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Kavita Parmar: “El ‘low cost’ crea un círculo vicioso de precariedad”

Es la diseñadora y fundadora de IOU Project Lleva la trazabilidad hasta la materia prima

La diseñadora y fundadora de IOU Project, Kavita Parmar, en su estudio de Madrid. | Vídeo: Olivia López. Foto: Juan Lázaro

El abuelo de Kavita Parmar (India, 1972) luchó pacíficamente junto a Gandhi para echar al imperio británico de India. Ella también sabe lo que es enfrentarse a un gigante. Parmar habla por los codos y expone firme su visión de la industria textil, dominada hoy por el low cost que ella pretende combatir. Nacida en Punyab (norte de India) y criada en Canadá, esta diseñadora de 45 años se fue de casa con 16 y desde entonces no ha dejado de trabajar en el sector de la moda. En 2011, cuando todo el mundo le decía que el futuro era el low cost, decidió remar a contracorriente. Fundó IOU Project, una marca comprometida con cada uno de los implicados en el proceso de confección y el respeto de su entorno. Para ello, estableció un sistema de trazabilidad innovador que permite hacer partícipe al cliente. Dice que muchos la califican de idealista y utópica, pero que siempre les responde lo mismo: “Idealista es todo esa gente que compra barato y se cree que el cambio les caerá del cielo sin hacer nada”.

R. ¿En qué consiste el sistema de trazabilidad de sus prendas?
R. Hemos recurrido a la tecnología para que en cada una de las etiquetas el consumidor pueda saber, a través de un código QR, dónde ha crecido el algodón, quién lo ha tejido, quién lo ha teñido, y quién ha cosido cada una de las prendas. Quería replantear la cadena de suministro y convertirla en una cadena de prosperidad. Quería hacer partícipe al consumidor de cada una de las etapas de confección para que fuera consciente de lo que implica y lo que cuesta. La industrialización ha convertido a los artesanos en máquinas de producir, y yo quería volver a humanizar la producción para que podamos poner caras a las personas que han hecho la ropa que vestimos. Cuanto mayor conocimiento tengamos, más responsable seremos a la hora de comprar.
La industrialización ha convertido a los artesanos en máquinas de producir, y yo quería volver a humanizar la producción
R. ¿Por qué era necesario este sistema?
R. Lo era para volver a dar valor a cada una de las etapas de producción y para mostrar sin complejos que cada una de las personas implicadas tiene una remuneración y una vida digna. La industrialización ha generado muchísima opacidad y, sin que seamos conscientes, nuestro consumo genera mucho sufrimiento. Por eso quería hacer una plataforma que diera transparencia a todo el proceso productivo. En realidad, el sistema industrial es muy trazable y es mentira, como dicen las grandes empresas, que la trazabilidad sea algo complejo o imposible. La tecnología nos da una oportunidad muy buena y barata para hacerlo. Así que se nos acaban las excusas para seguir haciendo las cosas mal.
R. ¿Las grandes empresas también podrían establecer esta misma trazabilidad?
R. Claro que sí. Las grandes firmas saben perfectamente lo que ocurre en cada una de las etapas de producción, porque de ello depende su control de calidad. Pero la realidad es que ahora mismo se usa para buscar al culpable de algún fallo en vez de para resaltar el talento de cada una de las partes implicadas.
Las colas para entrar en Primark están directamente relacionadas con las colas delante del INEM. Quien no quiero verlo está ciego
R. ¿De dónde va a venir el cambio hacia una industria textil más responsable?
R. Desde luego el cambio no vendrá de las grandes empresas. Son bloques monolíticos y demasiados rígidos. El cambio vendrá de fuera. Las grandes marcas se acabarán sumando o comprando aquellas que hayan emprendido medidas innovadoras (aunque les saldrá muy caro), o acabarán desapareciendo. El cambio tampoco vendrá de los Estados. Sin duda las regulaciones nacionales son muy necesarias para establecer estándares mínimos, pero tardan mucho en implementarse. Y no creo que hoy por hoy exista el suficiente coraje político para hacerlo.
El cambio en la empresa textil no vendrá de las grandes empresas ya que son bloques monolíticos. Tampoco de los Estados: no existe suficiente coraje político
R. ¿Entonces quién lo va a liderar?
R. Para mí el cambio tiene que venir de cada uno de nosotros, como personas y consumidores. Los cambios siempre ocurren desde abajo y tenemos que liderarlo. Como ciudadanos tenemos más poder que nunca para cambiar las cosas y como consumidores hacemos política todos los días. No hay manera más potente e inmediata de transformar el mercado que a través de las pequeñas decisiones que como consumidores tomamos cada día. Y ya nos toca negarnos a adquirir productos cuyas condiciones de trabajo no queremos para nosotros mismos. El consumidor es el culpable número uno de los abusos de la industria textil y no podemos seguir autoengañándonos. Preferimos no pensar sobre lo que hay detrás de lo que compramos y eso a las empresas les viene fenomenal.
No hay manera más potente e inmediata de transformar el mercado que a través de las pequeñas decisiones que como consumidores tomamos cada día
R. ¿El low cost es sinónimo de vulneración de garantías laborales y medioambientales?
R. Totalmente. Yo siempre digo que el low cost sale muy caro para la sociedad. Las tiendas de ropa barata crean un círculo vicioso de precariedad. La gente se queja por tener sueldos de miseria pero luego compra camisetas a tres euros que a su vez se han hecho en condiciones laborales lamentables. Si no estamos dispuestos a que a las personas que trabajan en el textil se les pague dignamente, no podemos pretender que a nosotros en cambio sí. Quien no vea que las colas delante de Primark están relacionadas con las colas del INEM está ciego. El low cost también sale carísimo para el medioambiente. La industria textil es la segunda más contaminante después del petróleo. Desvía el agua dedicada a los cultivos y contamina ríos con los tintes. Pero lo más grave: el 90% de la ropa barata se produce con poliéster que, lavado tras lavado, desprende microplásticos imposibles de filtrar que acaban en los océanos y sirven de alimento al pescado que comemos.

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