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El Foco
Tribuna
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El avance imparable de la inversión ética

Los fondos responsables tienen que dar ahora el salto al inversor privado

Thinkstock

La inversión socialmente responsable (ISR) goza de muy buena salud ya que su crecimiento en los últimos años ha sido muy destacado a todos los niveles: sectoriales, geográficos, por su tipología, etc. Su implantación en algunos países y en el terreno institucional es ya muy elevada y quizás uno de sus principales retos es lograr que se extienda más al ámbito del inversor privado o minorista, lo que se conoce como el inversor o ahorrador de la calle. No será el único reto ya que además del sempiterno debate sobre la rentabilidad, sobre el que trataremos de arrojar algo de luz, probablemente aumentarán las dudas y cuestiones sobre la propia integridad de las inversiones, peaje a pagar como resultado de su propio éxito.

Lo primero que hay que entender es qué es exactamente la inversión socialmente responsable. Según la asociación española Spainsif, se trata de “una aproximación de inversión a largo plazo que integra los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (criterios ASG) en el proceso de estudio, análisis y selección de valores de una cartera de inversión. Es una combinación del análisis fundamental y de gestión activa, engagement, con una evaluación de los factores ASG, a fin de lograr una mejor rentabilidad a largo plazo para los inversores, beneficiando a la sociedad a través de la influencia en el comportamiento de las compañías”. La principal conclusión que puede derivarse de la definición es que se trata de una iniciativa con buenas intenciones y por ello nos debemos de congratular de su éxito. En última instancia promueve una sociedad más desarrollada y justa.

El segundo punto a considerar es el cómo, es decir, de qué forma se puede considerar que uno está invirtiendo de forma socialmente responsable. La respuesta no es única. Básicamente existen varias formas. La primera es la de pura exclusión: excluir determinadas actividades o sectores del universo de inversión. Entre los más comunes nos encontramos con armamento, explotación infantil, energía nuclear, tabaco o pornografía. Por su sencillez esta es una de las primeras aproximaciones y es la que más activos bajo gestión acumula. No solo se encuentra en muchos fondos de inversión o pensiones, sino que es también relativamente común encontrarlo como una exigencia en la política de inversión dentro de algunos clientes de banca privada para sus carteras gestionadas. Una evolución de esta aproximación es la que incorpora normas con reconocimiento internacional sobre derechos humanos o laborales, corrupción o ambiente que las compañías objeto de la inversión deben cumplir. La segunda es la búsqueda de las mejores empresas (Best-in-Class) en cuanto a su desempeño ASG. Aquí no se excluye a ninguna empresa o sector a priori, sino que se analizan las mismas respecto al grado de cumplimiento ASG acorde a unos criterios. Una tercera aproximación es la inversión temática, como la lucha contra el cambio climático o las energías renovables.

Quizás la principal pregunta que surge al potencial inversor es si la rentabilidad de estas inversiones es mejor, peor o igual. No se sabe y quizás no importa demasiado. Nuestro análisis nos revela que es demasiado complicado dada la variedad de universos y aproximaciones y no hay datos o plazos suficientes para llegar a conclusiones inequívocas o estadísticamente sólidas. Quizás lo mejor es que no parece que la inversión ISR conduzca a resultados ampliamente peores. Otro punto a vigilar son los costes. Es claro que los mayores costes de gestión (comisiones, etc.) tienen un efecto negativo sobre la rentabilidad en el medio y largo plazo y existen bastantes fondos ISR que son más caros porque en principio tienen que realizar un análisis o utilizar unos recursos adicionales para cumplir con la política de inversión. Los profesionales debemos valorar este aspecto así como los potenciales efectos negativos de la mercantilización del ISR, algo muy presente en una industria como la de gestión de activos con grandes aparatos y despliegues de marketing.

Juan Manuel Vicente Casadevall. EAFI Kessler & Casadevall Asesoramiento Financiero.

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