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La maldición económica de los países bendecidos por los recursos naturales

El petroleo saudí dobla el valor del PIB de España en capitalización, pero la renta per cápita de Arabia Saudí es un 20% inferior a la española La producción de gas holandés en el yacimiento de Groningen cayó un 80% en 40 años a causa del mal holandés

Plataforma petrolífera en Venezuela.
Plataforma petrolífera en Venezuela.Getty IMAGES
Pepe García

Al pensar en los usuarios de jets privados, mansiones o mundiales de fútbol en invierno, aparecen imágenes de jeques árabes, oligarcas rusos o magnates latinoamericanos. Todos ellos disfrutan de los beneficios de vivir bajo una bolsa de gas, un pozo de petróleo o una mina de algún mineral cotizado. Sin embargo, al centrar la vista en las economías de los países bendecidos por los recursos, la desigualdad entre ricos y pobres es muy amplia y sus datos macroeconómicos están lejanos de los de países que no cuentan con su suerte. No es casualidad, la exportación de recursos naturales se parece más a una maldición que a una bendición para la economía.

Aramco, la empresa que explota el petróleo de Arabia Saudí, posee una capitalización de dos billones de euros que casi dobla el valor del producto interior bruto (PIB) de España. Pero, en términos de PIB per cápita, Arabia Saudí es alrededor de un 20% más pobre que España (22.377 euros el de Arabia Saudí y 28.573 euros el de España, según el Banco Mundial). Lo mismo ocurre con países como Rusia, Venezuela, Indonesia... La lista se alarga, salvo contadas excepciones, como Noruega o microestados como Qatar.

No solo le ocurre a los países en desarrollo. Países Bajos descubrió en los años sesenta la mayor bolsa de gas de Europa, en Groningen. Una fuente de ingresos suculentos cuya explotación creció exponencialmente hasta llegar al máximo de 87,7 kilómetros cúbicos de gas en 1977. Desde entonces no se han vuelto a recuperar esos niveles de producción. En 2018, tan solo se extrajeron 18,8 km cúbicos.

Los neerlandeses observaron cómo su moneda –el florín– se encarecía y las empresas perdían competitividad. El gas natural las había enfermado. De ahí su nombre: el mal holandés.

Un agujero negro en Angola

Hasta no hace muchos años, la ciudad más cara del mundo no era Hong Kong, Zúrich o Tokio. Solía ser la capital de Angola, Luanda. Los datos del Ministerio de Exteriores indican que Angola, pese a ser el cuarto país con más reservas de petróleo de África, es pobre en términos económicos: su PIB per cápita apenas supera los 2.000 euros. Su economía sufre porque su única exportación son los productos petrolíferos, que representan casi el 90% de las ventas exteriores totales del país.

En un informe sobre el país, la empresa de soluciones de créditos comerciales y seguros CESCE asocian los males angoleños a la maldición de los recursos: "El auge de la industria petrolífera disparó el crecimiento económico de Angola, que se consolidó como la tercera mayor economía de África Subsahariana (...) El petróleo ha actuado como una especie de agujero negro, donde la industria de los hidrocarburos ha concentrado, cada vez más, la actividad económica del país en torno a sus rentas".

Utilización política

Como todos los males, el de los recursos tiene solución. Las excepciones de Noruega o Países Bajos son debidos a políticas públicas que encauzan el mal de los recursos. La relación de los Gobiernos con las materias es casi tan importante como su explotación. El exministro de Industria venezolano Moisés Naim afirmaba que los países con recursos son más pobres porque, además, las instituciones utilizan las dinámicas del llamado mal holandés para afianzarse en el poder.

Según publicó Naim en la revista Foreign Policy, "para los países sin instituciones democráticas desarrolladas y un sistema público fácilmente manipulable, los recursos se convierten en una maldición más que en una bendición. El poder trata por todos los medios de controlar la principal, y única, industria nacional".

Tal es la capacidad de los recursos de modelar las sociedades, que Naím afirmó ya en 2004 que países tan dispares como Venezuela y Rusia tienen "unas políticas conjuntas por el petróleo. Sus similitudes son el reflejo de una poderosa fuerza que dice tanto sobre su pasado reciente como de su probable futuro y el de otras naciones afectada por la riqueza del petróleo", escribió Naim.

El mal holandés

La bendición.

El yacimiento de Groningen se descubrió en 1959 y en aquel momento resultó ser el mayor yacimiento de gas natural del mundo. La producción comenzó en 1963 y NAM (Nederlandse Aardolie Maatschappij), la empresa conjunta de Shell y Exxon Mobil que explota el yacimiento, calcula las reservas recuperables iniciales en 2.900 billones de metros cúbicos.

La maldición.

Tras el año 1977, Países Bajos no ha vuelto a recuperar los niveles de producción alcanzados hasta aquel entonces. El motivo es que los holandeses comenzaron a notar cómo su moneda de aquel entonces, el florín, se apreció; cayeron las exportaciones no petroleras del país y la competitividad de sus empresas se redujo. 

Más por menos.

Al dispararse los ingresos por recursos naturales, los sectores exportadores tradicionales, la agricultura y los sectores manufactureros, se ven desplazados por el poder de los petrodólares o, en este caso, el dinero gaseoso. Como la exportación de gas ayuda a la entrada de otras divisas en la economía, si estas se convierten a la moneda local –en florines–se abren un escenario de bajada de exportaciones.

En el caso de que un estadounidense quisiera comprar productos industriales neerlandeses en dólares, observará que por cada dólar cada vez podrá adquirir menos productos neerlandeses en florines, ya que cada vez valen más. Como son más caras que sus competidores, las empresas neerlandesas pierden competitividad.

Reestructuración.

Por otra parte, si pierden peso los sectores tradicionales, las inversiones y los trabajadores abandonan los esos sectores y pasan a producir bienes no comerciales sujetos a las materias primas exportadas, es decir, se invertirá en elementos que no contrarrestan los efectos del mal holandés como la sanidad, la construcción o la administración pública, lo que reduce todavía más la producción de los sectores industriales y agrícolas. Toda la economía pasa a girar en torno al comercio de materias primas.

El turismo, ¿el mal español?

El mal holandés no es solo una cuestión de recursos naturales. Cualquier ingreso que, de manera repentina, se dispare, puede crear las mismas perturbaciones en la economía. Es por esto que algunos analistas han relacionado el turismo con el síndrome holandés, algo que en palabras del doctor en economía y profesor de Esade Juan Pedro Aznar no se sostiene. "La expansión de los años 60 del turismo coincidió con la apertura de España al mundo, por lo tanto, el crecimiento en turismo avanzó de forma paralela a otros sectores", afirma el experto.

Como los efectos del fenómeno económico se hacen notar, principalmente, en las monedas locales, ser un país miembro del euro es un factor que evita los efectos perniciosos de los aumentos repentinos de los ingresos. De los tres mercados turísticos más importantes de España, dos usan el euro: Francia y Alemania.

Aznar afirma que la libra británica, el otro gran mercado turístico, sí que juega un papel en producir efecto recursos, aunque residual: "El hecho de formar parte de la zona euro da una cierta estabilidad respecto a variaciones coyunturales, por variaciones del tipo de cambio". Por lo que el efecto no se nota, ni siquiera este año, en el que el gasto turístico ha alcanzado los niveles prepandémicos pese a haber menor número de turistas. Lo que sí puede haberse notado, argumenta, ha sido un aumento en la inflación en las zonas turísticas. "En estas zonas, las tasas de inflación pueden haber aumentado algo más por la fuerte demanda. Por ejemplo, hay zonas donde el crecimiento anual del precio por habitación disponible se ha acercado al 40%", explica Aznar.

Sobre la firma

Pepe García
Redactor de la sección de Economía de Cinco Días. Estudió Ciencias Políticas y Sociología en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y cursó el Máster de periodismo UAM - EL PAÍS.

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