Otro apagón se puede evitar
Un modelo descentralizado de almacenamiento permitiría acceder a la energía según la necesidad

Que se fuera la luz en España el lunes 28 de abril fue una llamada urgente a repensar nuestro modelo energético. Lo ocurrido no puede pasar desapercibido. No fue una simple anécdota ni un fallo puntual del sistema: fue una advertencia clara de las vulnerabilidades que arrastra nuestro modelo energético actual. En un contexto de creciente electrificación y dependencia tecnológica, asegurar el suministro eléctrico ya no es opcional, es urgente.
El día 28 de abril nos demuestra que el almacenamiento energético no es el futuro, es el hoy. Un sistema de almacenamiento inteligente en hogares y empresas no es algo a largo plazo. Debe empezar a ser algo generalizado, no residual ni excepcional. Un sistema eléctrico resiliente necesita almacenamiento donde guardar sus excedentes.
El sector y todos los profesionales que nos dedicamos a la transición energética sabemos que el almacenamiento es un pilar imprescindible para reforzar la estabilidad del sistema eléctrico. Parecía el futuro, pero es el presente.
Los sistemas de almacenamiento permiten optimizar el uso de las energías renovables, alimentarse de la red eléctrica habitual y reducir la dependencia en picos de demanda. Cuentan con un sistema llamado backup, que recupera ese excedente almacenado para proporcionar continuidad, respaldo y autonomía cuando el sistema central falla.
Hablamos de infraestructuras que permiten a hogares, empresas, hospitales o servicios esenciales mantenerse operativos ante cortes de red. Suponen tres conceptos básicos: almacenamiento, energía distribuida y descentralización.
El camino hacia una red más fuerte pasa por un modelo más distribuido, descentralizado y redundante. Esto significa que la generación, el consumo y el almacenamiento de energía deben ser compartidos, accesibles y gestionables a nivel local, no solo central. Cada actor –ciudadano, empresa o industria– puede y debe formar parte de este ecosistema energético más robusto y participativo.
Ante situaciones críticas, la sociedad necesita comprender que el almacenamiento no es un complemento, sino una infraestructura clave para la seguridad y la sostenibilidad del sistema. Y solo desde una comprensión profunda del contexto podremos impulsar un cambio real y duradero. El almacenamiento no es solo tecnología: es seguridad, autonomía y responsabilidad compartida. Es el momento de hablar de presente –ya no más de futuro– con seriedad, con datos y con compromiso. Como sector, tenemos el conocimiento y la experiencia. Pongámoslos al servicio de la sociedad, de los Gobiernos, de la industria y de la ciudadanía. La población de a pie debe saber que hay una solución para evitar nuevos apagones: las baterías de almacenamiento energético. No es una tecnología de futuro. Está aquí y ahora, al alcance de todos.
¿Qué modelo de distribución energética queremos? ¿Un sistema centralizado? ¿O avanzar hacia un sistema distribuido? No hay una fuente de energía mejor o peor. Se trata de flexibilizar el sistema y adaptarlo a la demanda energética. Ahí entran en juego los sistemas de almacenamiento, la herramienta tecnológica que nos permitirá cambiar, del modo centralizado –sea de nucleares o de renovables– a un sistema de recursos distribuidos, dando paso a la agregación de la demanda como pieza clave del modelo energético. Es decir, que podamos gestionar el excedente de energía de forma atomizada sin tensionar el sistema y optimizando recursos.
Es como tener una jarra de agua llena, o abrir el grifo. Ahora tenemos una jarra de agua que se llena rápidamente –de renovables o nucleares, eso da igual– y de la que todos bebemos hasta agotarla, y hay que volver a llenarla. En cambio, un modelo descentralizado funcionaría como un grifo, permitiendo acceder a la energía según la necesidad y reduciendo la dependencia de una fuente única.
La reflexión –tanto por parte de los agentes del sector como de las Administraciones públicas– es si, en España, podemos ser capaces de transitar hacia un sistema descentralizado. Suplir la red única de energía actual y transitar hacia un proceso de agregación de energía. Eso puede ser posible gracias a sistemas que distribuyen estratégicamente la energía y minimizan la dependencia de una sola fuente. Dejamos la jarra de agua y abrimos el grifo cuando tenemos sed.
Es el paso final. El aprovisionamiento energético que nos da seguridad, garantía y evolución. Llega el momento del sistema distribuido.
Un ejemplo práctico: 1.000 baterías de almacenamiento situadas en cientos de hogares particulares son capaces de entregar 1 gigavatio de potencia al sistema cuando sea necesario. Es la misma potencia que genera una central nuclear, pero con una gran diferencia: se entrega de forma descentralizada e instantánea: 2 segundos.
Para gestionarlo necesitamos la figura del agregador, un coordinador de recursos que recoge este excedente doméstico en toda una población, una región o un país, y que lo arroja y distribuye de nuevo al sistema para responder a la demanda de cada momento. El grifo del agua. Una energía a petición, flexible y manejable con una medición precisa.
Pero lo más importante es que este debate sobre la vulnerabilidad del sistema de red eléctrica no debe desviar la atención sobre la necesidad de integrar energías renovables al sistema. Eso sí será un beneficio a escala planetaria. Que los negocios tuvieran que bajar la persiana y las personas tuvieran que volver al siglo pasado por unas horas supone pérdidas estratosféricas que, sin duda, se podían haber evitado con un buen sistema de almacenamiento energético aplicado a la vida de la población general.
Cada batería inteligente instalada en una casa particular o en una industria es una herramienta capaz de arrojar a la red muchísima energía que, de otra manera, se perdería en un sistema arcaico y desfasado.
Franc Comino Ruiz es director general de Sonnen Spain