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Londres teme a la Europa de Macron

Reino Unido votó por abandonar una Unión en crisis pero se topa con un club entusiasmado con el presidente francés París espera sustituir el inmovilismo de Merkel con un liderazgo constructivo

El presidente francés, Emmanuel Macron, y la primera ministra británica, Theresa May, asisten a un partido de fútbol amistoso en París el 13 de junio de 2017. EFE/ETIENNE LAURENT
El presidente francés, Emmanuel Macron, y la primera ministra británica, Theresa May, asisten a un partido de fútbol amistoso en París el 13 de junio de 2017. EFE/ETIENNE LAURENT

 Las negociaciones del brexit arrancaron ayer en Bruselas con un primer encuentro oficial que sirvió, sobre todo, para poner de manifiesto la desorientación y el desconcierto de Londres ante el histórico divorcio. Nadie hubiera imaginado hace un año que el Gobierno británico iniciaría el proceso desde una posición de tan clara nferioridad frente a Europa.

El 23 de junio de 2016, el Reino Unido votó en referéndum a favor de dejar plantada a la Unión Europea, un club atribulado por una profunda crisis de identidad y deprimido bajo el liderazgo inmovilista de la canciller alemana, Angela Merkel.

Doce meses después, el equipo negociador británico, liderado por el ministro del brexit, David Davis, se enfrenta a una Unión todavía azotada por diversas crisis, pero con aires de revitalización tras la llegada al Elíseo de un presidente relativamente joven y que parecedispuesto a jugarse su carrera política por defender otro modelo deEuropa.

Emmanuel Macron ya asumió el liderazgo del club en la respuesta europea a la decisión del presidente de EE UU, Donald Trump, deabandonar el Acuerdo sobre cambio climático. Lejos de arredrarse, la UE ha decidido aplicar los 29 artículos del Acuerdo con o sin EE UU. Y la voz de Macron resonó dentro y fuera de Europa con su “hagamos grande el planeta otra vez” que dejó en evidencia la grandilocuencia provinciana de Trump.

El liderazgo de Macron se ha visto aún más reforzado tras las elecciones legislativas, que el domingo concedieron a su grupo, La República en Marcha, una mayoría absoluta de 302 escaños (sobre 577) reforzada con los 40 de sus aliados del Movimiento Democrático.

La descomunal abstención (57% en la segunda vuelta del domingo) ha empañado el triunfo de Macron. Pero la apatía del electorado ha cundido sobre todo entre los rivales del presidente a derecha e izquierda. El partido de Macron, en cambio, ha obtenido, junto a sus aliados, de Modem, nueve millones de votos, cifra muy similar a los 9,4 millones de los socialistas de François Hollande en 2012, lo que denota que el presidente ha mantenido movilizado a su electorado durante los dos meses de elecciones presidenciales y legislativas.

La fortaleza de Macron, llamado a marcar las negociaciones del brexit, contrasta con el patinazo de la primera ministra británica, Theresa May, que el pasado 8 de junio perdió la mayoría absoluta en unas elecciones adelantadas con el objetivo de fortalecerse de cara a las negociaciones que comenzaron ayer en Bruselas.

El fiasco ha sido de tal magnitud que durante los próximos meses May deberá mantenerse más en guardia en Londres que en Bruselas, porque en su retaguardia política puede producirse una rebelión de los conservadores.

La debilidad del Gobierno británico se puso ayer de manifiesto en la primera ronda de negociaciones celebrada en Bruselas entre el negociador europeo, Michel Barnier, y el ministro británico del brexit, David Davis.

La delegación británica aceptó el calendario y modus operandi marcado por la Comisión, que desea antes de anda saldar las cuentas pendientes y garantizar los derechos de los ciudadanos europeos en territorio británico. Si esos dos capítulos avanzan, Bruselas podría aceptar que a partir de otoño se negocie el acuerdo comercial que tanto necesita Londres.

“Lo importante no es cómo empieza la negociación sino cómo acaba”, se consolaba Davis antes de regresar a Londres.

Davis llegó a la capital europea prácticamente con las manos vacías porque Londres todavía no ha fijado ni un solo objetivo para la negociación más inmediata. El próximo lunes, el gobierno de May intentará concretar su primera posición sobre los derechos de los ciudadanos.

El equipo europeo de Barnier, por el contrario, lleva varios meses preparando la posición de los 27 socios de la UE y ya ha planteado sus primeras demandas en materia de derechos de los ciudadanos europeos en territorio británico, además de dejar claro que exigirá a Londres elpago de las facturas pendientes.

Las elecciones del 8 de junio han complicado aún más la situación en Westminster, donde hay serias dudas sobre la supervivencia política de la primera ministra y del actual equipo negociador encabezado por Davis.

May sigue enfrascada en las negociaciones con el Democratic Unionist Party (DUP) de Irlanda del Norte para intentar que el apoyo de sus diputados le permita iniciar la nueva legislatura a pesar de su minoría parlamentaria.

De cara al brexit, el acuerdo con el partido protestante irlandés puede debilitar aún más la posición británica, porque introduce una peligrosa variable que puede provocar un choque entre Londres y Dublín y poner en peligro los acuerdos del Viernes Santo que marcaron el fin al conflicto armado en Irlanda.

May lleva una semana de negociaciones a tres bandas con el DUP y el primer ministro irlandés, el saliente Enda Kenny y el recién nombrado Leo Varakdar.

Bruselas observa con sorpresa e inquietud las dificultades de May para atar todos los cabos antes siquiera de empezar a negociar la salida de la UE.

La incertidumbre sobre el proceso ha alcanzado tal nivel que desde Berlín se ha recordado a Londres que todavía está a tiempo de reconsiderar su posición y dar marcha al brexit, una sugerencia que, de momento, el gobierno británico y sus posibles aliados del DUP han descartado de manera tajante.

El Reino Unido mantiene su intención de marcharse, pero el club que deja atrás parece en mejor forma que hace un año gracias al posible liderazgo de París.

Macron se muestra decidido a poner fin a la pasividad de la Unión, que lleva siete años estancada políticamente y se muestra incapaz de pasar la página de una crisis financiera todavía patente en las cifras de paro, deuda y en el interminable rescate de Grecia.

Desde 2010, el liderazgo de Merkel ha consistido en tirar de las riendas para frenard y los escasos avances (creación de un fondo de rescate, unión bancaria) se han producido a pesar de Berlín.

El presidente francés promete un liderazgo constructivo dentro de la UE, con un salto en la integración y se muestra dispuesto incluso a someter a referéndum un nuevo Tratado europeo. Y en el exterior se ha labrado hasta ahora una imagen fuerte que parece haber impresionado al mismísimo Trump. Londres, en medio de su marasmo político, ya comprobó ayer que la Europa de 2017 no es la de 2016.

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