Si la UEFA y la FIFA son empresas deben someterse a las normas de competencia
Es cuestión de tiempo que vayan saliendo otros muchos casos por denuncia de las mismas empresas del sector
La resolución del caso Superliga sienta una interesantísima jurisprudencia aplicable a otros sectores de actividad. En diciembre del año pasado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) dio la clave para resolver el caso: tanto la UEFA como la FIFA no sólo son asociaciones responsables del fútbol europeo y mundial sino que paralelamente ejercen actividades económicas vinculadas a la organización de competiciones deportivas. Es decir, son equiparables a empresas. Y si son empresas no pueden aspirar a tener el monopolio de la organización de competiciones deportivas. Así de sencillo.
¿Y qué dijo Luxemburgo sobre la prohibición a la Superliga y las sanciones a los clubes y jugadores que rompieron las prohibiciones? Lo coherente: no cabe sancionar a quien libremente decide participar en una competición. Y desde luego, si UEFA y FIFA deben de autorizar las competiciones, los criterios deben de ser transparentes, objetivos, no discriminatorios y proporcionados.
Con estos mimbres de Luxemburgo, la decisión del juzgado mercantil número 17 de Madrid era fácil. La jueza sólo tenía que determinar si los criterios establecidos por la UEFA y la FIFA para aceptar otras competiciones eran transparentes, objetivos, no discriminatorios y proporcionados. Y la conclusión es clara: no hay criterios objetivos; al contrario: lo que rige es una arbitrariedad que conduce a abuso de posición de dominio.
O todavía peor, la UEFA y la FIFA se comportan como juez y parte. No explicitan los criterios para autorizar otras competiciones, porque pretenden conservar el monopolio de las mismas competiciones que generen patrocinios y derechos televisivos. Un negocio muy suculento que no quieren compartir ni abrir al mercado. Y por eso se permiten además no motivar la negativa, porque explicitar la realidad (la negación de la competencia) resultaría muy poco estético.
Ahora cabe recurrir. Y probablemente lo harán. Pero el recorrido, en nuestra opinión, es escaso porque la resolución de Luxemburgo es muy explícita y transparente. Así que el recurso sólo sirve para “comprar” tiempo. Cada día sin Superliga es un día más con monopolio de UEFA y FIFA.
La decisión del juzgado de lo mercantil de Madrid marca una pauta no sólo para el fútbol sino para otras patronales que no sólo juegan un rol de la defensa de intereses empresariales del sector concreto sino que interpretan, equivocadamente, que esa defensa pasa por pactos colusorios o por controlar ellos mismos el mercado.
El antecedente del fútbol es suficientemente popular para que las mismas actitudes en otros sectores de actividad empiecen a sentir la contingencia. Porque son actitudes de abuso de posición dominante que distorsionan el mercado, reducen la competencia, desincentivan la eficiencia y encarecen el producto o servicio.
Nuestro despacho se felicita doblemente. En primer lugar porque la sentencia se haya producido tras la resolución clarificadora y valiente de Luxemburgo. Como despacho especializado en derecho europeo, nos alegramos de que una vez más el TJUE ilumine un asunto hasta ahora opacado durante décadas.
Pero además, como despacho especializado en derecho mercantil e internacional, nos alegramos de que Europa se haya atrevido contra los monopolios de facto de las agrupaciones empresariales que distorsionan la libre competencia, desincentivan la productividad y dañan al mercado. Hay muchos ejemplos. Seguro que usted está pensando en algunos… Pero era necesario que se abriera la caja de Pandora. Y una vez abierta es muy probable que vivamos una cascada de casos similares y que la dirección de competencia de la Unión Europa comience a focalizar este problema.
Se acabó la impunidad. Llegó la competencia paradójicamente del mayor y más visible caso de monopolio. Iluminado el problema, es cuestión de tiempo que vayan saliendo otros muchos casos por denuncia de las mismas empresas del sector afectadas por el portazo de unas patronales que pretenden representar los intereses colectivos… y capitalizarlos. Las patronales no pueden ser la excusa para taponar nuevos oferentes y obstruir el libre mercado. Una mayor y mejor competencia es un bien para el consumidor, para la productividad, la eficiencia y para las mismas empresas.
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