Columna

La escuela dramática inglesa

John Maynard Keynes pensaba que los economistas deberían ser vistos como "gente humilde y competente, en el mismo nivel que los dentistas". Antes de la crisis financiera los responsables de los bancos centrales del mundo intentaban ajustarse a dicha imagen. Los tipos de interés eran manejados con cuidadosas calibraciones de cuartos de punto porcentual. La política monetaria era un asunto tan delicado como la exploración de la corrosión de las emociones en los matrimonios de la burguesía.

Pero la crisis cambió las cosas: se pasó del dentista a las salas de urgencias, del aburrido realismo a la tragedia. Los tipos de interés rozan el cero y las políticas de préstamo revolucionarias proliferan por doquier.

Y ahora hay un cambio más en marcha. El Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra acordó el 6 de agosto aumentar la emisión de moneda de 125.000 a 175.000 millones de libras. El gobernador votó en contra al preferir que la cifra alcanzase los 200.000 millones.

El surrealismo del asunto reside en el desconocimiento acerca de qué efectos tendrá la emisión de moneda. Hay economistas que creen que ayudará y otros que sus consecuencias serán desastrosas.

Y lo mismo pasa con la cantidad emitida: ¿por qué 175.000 millones y no 25.000? Lo único seguro es que cuanto más se emita, más desconfiado parecerá el Banco de Inglaterra respecto a la recuperación.

Olvidémonos de los dentistas. Los bancos centrales que quieran transmitir mensajes sombríos necesitan otros modelos en los que fijarse.

Edward Hadas

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