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27 de marzo, el día en que Popular pudo ya morir

Si hubiera reformulado cuentas habría podido caer entonces, según los expertos El 10 de abril, día de la junta de accionistas, ya se trataba de una entidad zombi

Emilio Saracho, expresidente del Banco Popular.
Emilio Saracho, expresidente del Banco Popular.Pablo Monge

Banco Popular sufrió varios infartos antes de morir en la madrugada del 6 al 7 de junio, tras su intervención por parte de la Junta Única de Supervisión (JUR). Eso es al menos lo que mantienen varias fuentes financieras conocedoras de la delicada situación que atravesó la entidad antes de su muerte definitiva. Tanto es así que ya en su junta de accionistas, celebrada el 10 de abril, Popular ya era un banco zombi. No tenía más futuro que su venta inmediata.

“No había tiempo ni si quiera para ser asistido con una ampliación de capital”, explican las mismas fuentes, aunque reconocen que se intentó una a toda prisa, y ya había fecha para llevarla a cabo, el 12 de junio, y una cantidad, unos 4.000 millones de euros que Barclays y Deustsche Bank habían reconocido por carta que podían conseguir. Pero ya era tarde. La carta llegó entre el 3 y 5 de junio a Miguel Escrig, director financiero procedente de Telefónica, que fue a quien Saracho encargó tantear el mercado para ver la posibilidad de realizar una ampliación de capital, con derechos de subscripción preferentes. Varias fuentes consultadas aseguran que Emilio Saracho ya era consciente de que la ampliación era prácticamente imposible llevarla a cabo , pero había que intentarlo.

Estas mismas fuentes explican que el 27 de marzo creían ya que el banco saltaba por los aires. Ese día fue cuando el comité de riesgos y el de auditoría, encabezados por dos consejeros que acababan de aterrizar en la entidad, Antonio González-Adalid y Carlos González Fernández, respectivamente, confirmaron que había un desfase en las cuentas del banco de 2016 de algo más de 600 millones de euros, entre tres partidas. Este desajuste fue comunicado a Pricewaterhouse (PwC), auditor que no había detectado este descuadre.

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Lo primero que planteó la auditora, al parecer bastante preocupada, fue comunicárselo a la CNMV. Y así se hizo. Entonces se abrió un intenso debate en el consejo de administración del banco y con el auditor. Y se procedió a un análisis a fondo de las cuentas de 2016.

Era una cantidad que en otras circunstancias y en otro banco no hubiera inquietado. “No es la primera vez que una empresa debe corregir sus cuentas de un año anterior”, explica un experto. “Si la cantidad es pequeña se comunica a la CMNV y se corrige y normalmente queda en eso”, añade. Otra cosa es si la cantidad es elevada. “Entonces hay que hacer una reformulación de cuentas y eso no gusta a nadie. Además, hay que convocar consejo y junta para aprobar las nuevas cuentas. En el caso de que la corrección aun siendo pequeña afectase al 5% del monto de resultados del año y que el efecto sobre el patrimonio no supere una horquilla de entre el 2% y el 5% también habría que reformular cuentas. En el caso de Popular estuvo rozando la reformulación de cuentas, pero finalmente no fue necesaria”, explica un experto conocedor de lo que estaba ocurriendo en Popular en esos momentos.

Desde esa fecha más o menos y hasta el día 3 de abril, día en el que se comunicó como hecho relevante en la CNMV este desfase y su solución, se sometieron las cuentas del banco a un minucioso análisis, ya que la reformulación de sus cuentas, apuntan varias fuentes, hubiera supuesto ya la caída de la entidad. Y es que pese a lo bajas que eran las cifras, “ponía en evidencia las cuentas de 2016, que se debían someter a aprobación el 10 de abril, lo que elevaba más la desconfianza del mercado, podía provocar un retraso en la junta, y su suma, en caso de reformulación, reducía el ratio de capital que conllevaba directamente al impago de los bonos convertibles contingentes (cocos)”. La declaración de default de los cocos de Popular suponían la muerte del banco, apuntan varios expertos.

La CNMV tenía la llave para decidir si el ajuste que debía hacer Popular era una reexpresión de las cuentas o una reformulación, equivalente a su muerte. Al final, y tras concluir el examen por parte de PwC, la CNMV consideró que el ajuste era una reexpresión de las cuentas, que afectaban a los ejercicios de 2016 y 2015. El banco, según fuentes del exconsejo de Popular, se había salvado por la campana en esta ocasión, pero había quedado tan tocado que ya no salían los números para pasar el ratio de capital en junio. Fue entonces cuando se tomó la decisión de poner en venta el banco o realizar una ampliación que solo plantearse “sonaba ya a fracaso”, explican las mismas fuentes.

El Banco de España poco después comenzó su vigilancia diaria de liquidez. “De ahí viene el discurso de Saracho, que sonó incluso surrealista en la junta de accionistas del 10 abril”, mantienen otras fuentes. “Su intervención pudo gustar o no, pero a nadie dejó indiferente (planteó la venta o una ampliación de capital como únicas soluciones)”. Inmediatamente la acción de Popular se desplomó y nunca más se recuperó. A ello, y como si el mercado también lo supiese comenzó la salida de depósitos del banco. Era su declive definitivo, crisis de liquidez y que días después iba a convertirse también en solvencia. Esto es lo que se cuenta entre los exconsejeros de Popular. Ahora habrá que ver lo que descubren los dos peritos nombrados por el Banco de España para el caso Popular.

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