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La UE, del revés
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Bruselas entroniza a Tsipras y Costa como inesperados modelos económicos

La UE quiere zanjar con Grecia y Portugal la década negra de la zona euro

Antonio Costa y Alexis Tsipras, en 2016.
Antonio Costa y Alexis Tsipras, en 2016.

Bruselas ha convertido a los primeros ministros de Grecia y Portugal, Alexis Tsipras y António Costa, en los inesperados héroes de la zona euro. Los dos mandatarios han pasado de ser considerados unos parias de efímero futuro a ser recibidos y ensalzados como los artífices de una recuperación económica llamada a poner punto final a una década de crisis en la zona euro.

Lisboa ha sido recompensada con la presidencia del Eurogrupo, ocupada desde hace un mes por el ministro luso de Finanzas, Mario Centeno. Y para Atenas se prepara este verano el final de ocho años de troika (CE, BCE y FMI), con una última entrega del rescate en agosto, de unos 10.000 millones de euros, que servirá de colchón al gobierno griego para ensayar su vuelta a los mercados bajo una tutela ya mucho más discreta.

La UE no ahorra parabienes hacia uno y otro gobierno. Pero la realidad de los dos países dista mucho del glorioso balance que pretenden hacer las instituciones comunitarias para esquivar su propia responsabilidad en la debacle social y económica sufrida por griegos y portugueses.

"Tal vez, la historia juzgue a Tsipras como uno de los estadistas que ha tenido Grecia en su historia contemporánea", asegura un alto cargo de la Comisión Europea, el organismo presidido por Jean-Claude Juncker desde 2014.

Juncker, olfato veterano, fue de los pocos líderes europeos que dio una oportunidad al primer ministro griego cuando llegó al poder en 2015, tras la histórica victoria electoral de su formación de izquierdas Syriza. Pero la Comisión se plegó a los dictados de Berlín y se alineó con el resto de la troika (BCE y FMI) para acorralar a Tsipras y amenazarle con la expulsión del euro si se resistía a los ajustes y recortes previstos en el tercer rescate (2015-2018).

Tres años después, con Tsipras afianzado en el poder y el rescate a punto de terminar, Bruselas recupera la comunicación con Atenas y prodiga elogios hacia el gobierno griego. "Tsipras quedará como el líder que ancló Grecia a la zona euro", señala un alta fuente de la CE. Y la misma fuente atribuye los encontronazos de 2015 a la improvisación de Tsipras, que tomó las riendas en el peor momento de la crisis y calculó mal la dimensión del problema, y a las malas compañías, léase Yanis Varoufakis, entonces ministro griego de Finanzas.

Bruselas prefiere olvidar el traumático mandato de Varoufakis que acabó con su expulsión del Eurogrupo (en junio de 2015) y posterior salida del Gobierno. Y la Comisión ve a Grecia encarrilada y prefiere pasar un poco por alto los datos económicos menos halagüeños y los incumplimientos del programa de rescate.

Grecia ha logrado en 2017 salir del agujero de la recesión y crece a un ritmo interanual del 1,1%, con superávit fiscal en las cuentas y creación de empleo. Pero el consumo privado sigue estancado y la inversión ha caído, según las previsiones de la Comisión publicadas la semana pasada. Y el consumo de energía, que suele reflejar el impulso económico, era todavía en 2016 un 23,6% menor que 10 años antes.

La tasa de paro (20,9%) casi dobla todavía la del primer trimestre de 2010 (11,4%), el último que Grecia vivió sin presencia de la troika. La tasa de actividad apenas llega al 58%, ocho puntos por debajo del nivel alcanzado en 2008, el primer año de la crisis en Europa. La larga crisis se ha ensañado "desproporcionadamente"´con la infancia y la juventud, según reconoce la propia troika en su evaluación más reciente del rescate. En relación con 2008, el riesgo de pobreza infantil se ha doblado con creces y ha pasado del 23% al 55,7%. .

La fragilidad del país de Tsipras es evidente y las previsiones más optimistas de la CE le sitúan con una deuda pública por encima del 100% al menos hasta 2040 o rozando el 160% ese año en el peor de los casos. El FMI es aún más pesimista y se resiste a sumarse en el tercer rescate (cifrado en 86.000 millones), aunque la zona euro insiste para que el organismo internacional participe aunque sea de manera casi simbólica en la recta final del programa.

A pesar de todo, Bruselas confía en cerrar en agosto el programa de Grecia, el único país que sigue intervenido tras los rescates de Irlanda, Portugal y Chipre, y el rescate de la banca en España.

Pero el entusiasmo de Bruselas con Tsipras oculta una desconfianza de los socios europeos, que se han convertido en los principales y casi únicos acreedores de Atenas. Las capitales presionan para que Grecia acepte en agosto un programa más suave, en forma de línea de crédito de precaución, que permitiría controlar la continuidad de los ajustes. Esa batalla, que ahora se libra entre pasillos, puede amargar de nuevo la relación entre Tsipras y el resto de líderes europeos.

Más fácil lo tiene Portugal, que se libró de la troika a mediados de 2014 tras un rescate de 78.000 millones de euros. La troika intentó sin éxito que Lisboa aceptara una línea de crédito suave que mantendría la estrecha vigilancia. Y recibió de uñas la llegada al poder a finales de 2015 de los socialistas de Costa, apoyados en el Parlamento por la extrema izquierda. 

Berlín amagó con forzar un segundo rescate pero Costa resistió. Y la situación de los mercados de deuda, estabilizados en gran parte por la intervención del BCE, ayudó al gobierno luso a llevar a cabo sus planes de acabar con la austeridad a rajatabla y dar marcha atrás a algunas de las medidas de la troika.

Costa es recibido ahora con alfombra en las instituciones europeas. Y su ministro de Finanzas llegó a ser calificado como "el Ronaldo del Eurogrupo" por el ya ex ministro alemán Wolfgang Schäuble. Las cifras económicas de Portugal, como en el caso de Grecia, no justifican el entusiasmo comunitario. 

Portugal crece a un ritmo anual de casi el 3% y la creación de empleo es aún mayor, aunque se concentra en sectores intensivos en mano de obra, como el turismo, y con gran precariedad. Más del 50% de los trabajadores de menos de 30 años carecen de empleo fijo.

El país de Costa tampoco se ha recuperado de algunas de las graves heridas de la crisis, como la fuga de población joven y cualificada entre 2011y 2014 la salida neta era de más de 30.000 personas al año, el 40% menores de 29 años. La inversión también cayó todavía hoy el 73% de la inversión pública procede de los fondos europeos.

Datos que no impedirán a Bruselas convertir a Portugal y a Grecia en el exitoso colofón de un largo lustre de rescates. Y a Tsipras y a Costa en los insospechados héroes de tamaña hazaña.

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