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El Covid-19 plantea la necesidad de cambios en el sistema urbano

Las transformaciones que requieren las grandes urbes no son tanto físicas como sociales y económicas

Una señal invita al distanciamiento social en Ámsterdam (Holanda).
Una señal invita al distanciamiento social en Ámsterdam (Holanda).GETTY IMAGES

El Covid-19 está haciendo que se replanteen muchos paradigmas del estilo de vida actual: la concepción del trabajo, del ocio o de las relaciones personales. Las ciudades, que están siendo los enclaves más afectados por la pandemia, tampoco han quedado fuera de esta reflexión. Los expertos pronostican que las ciudades actuales deberán incorporar una perspectiva más social, acercando los servicios a las zonas de residencia, limitando al mínimo los desplazamientos obligatorios y teniendo en cuenta la sostenibilidad.

Desde una perspectiva histórica, las urbes y las epidemias siempre han guardado una estrecha vinculación. Se trata, sin embargo, de una relación ambivalente, según explica el profesor de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona Oriol Nel·lo, pues la densidad poblacional es un factor de riesgo para el contagio por enfermedades, pero también favorece el desarrollo. “La ciudad tiene muchas ventajas desde el punto de vista de la salud pública, como es la capacidad de prestar servicios de forma eficiente, así como de promover la innovación y los avances científicos”, expone el experto, quien insiste en que las vacunas, los medicamentos y la higiene son invenciones urbanas.

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Una visión que comparte el profesor de Urbanismo de la UPC y de los Estudios de Ciudad y Urbanismo de la UOC Miguel Mayorga: “Es obvio que si distribuimos la población en pequeños asentamientos dispersos se podría reducir el riesgo al contagio, pero también se reduce la posibilidad de una atención sanitaria mejor, pues cualquier servicio público será más costoso”. A pesar de ello, el director del IED City Lab, José Francisco García, defiende que esta crisis podría ser el momento de replantearse también cómo está concebida la vida rural. “La vida en la ciudad era más eficiente porque era necesario que todos viviéramos juntos para funcionar mejor, pero muchas actividades se han trasladado al mundo virtual y se han seguido moviendo. A lo mejor ya no es necesario que estemos todos en el mismo espacio”, explica el experto, quien también pronostica que habrá muchas personas que cambien de lugar de residencia tras la crisis, en relación al teletrabajo y la formación a distancia.

El problema, por tanto, no está en el proceso de urbanización, sino en la forma en la que se lleva a cabo esta urbanización: en condiciones de insostenibilidad ambiental y social. “Los usos extensivos del territorio, la deforestación masiva y la no preservación de espacios naturales favorece, según los expertos, la transmisión y la propagación del virus”, prosigue Nel·lo.

Los expertos consultados coinciden en que el problema de las ciudades actuales no es tanto físico, sino conceptual. Si bien en otros momentos de la historia se llevaron a cabo acciones, como instalar fuentes en las plazas, ensanchar las calles o sacar los cementerios del centro de las ciudades, con el objetivo de mejorar la salubridad de las mismas, estas mejoras ya están incorporadas y la cuestión es ahora trabajar la forma en la que los ciudadanos las habitan y cómo se relacionan en ellos. “Un espacio público que la gente no utiliza no es realmente un espacio público”, ilustra Mayorga. Un problema que se ha puesto especialmente de manifiesto a raíz de los permisos permitidos durante el confinamiento en unas determinadas franjas horarias: las personas se han acumulado en las calles por la falta de otros espacios en los que hacerlo.

La salubridad de una metrópoli no es algo que se trabaje de la noche a la mañana o que se pueda atajar rápidamente, sino que los problemas se van acumulando y no actúan de igual forma sobre todos los ciudadanos. “La población que se encuentra en áreas de mayor polución parece más proclive a estar afectada por la epidemia, también por la acumulación de patologías previas”, recuerda Nel·lo.

Por este motivo, la movilidad tiene mucho que decir sobre cómo hacer urbes más seguras desde el punto de vista sanitario. Un proceso que pone el foco en el consumo local, así como la proximidad de los servicios. “En términos de movilidad sostenible, el mejor viaje es aquel que no es necesario hacer”, comenta Mayorga. Es lo que en Francia se conoce como “la ciudad de los 15 minutos”, un proyecto con el que se busca desplazar las actividades, también las productivas, y acercarlas a una distancia caminable de los lugares en los que los habitantes residen.

No es un problema meramente físico, sino también económico y social. “Las periferias han fomentado los viajes de una manera extrema que no puede seguir funcionando; pero, al mismo tiempo, si la ciudad es carísima, la gente se tendrá que marchar”, expone la catedrática de Urbanismo de la Universidad Politécnica de Cataluña María Rubert de Ventós, quien lamenta que se haya ido expulsando a las clases medias y trabajadoras del centro.

Interiorismo

El confinamiento no solo traerá cambios en la manera de concebir el exterior de las ciudades, sino también en su interior: los hogares. Así lo cree la profesora de IED y creadora del estudio Atipical, Ángela Ruiz, quien razona que después de tanto tiempo en casa, las personas han experimentado nuevas necesidades. La experta defiende que, en el futuro, se tenderá hacia hogares más flexibles, con paredes y muebles móviles que se pueda adaptar a los diferentes usos.

"La configuración de la vivienda nos está hablando de cómo vivimos", continúa Ruiz, quien insiste en que antes de hacer cambios, la primera pregunta debería ser qué tipo de vida se quiere hacer en ese espacio. Por ejemplo, en lugar de pedir un baño para cada miembro de la familia y evitar las disputas, podría ser preferible optar por un aseo único, pero espacioso, de forma que se pueda compartir, continúa.

No obstante, Ruiz insiste en que los metros cuadrados no son el principal factor que dictamina si un hogar es confortable o no. Que sea armónica, luminosa, energéticamente sana, que los materiales que la componen transpiren... "El tamaño importa, pero es mucho más importante que la vivienda nos cuide física y emocionalmente", comenta.

Esta flexibilidad no se limitará exclusivamente a los hogares, sino que también se dará en los centros hospitalarios. Así lo cree el director general de PMMT, Maximià Torruella, quien propone crear "nuevas infraestructuras muy tecnológicas que puedan funcionar como grandes centros híper especializados, como una gran UCI con centenares de camas, con todas las garantías para los médicos y pacientes". Estos centros podrían funcionar como hospitales de contingencia cuando fuera necesario y como centros de investigación mientras no se requieran.

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