Tribuna

Los ejes del asunto Alstom

El asunto Alstom, que después de un par de meses pone rumbo a su resolución, y que se presenta como uno más de toma de posición de una empresa por parte de otra, tiene bastantes elementos que afectan posiblemente al futuro de la estrategia del Estado francés y de su economía en la UE, a la de la propia Europa y, a más largo plazo, al de la transición energética en que el abastecimiento de energía de nuestro entorno está inmerso. He aquí algunas de sus claves.

  • General Electric. Este centenario gigante industrial norteamericano de infraestructuras y financiero, con una facturación anual superior a 150.000 millones de dólares, que dispone de más de 90.000 millones de dólares para hacer adquisiciones y fusiones estratégicas en el mundo los próximos tres años, decide presentar en abril una oferta de más de 13.000 millones de euros para adquirir las actividades de energía —un 70% de la cifra de negocio— de Alstom, símbolo de la potencia industrial e ingenio de Francia, según palabras de Arnaud Montebourg, ministro de economía, recuperación industrial y economía digital de ese país. Detrás de su oferta, sin duda, un nuevo posicionamiento estratégico en Europa, que no con Europa, de cara a la transición energética que se debe dar en todo el mundo y a su abastecimiento a escala planetaria.
  • Alstom. Grupo industrial francés, forjado el primer tercio del siglo XX, con una facturación en torno a los 24.000 millones de euros anuales, con áreas de negocio en energía —renovable, carbón, gas, petróleo y nuclear—, transporte (esencialmente por ferrocarril) y redes (eléctricas y de fluidos). En 2004 tuvo que ser intervenido por el Gobierno francés a raíz de un mal negocio con ABB. Se privatizó en 2006 vendiendo a Bouygues. Su producto más conocido es el TGV: tren de alta velocidad.
  • Siemens. Aparentemente invitado por el Gobierno francés para que presentara una oferta alternativa de alcance europeo (clamoroso silencio) de cara a contraequilibrar la balanza con GE. Es otro gigante industrial con más de 160 años de historia, con una facturación superior a 76.000 millones de euros y con más de 360.000 empleados en todo el mundo. A lo largo de estos meses de negociación, ha presentado una nueva oferta formal, de menor alcance que la de GE, con el concurso de Mitsubishi Heavy Industries.
  • Estado francés. Desde el comienzo —a través de lo que A. Montebourg denominaba vigilancia patriótica— ha dejado claro que tenía mucho que decir de acuerdo con su política de influencia en el mundo, su concepción de estratega económico del tejido productivo y orden económico del país, dadas las implicaciones que la posible entrada de GE tendría para el abastecimiento y seguridad energética de Francia y como garante de que el ecosistema que proporciona a todas las empresas para su desenvolvimiento en territorio francés (y generosas subvenciones) debe tener contrapartidas en términos de empleo, I+D, e innovación de las que se puedan beneficiarse todos y dicho ecosistema. Su instigada propuesta a Siemens no obtuvo el visto bueno oficial total de la Comisión Europea, por lo que se dio entrada a Mitsubishi. Al final se ha decantado por la oferta de GE en tanto y cuanto no hay adquisición de ésta, sino que se crean coempresas al 50%, y se admite que, a través del 20% de Alstom que comprará a Bouygues (detentora del 30% de Alstom), podrá hacer un seguimiento pormenorizado del desarrollo del proyecto industrial resultante, que es como se ha denominado a la operación GE-Alstom.
  • Transición energética y abastecimiento energético sostenible. Es el leit motif que probablemente inspira el movimiento de GE ahora, además de por supuesto su disponibilidad de liquidez y el valor real en bolsa de Alstom. Es evidente que todas las economías del mundo afrontan —con mayor o menor intensidad— una transición energética hacia un modelo de abastecimiento basado en tecnologías renovables y de bajas emisiones de gases de efecto invernadero. La crisis económica ha desviado en exceso el foco de la política hacia los mercados financieros y la deuda, habiendo relegado la cuestión energética a un segundo plano. Pero sigue ahí, latente, abocando poco a poco a una crisis de gran magnitud si no se emprenden ya medidas similares a las que recientemente Obama ha dispuesto. Miran hacia el medio plazo sí, pero también en hacerse con un mercado, el del abastecimiento energético limpio y eficiente, de alto valor añadido, para el que la industria ya está preparada, con matices, pues lleva aprendiendo varias décadas con éxito. Las empresas y Gobiernos que propugnen movimientos audaces que les permitan situarse en ese mercado serán los que marquen pautas a seguir. Francia parece tenerlo claro y el mejor aliado lo ven en GE.

José Luis de la Fuente O’Connor es profesor titular de la Politécnica de Madrid, presidente de la Asociación Española para la Promoción de la Inteligencia Competitiva.

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