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Tribuna
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España tiene una oportunidad en el nuevo Perú

Muchas empresas ya forman parte del plan público para rehacer las infraestructuras del país

El presidente de Perú, Pablo Kuczynski.
El presidente de Perú, Pablo Kuczynski.REUTERS
José Antonio Llorente

Por mucho que en los momentos difíciles nadie repare en ellas, la voluntad y la constancia siempre salen a cuenta. El Perú es probablemente uno de los países que más y mejor ha interiorizado esa lección. Ha debido afrontar los años de la violencia y el terror, las incertidumbres políticas o las sempiternas sospechas de corrupción. Además, la gravísima devastación dejada a su paso por los dos últimos fenómenos del Niño costero ha destrozado una parte significativa de las infraestructuras del país y de los patrimonios familiares.

Hace poco más de un año, la reñida elección en segunda vuelta de Pedro Pablo Kuczynski como presidente de los peruanos auguraba señales positivas. PPK, las tres iniciales de su nombre con que todos los peruanos lo conocen, ganó por apenas 50.000 votos a Keiko Fujimori. Sin embargo, como el partido de esta, Fuerza Popular, mantiene una holgada mayoría en el Congreso, el recién elegido presidente parecía condenado de antemano al bloqueo legislativo.

El primer año presidencial trajo luces y sombras. Es cierto que Kuczynski ha logrado acrecentar la presencia internacional del Perú. Se ha propuesto asumir los principales códigos de buenas prácticas y los estándares más exigentes de gobernanza y transparencia. Ha generado una estimulante reflexión interna sobre estos asuntos. Todavía faltan logros y resultados concretos, pero el primer paso a menudo es el más difícil de dar.

En cambio, la economía apenas salió de la zona de sombra. En sus primeros 12 meses no consiguió activar las grandes decisiones sobre inversión y gasto público, ni alentar la iniciativa privada. Varias encuestas alertaron entonces de un creciente desaliento social. Aunque parezca una paradoja, las lluvias e inundaciones que arrasaron el país a comienzos de 2017 han representado el acicate para salir de ese impase político. En lo que llevamos de año, ha ido concretándose un ambicioso plan de inversiones, promovido desde la colaboración público-privada a través del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, que se propone rehacer buena parte de las infraestructuras y redes de transporte del país.

Las empresas españolas han asumido protagonismo en varios de los proyectos iniciales, algunos tan emblemáticos como la línea 2 del metro de Lima o la modernización de la refinería de Talara, en el noroeste del país. Son proyectos complejos, pero su ejecución en tiempo y forma sin duda va a atraer nuevas oportunidades y puede movilizar a todo un país.

En esa nueva estrategia de consenso, PPK y Keiko Fujimori mantuvieron el pasado julio un encuentro de dos horas en el Palacio de Gobierno del Perú. Hubo un tácito acuerdo institucional, en el que ambos coincidieron en la urgencia de combatir la corrupción, la desaceleración económica y un ambiente político cada vez más crispado.

La reconstrucción de las infraestructuras y la lucha contra la corrupción se han convertido en el gran ideario de los peruanos. Hay una generalizada voluntad de perfeccionar la independencia administrativa y judicial, así como un creciente activismo social, vigorizado desde los medios de comunicación y las redes sociales, que se muestra especialmente crítico y combativo contra cualquier ejemplo de corrupción o mala praxis.

Esas nuevas prioridades han comenzado a variar el pulso político. Como en los dilemas clásicos, desde su toma de posesión PPK parecía abocado a elegir entre pacto o conflicto. El primero facilitaría la gobernabilidad y dinamizaría el crecimiento. El segundo ensombrecería la estabilidad política y la inversión privada.

Hoy sabemos que la dificultad para lograr articular la convivencia entre un gobierno sin respaldo parlamentario y una oposición con mayoría legislativa es una de las causas que, en septiembre pasado, llevó a PPK a tender puentes con la oposición. Así lo ha concretado con el cambio de miembros del gabinete, incluido el presidente del Consejo de Ministros, decisiones que ya han empezado a darle rédito político y aprobación popular.

Así que la posibilidad de establecer una colaboración estable entre el presidente y la jefa de la oposición sigue ganando adeptos. Hay un proyecto de regeneración, un afán compartido por modernizar las infraestructuras y la opción de asentar al país entre las principales organizaciones internacionales para el desarrollo. Como decía al comienzo, la voluntad y la constancia peruanas son un valor seguro, y de cara al futuro dos magníficas novedades que los españoles deberíamos alentar y apoyar.

José Antonio Llorente es socio fundador y presidente de Llorente & Cuenca.

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