una nueva Comisión tomando posesión en diciembre. La energía eólica será objeto de un enorme escrutinio, con los gobiernos sopesando los costes de la transición energética”. Todo un aviso a navegantes.
“El sector lleva años en problemas”, reconoce por teléfono Vegard Wiik Vollset, vicepresidente de la consultora Rystad Energy. “En el caso de los fabricantes, porque tras la pandemia tuvieron que asumir unos sobrecostes que no pudieron repercutir y por la competencia china, que está siendo muchísimo mayor de lo que era y que ha presionado a la baja los precios”, dice desde Oslo. “En el de los desarrolladores, aunque algunos siguen haciéndolo bastante bien, la expectativa de crecimiento también ha disminuido bastante”.
El jefe de renovables de la firma noruega de análisis se refiere así a aquellos años “de grandes prisas” en los que “se celebraron, casi a la carrera, subastas muy agresivas que resultaron en precios bajos y acuerdos de venta de energía a largo plazo que, en muchos casos, no eran económicamente viables”. De aquellos polvos, estos lodos.
Ante las acuciantes urgencias del sector, el Ejecutivo comunitario anunció en octubre pasado un potente paquete de ayudas para ayudarlo a salir a flote. “Su camino está repleto de retos que requieren de una acción inmediata: una demanda incierta e insuficiente, una concesión de permisos que sigue siendo lenta y compleja, dificultades en el acceso a materias primas, encarecimiento de las mismas, un diseño de las subastas que ofrece poco respaldo, una mayor presión por parte de competidores internacionales y riesgos sobre la disponibilidad futura de fuerza de trabajo cualificada”, exponían entonces las altas instancias comunitarias.
¿Es la cita de este miércoles y jueves en Bilbao más parecido a una catarsis? “Nos hemos dado cuenta de que el ritmo y la planificación es muy importante, pero que aún lo es más que cada paso que demos sea sólido”, esboza Juan Virgilio Márquez, director general de la Asociación Empresarial Eólica (AEE, la voz del sector en España). “La gran crisis de los últimos años parece que ha pasado ya. La hemos superado como hemos podido, y ahora hay que estar preparados para el próximo ciclo”.
El encuentro tiene un especial simbolismo para una empresa con sede a una decena de kilómetros del centro de convenciones en el que se dará cita la flor y nata del sector: Siemens Gamesa. Pese a su reciente perfil bajo, tras su rescate por el Estado alemán, el fabricante de aerogeneradores es el mejor exponente de la trayectoria de la eólica en los últimos tiempos. A sus problemas propios, con una nueva plataforma de producción que ha dado importantes errores, se suman los lastres que afrontan el resto de grandes conglomerados industriales europeos. Una combinación que ha provocado un reguero de números rojos que —con suerte para sus intereses— debería terminar en 2026.
Mejora reciente
“La mayoría de compañías del sector hemos mejorado en lo financiero, con ebitdas ya positivos. Seguimos lejos de una rentabilidad sostenible, pero las cosas van un poco mejor”, decía este lunes el presidente de la patronal europea WindEurope y consejero delegado de Nordex, José Luis Blanco, durante una visita a la fábrica de palas eólicas de Lumbier (Navarra) a la que este diario asistió en calidad de invitado. Fue él mismo quien, en septiembre, lanzó el mayor SOS del sector en una entrevista con EL PAÍS: “El sector se está deslocalizando a pasos acelerados”, decía entonces.
Hoy, Blanco ve en la cumbre vizcaína una “oportunidad” para mandar un mensaje claro: si Europa quiere cumplir sus objetivos, tendrá que duplicar el ritmo de instalaciones eólicas en lo que queda de década. “No solo es el cambio climático, también hay razones de seguridad nacional: igual que asumimos que otros sectores, como la defensa, son críticos, creemos que la energía también debe serlo”, zanja.
“Pese a los importantes problemas recientes, la eólica sigue siendo fundamental para descarbonizar el sector energético europeo. Nadie tiene dudas sobre eso: la solar te puede dar mucho, pero necesitas una mezcla muy bien diversificada”, desliza Vollset. La gran pregunta, dice, es hasta qué punto el continente está dispuesto a pagar más y a pedir a los reguladores que exijan un mínimo de componentes de origen europeo para evitar una externalización completa de toda la cadena de suministro de la eólica, como ha pasado con los paneles solares. “Es un equilibrio que hay que alcanzar”.
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