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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El trato comercial pos-Brexit deja incógnitas, pero al fin y al cabo es un trato

Deja las dudas serias para el sector financiero y probablemente no evite fricciones comerciales para los exportadores

CINCO DÍAS

El acuerdo sobre las relaciones comerciales pos-Brexit entre la Unión Europea y Reino Unido era necesario, aunque ninguna de las dos partes vaya a quedar satisfecha frente a sus posiciones iniciales. Es también un trato descafeinado, pero al fin y al cabo es un trato, y así lo han entendido los mercados. El pacto de Nochebuena, que se puede considerar como el mayor acuerdo comercial de libre comercio suscrito nunca, sellado solo siete días antes del final del periodo de transición y consecuencia de la primera salida de un socio de la Unión Europea en toda su existencia, entrará en vigor este viernes, primer día de 2021, sin hacer la sangre que produciría una ruptura económica por las bravas. Un peligro evitado in extremis y en un escenario de pandemia, imprevisible cuando se empezó a negociar, que pone de relieve la enorme irresponsabilidad en que pueden incurrir los políticos cuando anteponen otros intereses a los generales y lo hacen, además, con elevadas dosis de indeseable populismo, como ocurrió con el referéndum de 2016.

Esta especie de regalo de Navidad de Boris Johnson a sus conciudadanos y de Ursula von der Leyen al resto de los europeos, con el que Londres deja el club después de 47 años y casi 1.700 días desde que los británicos votaran su salida la Unión Europea, evita uno de los mayores riesgos a los que se ha enfrentado Europa en los últimos años. Pero también puede ser un regalo envenenado porque es vago en muchos aspectos y aplaza cuestiones espinosas, como el periodo transitorio de cinco años para la flota pesquera. Todo indica que ambas partes forzarán inevitablemente cambios específicos en el futuro.

El compromiso, pendiente solo de las ratificaciones formales de los Parlamentos europeo y británico, evita aranceles duros y una ruptura inquietante, pero es una forma de divorcio mucho más difícil de lo que Johnson y sus colegas previeron. Eso sí, dará un marco de relaciones futuras entre el Reino Unido, como socio preferente, y la UE que abarca el comercio de bienes y servicios, así como la agricultura, la energía y la pesca, además de detallar las condiciones para los derechos de los trabajadores, la protección ambiental y las ayudas estatales, y de establecer el mecanismo para resolver futuras controversias. Pero deja las incógnitas serias para el sector financiero y probablemente no evite fricciones comerciales para los exportadores.

Para España, y más si no afecta a la libre circulación de trabajadores con Gibraltar, el acuerdo es fundamental por el importante peso en las relaciones comerciales entre ambos países, la presencia notable de empresas y trabajadores españoles en Reino Unido y, sobre todo porque este es el principal emisor de turistas a nuestro país.

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