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El desempleo de larga duración hace mella en la salud mental de los trabajadores

La crisis de 2008 permite establecer vínculos entre la estabilidad laboral y estos trastornos

Paro y salud mental
Belén Trincado / Cinco Días
Pablo Sempere

La crisis financiera que estalló en 2008 no fue perjudicial únicamente para el bolsillo y la estabilidad laboral y económica de los trabajadores: también tuvo réplicas en su salud mental. Así lo afirma el estudio ¿El desempleo daña la salud mental?, elaborado por varios investigadores del CSIC y profesores de las universidades de Barcelona y Queen Mary de Londres, presentado este lunes por el Observatorio Social de La Caixa. El informe, que responde a la pregunta de forma afirmativa, cruza datos de la Encuesta de Población Activa y de la Encuesta Nacional de Salud de 2006 y 2011, y coge como referente el sector de la construcción, uno de los que más sufrieron las consecuencias de la recesión en España, acaparando una tercera parte de los casi cuatro millones de despidos que se sucedieron.

“En ese periodo, cada vez que la tasa de desempleo de la construcción aumentaba 10 puntos porcentuales, los desórdenes mentales relatados por los trabajadores expulsados del sector crecían alrededor de tres puntos”, explica Lidia Farré, profesora de la Universidad de Barcelona e investigadora asociada del IAE-CSIC, MOVE e IZA. En esos años, el desempleo en la construcción pasó del 6% al 24%, y en la misma franja, el porcentaje de expulsados del sector que declararon haber tenido este tipo de trastornos aumentó casi seis puntos porcentuales. “Siempre ha sido complicado poder definir una relación causal entre paro e inestabilidad mental. Pero el colapso de la construcción y sus consecuencias nos permiten encontrar ese vínculo”, prosigue la docente.

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Los investigadores, además, han tomado en consideración otro elemento fundamental para entender los estragos del paro en la salud mental: el desempleo de larga duración. En 2006, tan solo el 2% de la población activa había experimentado períodos de desempleo superiores a dos años. En cambio, en 2011, este grupo se había casi cuadruplicado hasta rozar el 8%. “Esto es clave. El tiempo que transcurre es muy importante cuando hablamos de salud mental y trabajo”.

Con todo esto, y teniendo en cuenta los datos acumulados de 2006 a 2011, el impacto del desempleo en la salud mental es incuestionable, afirma Farré. Así, mientras que solo un 4,2% de las personas ocupadas pensaban que no estaban desempeñando un papel útil en la vida, el porcentaje ascendía al 16,3% en el caso de los desempleados. De igual forma, un 4,2% de los primeros no se sentían razonablemente felices, cifra que subía al 12,1% en el caso de los segundos. Los problemas de autoestima también se recrudecen: el 2,3% de los empleados pensaban que no valían para nada, frente a un 7,8% de los parados. “Tener trabajo obliga a unas rutinas y unas responsabilidades, y cuando todo esto se cae y la situación se prolonga, los problemas de confianza en uno mismo crecen”, explica la experta.

Un freno al crecimiento

La razón de la lenta recuperación económica de España podría hallarse, al menos en parte, en los efectos del paro de larga duración en la salud mental de muchas personas. Es una hipótesis que manejan los expertos, y en la que hoy están trabajando. El desempleo, explica Farré, acarrea una carga de desórdenes mentales. A su vez, estos desórdenes dificultan la vuelta al mercado laboral. En consecuencia, estos trabajadores se habrían visto atrapados en un círculo vicioso del que es difícil escapar. “Si una parte grande de la población experimenta esta situación, se genera un peso adicional para el despegue de una economía golpeada por la crisis y dependiente de un sector golpeado más de lo normal, como ocurrió en España”, continúa. Los economistas, subrayan los expertos, llaman a esta situación histéresis, que sucede cuando los efectos de una crisis persisten aun cuando esta ha finalizado y la recuperación es más lenta de lo previsto.

Los hallazgos de este trabajo, defienden los autores, podrían ser útiles para diseñar políticas que permitan cambiar esta inercia, como trabajar en las bolsas de desolación del país, es decir, aquellas zonas en las cuales se concentra más el desempleo y donde los problemas mentales producen más estragos. Sin embargo, y pese a la correlación directa entre desempleo y problemas de salud mental, recuerdan los autores, hay que tener en cuenta otros factores que influyen de manera directa en la magnitud de estos trastornos y que también deben ser tenidos en cuenta, como pueden ser las relaciones sociales, las capacidades individuales o el apoyo sociosanitario.

Fases del estado emocional de los desempleados

Optimismo. Al quedarse en paro, los desempleados se ponen a buscar trabajo con ganas y entusiasmo en una primera fase. Angustia. En la segunda fase, cuando pasa el tiempo y no se consigue un empleo, en los candidatos empieza a cundir el pesimismo. Es el primer paso para que surjan los primeros trastornos. Fatalismo. En la tercera fase, cuando todo intento fracasa, se adaptan al nuevo estado con un sentimiento de impotencia.

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Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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