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Más de 12 millones de euros por el CR7 de los caballos

Más de 12 millones de euros por el CR7 de los caballos.

Llegan como estrellas del rock, en camiones inmensos valorados en 400.000 euros y en aviones cuyo billete cuesta unos 8.000 euros. Disfrutan de todos los cuidados, como los que les proporciona la osteópata francesa Dormitille Debiesse: “Son atletas, sufren mucha carga en los predorsales a causa de los saltos. Mi trabajo es reequilibrarlos a base de estiramientos. A los que son profesionales los atiendo antes de que les duela nada específico”, explica esta experta. La vida de muchos de sus pacientes se resume en entrenar y competir: el precio del éxito.Manuel Casamayón
Son caballos, pero para muchos son mucho más. Los aficionados ven en ellos animales nobles y admirables; los jinetes, a compañeros de fatigas, y los inversores, un negocio que solo en España mueve ya más de 5.000 millones de euros al año (un 0,5% del PIB nacional). Muchos de los mejores del mundo se darán cita este fin de semana en Madrid en el Longines Global Champions Tour, un torneo privado fundado por el holandés Jan Tops, oro olímpico en la modalidad de salto en Barcelona 92, que hace seis años no lo dudó a la hora de gastar 12,5 millones de euros en Palloubet D’Hallong, un silla francés castaño. Su evento reunirá en Madrid a 140 jinetes, 230 caballos y repartirá cerca de un millón de euros en premios.
“Estos caballos de élite valen varios millones de euros. El año pasado vendí uno por más de dos millones. Vinieron con dinero y lo pagaron, así es este deporte”, explica el jinete Ismael García, instantes después de que su caballo haya superado el preceptivo examen médico. A falta de tres días para la gran prueba, la vida en el Club de Campo Villa de Madrid se parece mucho a lo que se vive en un circuito de Formula 1: basta sustituir a los pilotos por jinetes, a los coches por caballos, a los ingenieros por mozos de cuadra y el olor a gasolina por el del heno y el pienso. Se respira una calma tensa y no gusta mucho que los extraños anden dando paseos.
Los nombres de los participantes no son tan conocidos por el gran público, pero muchos apellidos sí: apenas unos metros separan las cuadras de Athina Onassis, Jennifer Springsteen, Mary Kate Olsen o Jennifer Gates. Ello induce a muchos a pensar en la equitación como un deporte de precio prohibitivo. Para Patricia Fernández-Valdés, amazona desde niña, se trata de una gran injusticia: “Una lección de equitación vale lo mismo que una de tenis, y un casco cuesta 20 euros”, resume. La amazona echa en falta algo más de apoyo por parte de los patrocinadores para que los jinetes españoles, que gozan de gran fama entre el circuito, puedan optar también a los mejores caballos. Está de acuerdo con ella Santiago Núñez, un joven jinete de 26 años. Cuando acabe su máster en Ingeniería Industrial, deberá decidir entre su carrera profesional o su carrera como jinete. “Si quiero vivir de esto, tendré que irme fuera”.
El esfuerzo que supone emigrar para vivir de la pasión por la equitación lo conoce bien Luis Eduardo Verde, llegado a España desde Uruguay hace 15 años para trabajar como mozo. Su jornada empieza a las 6 de la mañana y termina cerca de las 19.00 horas. Entre medias, ha alimentado, cepillado, limpiado y cuidado a sus caballos: “Yo estoy bien, pero reconozco que este es un oficio duro. Te tienen que gustar de verdad para que te puedas dedicar a esto”.
Si algo no falta en las cuadras es dedicación: los caballos habitan espacios amplios y limpios y algunos, incluso, disfrutan de pequeños lujos como piedras de sal del Himalaya para que nunca les falten minerales. Están tranquilos y relajados: todo cambiará cuando les pidan correr. “Ellos saben que están compitiendo, de alguna manera, lo saben”, dice Fernández-Valdés. Y justo cuando lo hace, como un resorte, un ejemplar inmenso se agita a su espalda y golpea el suelo con la pezuña. Un profesional.