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Martes y 13, ni te cases ni te embarques… ni salgas a Bolsa

Las supersticiones que envuelven el mundo de los negocios. Creencias y tradiciones mágicas que condicionan las decisiones empresariales

Getty

No pasar por debajo de una escalera, evitar los gatos negros, tocar madera, cruzar los dedos y, por supuesto, en martes y 13, ni te cases ni te embarques ni de tu casa te apartes, es decir, no te arriesgues, son algunas de las supersticiones más populares que invocamos en nuestro día a día para evitar el mal fario o atraer la buena suerte.

Lo que quizás no sepa es que el mundo de los negocios, la economía y nosotros mismos como consumidores no somos ajenos a estas creencias; y aunque como las meigas, haberlas haylas, incluso en la NASA (Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de Estados Unidos, por sus siglas en inglés, National Aeronautics and Space Administration), no encontrará casi ningún CEO, empresario o político que lo reconozca, pero las señales están ahí fuera.

Como las que enviaba el expresidente del Banco Central Europeo (BCE) Mario Draghi, Súper Mario. A través del color de sus corbatas, analistas y periodistas eran capaces de anticipar sus decisiones.

No hay casi testimonios, pero las empresas evitan salir a Bolsa el martes 13, o el viernes 13 en el mundo anglosajón, y se obvia también lanzar un nuevo producto al mercado en esas fechas consideradas de mal augurio. En muchos hoteles, la planta 13 no existe y tampoco las habitaciones terminadas en ese número; no son pocas las aerolíneas que eliminan la fila 13 en su flota o la cuatro en las compañías asiáticas, número maldito a ese lado del mundo.

Casi todas estas acciones tienen mucho más que ver con la llamada economía del comportamiento (Behavioral economics) que con la magia. Esta analiza “cómo se toman las decisiones económicas y no son tan racionales como la ortodoxia económica predica. El ser humano se equivoca, comete errores y se deja llevar por las emociones y, a veces, por supersticiones”, explica Pedro Rey, experto en esta disciplina y profesor del departamento de economía, contabilidad y finanzas de ESADE.

Esta conducta –añade Rey– “tiene consecuencias porque la evolución de los mercados no solo depende de que todo el mundo tome decisiones correctas y meditadas, sino también de las creencias que la gente tiene sobre cómo se comportan los demás; aunque uno crea de sí mismo que no es supersticioso, si cree que los demás sí lo son, debe tenerlo en cuenta porque puede influenciar en el valor de un activo”.

Más evidencias

El mercado inmobiliario en países como China, Japón o Singapur se ve afectado por los números de la suerte. Vender un piso en la planta cuarta, en una calle que tenga muchos desafortunados números cuatro es mucho más difícil que hacerlo, aún con las mismas características y condiciones, con los afortunados números seis, ocho y nueve, según un estudio conjunto de las universidades de Georgetown (EE UU), Nankai (China) y Singapur. A los precios de los pisos ubicados en la zona de los cuatro se les aplica un descuento del 1,1%, mientras que los que se vinculan a los ocho tienen una prima del 0,8%.

La economía del comportamiento toma en cuenta “factores psicológicos y de la conducta del ser humano que incide en su toma de decisiones y, en concreto, en sus decisiones económicas, que pueden ser desde una pequeña compra realizada por cualquiera de nosotros como meros consumidores hasta una operación financiera a gran escala”, apunta Begoña Casas Sierra, profesora del departamento de Economía y Empresa de la Universidad Europea (UE).

Factores que influyen en todo el proceso de decisión “desde la valoración de posibilidades y alternativas, la elección que se lleva a cabo y la ejecución de la gestión económica hasta la evaluación cuando ya hemos cerrado la operación”, añade Casas. Y concluye: “No existe la racionalidad perfecta, ni siquiera en las decisiones de las empresas”.

Mucho menos cuando el común de los mortales, usted o el vecino de al lado, se deja llevar por su intuición o los hados, sin un mínimo conocimiento de qué factores influyen, por ejemplo, a la hora de ahorrar dinero en cada etapa de la vida.

Siempre deberá tener en cuenta sus ingresos, su apetito por el riesgo, la necesidad de empezar a ahorrar desde el primer día que obtiene ingresos, y las circunstancias macroeconómicas y de los mercados.

¿Difícil? No tanto, adopte su propia palabra de la suerte, kakebo, y sorprenda a sus amigos con este sencillo método japonés para ahorrar dinero. Todo un arte.

Ningún alto ejecutivo reconocerá, al menos públicamente, que tiene un traje o corbata de la suerte, que se pone siempre para cerrar un buen negocio, o un bolígrafo o pluma con poderes ocultos, con el que rubrica los mejores acuerdos, y que refuerzan las supersticiones personales, una suerte de causa-efecto, nada racional, a través de sus creencias.

Las compañías “se cubren muy mucho de que estas anécdotas trasciendan; que los hombres de negocio se agarren a estas supersticiones generaría desconfianza”, coinciden los profesores. ¡Toquemos madera!

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Hasta las estrellas y mucho más

Pilotos y astronautas tienen fama de ser los profesionales más supersticiosos. Entre los segundos hay toda una serie de rituales a los que se encomiendan antes de un viaje interestelar. En las misiones espaciales, la probabilidad de fallo es alta y las consecuencias, catastróficas para los programas espaciales, tanto desde el punto de vista humano como económico. Una de las supersticiones más famosas y que más ha transcendido ocurrió en una de las salas de control de lanzamiento de misiones espaciales de la NASA en Pasadena (California).

Allí nunca jamás, desde 1964, faltaban los cacahuetes con los que los ingenieros distraían su ansiedad durante la cuenta regresiva del despegue de la nave Ranger 7, tras seis intentos fallidos.

En 1997, esa tradición se olvidó. La misión Cassini a Saturno, prevista para el 13 de octubre, tuvo que ser reprogramada y alguien se dio cuenta de que no había cacahuetes en la sala de control. La alta capacitación de los ingenieros basada en la evidencia científica, no les evitó ceder a la mágica tradición… por si acaso.

Un ejemplo que avala que “el comportamiento económico depende mucho de las creencias, incluso aunque uno no crea o no sea supersticioso; como asigna una probabilidad positiva a que otros sí crean, al final se produce un efecto contagio que los economistas llamamos expectativas autocumplidas, es decir, cosas que no deberían tener ninguna importancia al final la tienen”, señala el profesor de ESADE, Pedro Rey.

En esta necesidad de “controlar resultados, sentir realmente que podemos determinar nuestro destino y estamos tomando decisiones correctas, agarrarte a supersticiones te hace sentir bien psicológicamente”, recalca Rey. Cruce los dedos y no se le ocurra levantarse con el pie izquierdo.

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