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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El coste del rescate bancario palidece ante el de no hacer nada

La crisis de 1929 nos dio un ejemplo del coste de dejar caer a todo el sistema bancario

Vista de la fachada del Banco de España.
Vista de la fachada del Banco de España.EFE (EFE)

El Banco de España ha elaborado un detallado informe sobre el coste de los rescates bancarios en la UE, que concluye que la zona euro ha aportado medio billón de euros de dinero público a sus bancos, el 4,8% del PIB. Contabiliza las inyecciones de capital, las ayudas para neutralizar los efectos nocivos de activos tóxicos o los avales para apalancar emisiones bancarias, pero no resta la recuperación de las aportaciones por la devolución de los afectados, un ejercicio que no puede darse por cerrado hasta la venta de los últimos activos intervenidos, como sería la venta de Bankia en el caso español. Llaman la atención dos cosas: la mínima parte recuperada de las ayudas en toda Europa, frente a la devolución cuasi completa en EE UU para operaciones de coste muy parecido; y el hecho de que España, pese al elevado peso de su sector bancario en la economía y la alta concentración de activos averiados, sea notablemente superada por Alemania en inyección de ayudas, tanto en términos absolutos como relativos.

De la experiencia de los rescates, que a España le han costado el 4,8% del PIB, puede concluirse que la decisión de responsabilizar de las pérdidas de cada entidad a los accionistas, a los bonistas y, en último término, a los depositantes, se tomó demasiado tarde, por falta de un diseño definitivo de la Unión Monetaria Europea en términos financieros, pero que a futuro es un sistema que bien puede amortiguar el coste para los contribuyentes.

Pero una conclusión más importante es que, por costoso que pueda parecer el socorro del sistema financiero, que es inevitable tratándose del mecanismo que garantiza la circulación del dinero y por tanto, la supervivencia de la economía, mucho más gravoso hubiese sido no hacer nada. En tal caso, las pérdidas habrían sido devastadoras tanto para la banca como para sus accionistas, los ahorradores y las empresas; y la crisis se habría prolongado varios años, puesto que la desconfianza en la banca hubiera llegado a tales extremos que se habrían cerrado todas las vías de financiación. La crisis de 1929 proporcionó una visión del pequeño holocausto económico que se habría reproducido.

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