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Las pequeñas ciudades también pueden ser ‘smart cities’

En el nuevo plan de la Agenda Digital se incluyen las zonas rurales Estas iniciativas pueden combatir la despoblación y la migración hacia las grandes capitales

Getty Images
Pablo Sempere

En los últimos años, España ha vivido una explosión de iniciativas gubernamentales, empresariales e investigadoras enmarcadas en el concepto de smart city. Las ciudades inteligentes, que mediante la tecnología, los planes de desarrollo y de urbanismo y el objetivo de la sostenibilidad, mejoran el día a día de sus habitantes, encontraron a su principal aliado en el Plan Nacional de Ciudades Inteligentes, impulsado por el gobierno en 2015. Tres años después de su lanzamiento, el Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación (COIT), a través de su grupo de Smart Cities, ha elaborado el estudio La tendencia inteligente de las ciudades españolas, en donde se hace un balance de los principales avances, así como de los objetivos a fijar en la siguiente etapa.

“Cuando este plan se puso en marcha, se pensó únicamente en las ciudades de más de 20.000 habitantes, poniendo por delante a las grandes capitales del país, que han sido las que mayores presupuestos se han llevado para implantar sus iniciativas”, explica Félix Herrera, coordinador del estudio. Tras tres años toca replantearse los objetivos. Algo que, precisamente, acaba de hacer el gobierno. El pasado 27 de diciembre, el Ministerio de Energía, Turismo y Agenda Digital lanzó su nuevo plan, esta vez enfocado no a las ciudades, sino a los territorios inteligentes, con el año 2020 en el horizonte y con una dotación de 170 millones de euros.

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En este nuevo programa, además de ponerse el foco en las ciudades y sus objetos (edificios, transporte, medio ambiente o conectividad), también se vislumbran el turismo inteligente y los territorios rurales inteligentes. “Hay una parte específica dedicada a las zonas rurales y a las ciudades con menos de 20.000 habitantes. Aún toca saber en qué aspectos se centrará el nuevo plan. Pero para nosotros, el ir más allá de las grandes localidades es ya un paso importante”, alega Herrera. Y es que, prosigue, en las últimas convocatorias de smart cities lanzadas por el Ministerio para poder optar a la ayuda económica, más de 7.700 núcleos con menos de 20.000 habitantes se quedaron fuera.

Es cierto que el concepto smart city hace referencia a aquellas ciudades que debido a su superpoblación y a su extensión territorial precisan de planes que contrarresten todos los problemas derivados. Sin embargo, y sin negar esta realidad, en opinión de los expertos del COIT, las ciudades menores requieren de un tratamiento especial. No precisamente porque estén presionadas por la superpoblación. Todo lo contrario. Se enfrentan a un escenario quizás más delicado: “Seguir siendo atractivas para que no se produzca migración hacia urbes mayores y mucho mejor equipadas para poder vivir”.

Según las últimas estimaciones publicadas por la ONU y el Banco Mundial, a día de hoy más de la mitad de la población, cerca de 3.500 millones de personas, vive en las ciudades, un porcentaje que para 2030 llegará al 60%. Además, pese a que las urbes ocupan apenas el 2% del planeta, representan entre 60% y 80% del consumo global de energía y el 75% de las emisiones de carbono. Por eso, este tipo de planes destinados al medio rural y a las pequeñas ciudades, aunque no puedan detener la tendencia, “sí ayudarán a que estas regiones sean mucho más atractivas”.

Las ciudades menores requieren de un tratamiento especial para seguir siendo atractivas

En este sentido, Herrera recuerda que aunque el concepto smart city está muy relacionado con la tecnología y los grandes volúmenes de población, no todo es eso. “Al final, son muchos los factores que confluyen en la mejora de la calidad de vida de la población. Una persona es fruto de un montón de vectores que le afectan, como poder tener trabajo y no tener que emigrar, disfrutar de transporte público, de parques, de la conectividad, de edificios tecnológicos... El verdadero concepto de ciudad inteligente pasa por un equilibrio entre esas sensaciones y una buena gestión de los recursos”.

A esto se le añade otro punto: “Muchos proyectos de smart city no prosperan en las ciudades debido a los volúmenes de habitantes sobre los que hay que trabajar y a los presupuestos disponibles”. En las pequeñas poblaciones, aunque sus administraciones están menos acostumbradas a la gestión, estos problemas son mucho más fáciles de solventar. También ayuda el hecho de no querer abrir más frentes de los posibles. “Luchar por la sostenibilidad, la eficiencia energética, el buen transporte y la conectividad, todo a la vez, es muy difícil. En otros núcleos, que se enfrentan a menos problemas, no es necesario involucrarse con tantos, y los resultados pueden ser así mucho más satisfactorios”.

Trabas al avance ‘smart’ en las grandes urbes

-Alcance. El cambio inteligente debe abarcar la ciudad en toda su extensión y no limitarse a pruebas piloto de espacios reducidos. “Algunas ciudades llevan a cabo estos proyectos en uno de sus barrios, o incluso una calle, y lo contabilizan como si de la localidad entera se tratase”, explica Félix Herrera.

-Tiempo y dinero. Las ciudades se obsesionan por completar su programa en una legislatura o en plazos nada razonables. “Ni entienden la transformación como un proceso continuo ni cuantifican bien los presupuestos”, añade.

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Sobre la firma

Pablo Sempere
Es redactor en la sección de Economía de CINCO DÍAS y EL PAÍS y está especializado en Hacienda. Escribe habitualmente de fiscalidad, finanzas públicas y financiación autonómica. Es graduado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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