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Un proyecto deSantander
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A la busca de un modelo fiscal integral que cierre los agujeros que merman la recaudación

Los expertos denuncian que el esquema actual arroja recursos insuficientes para el Estado y alertan de los retos que supone la Tasa Google

Juande Portillo
De izquierda a derecha: Jorge Onrubia, Francisco Pérez, Fernando Fernández y Santiago Carbó.
De izquierda a derecha: Jorge Onrubia, Francisco Pérez, Fernando Fernández y Santiago Carbó.Pablo Monge

La principal característica del sistema tributario español es que carece de un modelo fiscal integral que lo soporte, lo que genera un buen número de agujeros por los que se escapa parte de la recaudación, haciendo insuficientes los recursos públicos que el Estado obtiene para financiarse. Esta es la principal conclusión de consenso alcanzada por varios prestigiosos expertos en la materia durante el debate La fiscalidad personal y empresarial y las nuevas fórmulas en una economía digital, celebrado en el marco del Foro Futuro, Observatorio de Tendencias Económicas, organizado por Cinco Días en colaboración con Banco Santander. Así, alertan los especialistas, los problemas afectan desde el IVA al IRPF, pasando por Sociedades, la fiscalidad del ahorro o el modelo de tributación de los autónomos.

No es fácil hacer casar todos “los principios que deberían orientar el buen diseño de un sistema fiscal”, admite Jorge Onrubia, investigador asociado de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) y profesor titular del departamento de Economía aplicada VI (Hacienda Pública y Sistema Fiscal) de la Universidad Complutense. Lo ideal, dice, sería tener un modelo que se rija por “razones de eficiencia económica y metas de equidad, a la vez hacerlo con un sistema fiscal sencillo de gestionar, lo que supone hacer mínimos los costes de administrarlo por parte de administración y los costes que deben soportar los contribuyentes, y a su vez, desde un punto de vista macroeconómico, que realmente sea un sistema tributario capaz de comportarse con flexibilidad y actuar de forma contracíclica”. Sin embargo, alerta, en España “puntuamos bastante mal” en todos los campos, “como reiteradamente expertos e instituciones internacionales nos vienen advirtiendo”.

“En nuestro país, nos hemos plantado casi en el inicio de la tercera década del siglo XXI con un problema de ausencia del modelo tributario”, sostiene Onrubia, lo que genera una clara “insuficiencia recaudatoria”. “Esto no quiere decir que tengamos un problema de tipos impositivos” bajos, asevera, sino de “agujeros en las bases fiscales”. El ejemplo tradicional es el del impuesto de sociedades, el único que no ha recuperado los niveles de recaudación precrisis, si bien Onrubia cree que las marcas de la burbuja inmobiliaria no se van a repetir. De hecho, aunque admite que las grandes compañías practica una “planificación fiscal agresiva y estrategias para reducir sus bases” imponibles que conviene vigilar, el profesor apunta que sería interesante complementar la tributación de las empresas con la de sus accionistas, elevando el gravamen sobre el ahorro. La idea, aduce, sería acercar el tipo del ahorro, que va del 19% al 23%, al tipo nominal de Sociedades, del 25% general y el 30% para banca y petroleras.

“Tenemos un sistema fiscal que grava poco y mal”, lo que se ha intentado resolver sin éxito poniendo “parche sobre parche” a la legislación, concuerda Fernando Fernández, doctor en Economía y profesor en IE Business School, quien no ve prudente, sin embargo, gravar más un ahorro que está en mínimos históricos. En su opinión, lo realmente efectivo sería permitir que la Agencia Tributaria aproveche la tecnología y controle los pagos de todos los contribuyentes a través de sus teléfonos móviles, idea que admite que sería impopular pese a que los ciudadanos ya ceden prácticamente todos sus datos de esta forma a empresas privadas como es el caso de Google o Facebook, dice.

Más allá, en una economía digital, global y cada vez más desalarizada, Fernández asume que habrá que acabar centrándose en gravar las rentas gastadas en lugar de las rentas generadas, como venía siendo habitual.

Falta voluntad política

“Los grandes problemas parecen estar en el IRPF”, expone, por su parte, Santiago Carbó, catedrático de Economía y Finanzas de Cunef y director de estudios financieros de Funcas. Pone como ejemplo la ineficacia del sistema de tributación por módulos de los autónomos, la existencia de deducciones con poco sentido, como las dirigidas a arrendadores de vivienda, o la baja tributación que afecta a los pensionistas en un país con un serio problema de envejecimiento de la población. Carbó denuncia que si ningún Gobierno introduce reformas es por interés electoral, ya que estos cambios afectarían a los colectivos que “cubren a un mayor número de votantes”. “No hay voluntad política de cambiarlo”, asegura.

“Comparto el problema de ausencia de modelo tributario y el problema de la suficiencia, una combinación extraordinariamente peligrosa”, apunta Francisco Pérez, catedrático de Análisis Económico de la Universitat de Valencia y director de investigación del Ivie. “La falta de modelo se deriva de que tenemos un sistema tributario que no responde a criterios” técnicos, critica, “sino a una acumulación de presiones que hacen de él un verdadero galimatías” como consecuencia de las peticiones de deducciones o tipos reducidos de todo tipo de colectivos. Centrándose en la “acumulación de tipos reducidos del IVA”, expone, “las estimaciones prudentes de lo que significa de menor recaudación respecto de la potencial, no se sitúan por debajo del 25%, eso es muchísimo dinero”, advierte.

Onrubia añade un dato significativo en este asunto, revelando que en España solo la mitad de las operaciones gravadas con IVA están sujetas al tipo ordinario, del 21%, mientras que el resto se benefician del tipo reducido del 10% o el superreducido del 4%. Solo pasar las operaciones sujetas a este último tipo al tramo intermedio, elevaría la recaudación en más de 2.000 millones al año, revela. “No hay sector en España que no quiera su tipo reducido”, concluye.

El urgente dilema de dónde debe tributar un negocio digital

El debate fiscal más acuciante que se está produciendo actualmente en todo el planeta, y el que mayor trascendencia tendrá en el futuro, es el de cómo gravar los negocios digitales, coinciden en destacar los expertos reunidos en el Foro Futuro, Observatorio de Tendencias Económicas, organizado por Cinco Días y Banco Santander.

“En el debate de dónde se genera el valor y dónde se grava, el sistema de gravamen tradicional quizás ya no es operativo”, plantea Jorge Onrubia, profesor de Economía e investigador de Fedea. El carácter intangible, global y digital de estas nuevas actividades genera el dilema de si el gravamen debe aplicarlo el país en el que tenga su sede la empresa, haciéndola tributar por los beneficios que saca de sus algoritmos, como defiende EE UU; o si la compañía debe tributar en cada territorio que le aporte consumidores, que es lo que plantea Europa, explica Onrubia.

“¿Dónde genera valor Google? Eso no lo sé, pero sé dónde vende y ahí lo puedo gravar”, aduce Fernando Fernández, doctor en Economía y profesor del IB Business School. Bajo ese axioma, mientras la UE y la OCDE buscan consensuar una tasa Google, países como Francia y Reino Unido ya han decidido impulsarla en solitario. El Gobierno del PSOE, de momento en funciones, busca impulsar este impuesto en España en 2020 gravando al 3% las operaciones de grandes firmas globales dedicadas a la venta de datos, la intermediación y la publicidad online.

“La tasa Google viene a plantear un gravamen que no pesa sobre el beneficio, sino sobre el volumen de ventas”, detalla Onrubia, alertando de los riesgos de impulsar impuestos unilaterales porque generan “deslocalización” de empresas.

“Países pequeños tienen una situación favorable para captar valor ofreciendo tipos muy bajos”, ilustra Francisco Pérez, catedrático de Economía e investigador del Ivie, sobre dicho riesgo. “Es el caso de Irlanda”, donde han instalado su sede europea gigantes tecnológicos como Google, Apple o Facebook, para pagar menos impuestos, recuerda Santiago Carbó, catedrático de Economía de Cunef y director de estudios de Funcas. En su opinión, los países no tardarán en abrazar la tasa Google, pero teme que “se queden cortos” porque “la parte de la economía que más crece es la digital” y el sistema fiscal debe estar listo para adaptarse a su naturaleza cambiante.

Así lo considera también Onrubia, quien cree que “debería haber un departamento de fiscalidad digital en los Ministerios. Es un tema cambiante. El que hoy tiene una panadería mañana repartirá pan por internet”, ilustra.

“Me preocupa que ahora parece que la solución a todo es crear impuestos, para los bancos, las tecnológicas...”, apunta Fernández, quien defiende que los impuestos no deben coartar el crecimiento y aboga por bajar algunos tipos para incentivar las inversiones. Pérez, por su parte, replica que hay pocas certezas sobre qué clase de fiscalidad impulsa la economía, pero bastantes de que bajar impuestos, reduce la recaudación.

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