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El buen directivo es el que sabe repartir marrones

Si las tareas tediosas caen en la misma persona, se quema Estos encargos pueden servir para descubrir a líderes ocultos

Getty Images
Pablo Sempere

Toda empresa tiene sus marrones. Esas tareas tediosas, pesadas e incluso desagradables que hay que hacer pero de las que nadie quiere ocuparse. Y también tiene a sus enmarronados: aquellas personas que, o bien por orden directa o por iniciativa propia, terminan haciéndose cargo del problema. Por eso, estas situaciones, comunes a todas las oficinas, tienen su hueco en el ámbito de los recursos humanos y de la gestión de personas, desde donde se intenta dar respuesta a una tesitura que para muchos se convierte en una incomodidad continua. “Los marrones son las tareas puramente administrativas o aquellos proyectos en los que te han involucrado, pero que sabes que no te van a aportar nada. Ni una promoción, ni un incremento salarial ni un aprendizaje profesional”, explica Cristina Noguera, profesora del International MBA de EAE.

Con ella coincide la profesora del master en recursos humanos de la Barcelona School of Management, órgano asociado a la Universidad Pompeu Fabra, Yolanda Portolés: “Dentro del término marrón podemos meter a todo el paquete de situaciones que definen una tarea que nadie desea hacer. Este concepto es bastante amplio, porque cada empresa y sector, así como cada departamento, tiene unas labores concretas que suelen ser las menos atractivas”, prosigue. Y estas suelen ir a más. La razón, explica esta docente, está íntimamente relacionada con la optimización de los recursos económicos de las organizaciones, que recortan en personal pero no en tareas, haciendo que muchas de estas labores que antes tenían dueño recaigan ahora en otros profesionales.

Cada sector, empresa e incluso departamento, tiene sus propios marrones

Pero ese no es el gran problema. El principal escollo, relatan las profesoras consultadas, es la mala gestión de los marrones, ya que en muchas ocasiones estas tareas recaen de forma reiterada sobre la misma persona o grupo. Y eso tiene unas consecuencias innegables en lo relativo al desarrollo profesional, y a la imagen que cada empleado tiene en la empresa. “El marrón es una situación en la que nadie quiere estar, porque por propia definición es una tarea poco lúcida, que quita tiempo a otras obligaciones, que conlleva un sobreesfuerzo y que no se ve recompensado. Por eso, los buenos directivos deben saber gestionar estos encargos, y sobre todo, repartirlos, dosificarlos”, apunta Custodia Cabanas, profesora en el IE Business School. En caso contrario, recuerda, el profesional en concreto quedará muy quemado y no se sentirá realmente valorado por sus superiores.

La mala gestión de estos casos no solo se ve reflejada en un mal reparto. También se hace palpable en todo lo relacionado con la comunicación. “Tenemos que entender que todos tenemos marrones, en función de nuestra categoría profesional y de nuestra labor”, cuenta Cristina Noguera. Sin embargo, en muchas ocasiones, el profesional tiene la sensación de que él es el único que recibe este tipo de encargos, “y eso es porque no se ha comunicado de forma correcta”. Por eso, recomiendan las expertas, es necesario hacer saber a todo el equipo que este tipo de tareas se reparten entre mucha gente, tanto para que alguien que protesta vea que no es el único al que se le piden estos favores, como para que otros que siempre consiguen escaquearse sepan que tienen que aportar su ayuda y evitar que otros carguen de forma continuada con el peso. “Porque al igual que hay profesionales que siempre atraen los marrones, también tenemos a los expertos en esquivarlos”, recuerda Custodia Cabanas.

Al igual que hay profesionales que atraen los marrones, hay otros que los esquivan

Sin embargo, a pesar del malestar que genera ser el receptor habitual de estos recados, los marrones también pueden servir como revulsivo para muchos trabajadores. “Para quien los ha gestionado de forma resolutiva, puede ser una forma de demostrarse a sí mismo que ha salido airoso de una situación complicada, de saber que ha podido solventar algo difícil”, relata Yolanda Portolés. Por su parte, prosigue, los ejecutivos que encargan estas tareas pueden descubrir gracias a ellas a perfiles metódicos, que solucionan los problemas, líderes y resolutivos, y que han estado escondidos en la empresa. “La asignación de un marrón debe ir acompañada de un reconocimiento hacia la persona encargada por parte de la organización”, señala la docente.

Mientras tanto, si la empresa no es responsable y no reparte de forma equitativa las tareas extra, Custodia Cabanas recomienda que cada profesional, por propia iniciativa, desarrolle la habilidad de esquivar estas tareas en la medida de lo posible, y no quedarse con el rol de enmarronado dentro de la empresa, “porque una vez que lo adquieres resulta muy complicado deshacerte de él, y todas estas labores irán siempre a parar a ti”.

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Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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