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Qué hacer en Ibiza si no eres fiestero

En jeep o en barco se puede recorrer la isla en busca de las mejores calas y los rincones más tranquilos

Sea soul de Iberostar Santa Eulalia, donde se puede degustar gran variedad de cócteles y oír música frente al mar.
Sea soul de Iberostar Santa Eulalia, donde se puede degustar gran variedad de cócteles y oír música frente al mar.

Fiesta hay para aburrir, hippies ya no tantos, ahora predominan los pihippies (pijos + hippies), pero Ibiza también fue pensada para unas vacaciones tranquis donde lo natural, lo rural y cultural y sobre todo la gastronomía puedan satisfacer a los menos fiesteros. Palabra de honor: Santa Eulalia es una de las zonas que cada vez atraen más turismo familiar o deportivo por derecho propio, ganado a pulso por su sosiego. Sabinas, pinares mediterráneos, calas turquesas, mercadillos artesanales y guisos de pescado son una buena excusa para una última escapada veraniega.

A poco más de 20 kilómetros del aeropuerto ibicenco, Santa Eulalia del Río, es una buena alternativa para deshacer la maleta y sosegarse. Ideal para perderse de cala en cala, adentrarse en los pueblos y viñedos de la zona más rural de la isla, en jeep, o buscar la experiencia cultural y gastronómica. A tiro de piedra de los famosos mercadillos hippies de Punta Arabí –al que se puede ir dando un paseo–, Es Canar y Las Dalias, con sus clásicos diseños blancos ad lib, son los mercados por excelencia.

Santa Eulalia tiene muchas posibilidades de hospedaje, con alojamientos de cientos de habitaciones y otros más exclusivos. Hoteles como Iberostar en s’Argamassa, Sol Beach House Ibiza, Aguas de Ibiza o Palladium invitan a la calma, esa forma que tienen los de las islas de concebir la vida. Entre otras cosas, porque sus edificios están rodeados de pinares mediterráneos, acogedoras calas, bosques y sabinas, el árbol estrella de Ibiza.

Es muy cómodo organizar visitas en barco desde esta zona, ya que algunos alojamientos tienen embarcadero propio y si se lo quiere montar por su cuenta existen establecimientos (estos sí, bastante más hippies), donde se puede alquilar todo tipo de equipamiento para practicar buceo, surf, kayak o vela.

En barco, de cala en cala

Difícil decisión es seleccionar las calas a visitar por su número y porque todas tienen algo especial. Pero esta ruta obliga a echar amarres en Mastella, una cala pequeña, recóndita y tranquila (más en junio y septiembre). Conviene parar en Cala Boix o Cala Martina, ideal para practicar buceo, windsurf o vela.

Las excursiones en barco permiten parar en varias playas el mismo día.
Las excursiones en barco permiten parar en varias playas el mismo día.

La excursión no estaría completa sin parar en las aguas de la isla de Tagomago, antiguo refugio de piratas berberiscos. La única isla privada de Ibiza, donde se han dejado ver Norma Duval o Borja Thyssen, entre otras celebridades. Hacer esnórquel o buceo en esas aguas de color esmeralda es un deleite y casi la única posibilidad para la mayoría de los mortales, a no ser que se tengan más de 20.000 euros al día, que es lo que cuesta alquilar la isla y el área residencial.

Uno de los lugares más atractivos de la excursión para los que huyen del tándem sombrilla y hamaca es Pou des Lleó. Arrivar en barco a este pequeño rincón marinero, de aspecto casi lunático, rodeado de las típicas casetas para guardar las embarcaciones ibicencas (llaut), traslada a otra época. Comer en el chiringuito de este rincón sublimará a los más estresados.

Escapada en jeep

Para adentrarse un poco en la zona más rural, al norte, y de paso visitar las calas más famosas de la zona es recomendable hacerlo en jeep. Nos familiarizará con la Ibiza menos masificada, la arquitectura típica de las casas ibicencas, los curiosos pozos de agua –que están por todas partes– y los montes poblados de viñedos.

Una buena excursión es visitar San Vicente, hasta hace años, la zona más aislada de la isla, que cuenta con una playa de arena fina y aguas tranquilas y tiene el plus añadido de las cuevas de Es Culleram, un santuario de la época púnica. Parada y fonda en Sant Joan de Labritja para tomar el aperitivo, antes de llegar a Portinatx, es también muy recomendable.

Acercarse a la arquitectura de las iglesias de Ibiza obliga a visitar San Miguel. Una localidad fortificada y encalada como las casas de alrededor, que está a tiro de piedra de Can Marçà, una cueva subterránea, colgada de los acantilados de una bahía natural, con vistas a la isla Murada, donde habita una lagartija endémica de colores intensos y formas prehistóricas. Completar la ruta con una parada en Santa Gertrudis para degustar los bocadillos de jamón con tomate en el bar Costa es un clásico. Son archiconocidos.

Cuevas Can Marca, en Ibiza.
Cuevas Can Marca, en Ibiza.

Aunque bastante masificada en verano, la playa de Benirràs ofrece unas puestas de sol que conmoverán también a los no fiesteros. Y se tenga o no ganas de fiesta, hay que echar un día para visitar Dalt Vila, la fortaleza costera mejor conservada del Mediterráneo, cargada de coquetos restaurantes y tiendas de artesanía.

Habitación doble en Iberostar Santa Eulalia (Ibiza).
Habitación doble en Iberostar Santa Eulalia (Ibiza).

Guía para el viajero

 Alojamiento. Existe una amplia oferta hotelera. En 2016, Iberostar abrió un hotel de la gama Star en Santa Eulalia, con 229 habitaciones y embarcadero privado; desde 120 euros noche.

Gastronomía. Degustar el bullit de peix (pescado con patatas) y el arroz hecho con el caldo en Pou des Lleó empapa de la tradición marinera. En la ciudad, la calle de la Virgen, el barrio de la Marina y Vara del Rey son ideales para las tapas. Merece una parada el gastrobar Sa Brisa, por sus churros de sobrasada o croquetas de carrillera de ternera.

Cómo llegar. Además de por aire (recibe vuelos directos de las principales ciudades), la naviera Trasmediterranea ha abierto una nueva ruta desde Gandía este año.

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