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De ‘road trip’ por el ancestral este de Irlanda

Un paseo entre vestigios celtas, vikingos y cristianos De la animada Cork a las bucólicas Cobh y Dungarvan

Típicas casas de colores de Cobh, con la catedral de St. Colman’s detrás.
Típicas casas de colores de Cobh, con la catedral de St. Colman’s detrás. Inma Moscardó (Cinco Días)

Leyendas –muchas–, epopeyas, conquistas, rebeliones y tragedias. El ancestral este de Irlanda es territorio celta, tierra quemada por los vikingos y el lugar de los primeros asentamientos cristianos. Una ruta ideal para ponerse en carretera. Tendrá que conducir por la izquierda para llegar al corazón verde –por supuesto– de esta isla a merced del Atlántico norte y batida por varios mares.

Un road trip que nos llevará a descubrir la ciudad rebelde de Cork, la encantadora Cobh, última escala del Titanic en su malograda travesía a Nueva York; Waterford, el bastión vikingo, la histórica costa de Dungarvan o la glamurosa Ardmore.

Bañada por el río Lee, Cork es la segunda urbe más importante de la isla tras Dublín y presume de ser una de las es más animadas de Irlanda o, al menos, eso dicen los lugareños en cuanto tienen ocasión de charlar con el foráneo.

Una gran población universitaria y de Erasmus contribuye a este ambiente festivo y despreocupado. Fácil de recorrer a pie, enseguida le indicarán que la céntrica Washington Street es una de las calles para tomar copas o para disfrutar de fantásticos y típicos pubs.

Uno de los más famosos es Oliver Plunkett, con música en directo, ubicado en el número 116 de la peatonal calle que le da nombre. Más zonas de bares: McCourtain Street y Coburg Street, en el número 7, uno de esos places to be, The Corner House, otro pub con música en directo. La zona comercial está en Saint Patrick Street; en el 27, una tienda Primark, que en Irlanda conserva su nombre original de Penneys y que data de 1971.

Bahía de Dungarvan.
Bahía de Dungarvan.Inma Moscardó (Cinco Días)

Al final de Exchange Street está la peculiar iglesia de Saint Anne’s y su no menos singular torre de cuatro caras, The Shandon Steeple. En cada una de ellas hay un reloj distinto y cada uno marca una hora, popularmente se conoce como el mentiroso de las cuatro caras.

No se vaya de Cork sin darse una vuelta por The En­glish Market, un bonito mercado de 1600 y donde podrá conocer los productos locales con puestos que han pasado de generación en generación y donde podrá probar platos tradicionales como el drisheen –a base de salchichas– y el battlebord –un pescado de la familia del bacalao–. Otra visita obligada es la universidad, con su imponente edificio y cuidados jardines.

Desde Cork es prácticamente inevitable viajar a Cobh. Esta localidad vacacional, de casas de colores y flores invadiendo ventanas y lugares inverosímiles, fue en otro tiempo un importante puerto desde donde partían los transatlánticos. De hecho, su auge turístico está relacionado con el paso del Titanic por su muelle.

El muelle de Cobh, última escala del malogrado Titanic.
El muelle de Cobh, última escala del malogrado Titanic.

En las antiguas oficinas de venta de billetes de la Star Line –allí embarcaron en 1912 rumbo a Nueva York 123 irlandeses, casi todos en tercera clase, y solo sobrevivieron 43– está uno de sus mayores señuelos. Es el Titanic Experience Cobh Museum (10 euros la original visita virtual guiada).

El otro gran atractivo de Cobh es la catedral neogótica de Saint Colman’s, que tardó 47 años en construirse y cuya aguja tiene una altura de 100 m. En Midleton podrá descubrir todos los secretos del auténtico whiskey irlandés en la destilería Jameson (18 euros visita guiada, incluye cata).

Waterford, la ciudad de cristal

La siguiente etapa de nuestro viaje es Waterford, la ciudad más antigua de Irlanda con más de mil años de historia y que forma parte del llamado triángulo vikingo. La historia de esta tranquila y pequeña urbe se remonta al siglo IX, cuando los guerreros y navegantes nórdicos arribaron a sus costas.

La Torre Reginald, en Waterford.
La Torre Reginald, en Waterford.I. M. (Cinco Días)

Su paso por allí y su memoria se mantiene viva en los museos –Museum of Treasures– y edificios como la Torre Reginald, de piedra, replica de la original de madera. Otra reproducción de un tradicional barco vikingo (drakkar) está situada junto a la antigua atalaya.

Parte de la vieja muralla medieval atraviesa varias construcciones, entre ellas, el museo. Otro de los mitos de la ciudad es la fábrica de Waterford Crystal, que lleva elaborando elegantes y lujosas creaciones de vidrio desde 1783.

Si está en forma, adéntrese en la Waterford Greenway, la ruta más larga de senderismo y bicicleta que se extiende a lo largo de 46 km hasta Dungarvan, un fenomenal paisaje de parajes y bosques encantados. En esta pequeña localidad portuaria podrá disfrutar de las vistas de la bahía, jugar al golf, navegar o pasear sin prisas. Un lujo ancestral.

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