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Gestión

El edificio como arma de recursos humanos

Elegir un inmueble u otro puede decantar la capacidad de una empresa para atraer talento

La torre Diagonal Zero Zero, de Barcelona.
La torre Diagonal Zero Zero, de Barcelona.
Javier García Ropero

Desde el año 2014, la inversión en inmuebles no residenciales, lo cual incluye oficinas, centros logísticos y hoteles, viene registrando datos que no se veían ni en los mejores años del boom inmobiliario. En 2015, esta inversión alcanzó los 9.407 millones de euros, y en 2016, pese a caer hasta los 8.707 millones de euros, la cifra sigue siendo mayor que la de diez años antes, según los datos de la consultora inmobiliaria JLL. De esa cantidad, el 32% fue inversión en nuevas oficinas, 2.753 millones, y solo el último trimestre generó el 44% de todas las operaciones.

El mercado sigue moviéndose, porque aún hay espacios libres disponibles, y porque el edificio se ha convertido en un elemento más en la política de recursos humanos de las compañías. Así lo pone de manifiesto José Mittelbrum, director nacional de agencia de oficinas de CBRE: “Las empresas están decididas a invertir en cambiar sus edificios, con el objetivo de ser más productivas, generar espacios para la colaboración y la comunicación de los empleados, y también, de cara al exterior, para la atracción del talento”. Mittelbrum argumenta que el empleado, al trabajar en una nueva oficina, con mejores espacios y tecnología, refuerza su fidelidad a la empresa. Y desde el exterior, los futuros candidatos se sienten atraídos al poder aspirar a desarrollar su carrera profesional en unas oficinas recién estrenadas o reformadas, que aprovechen todas las tecnologías disponible, algo que tiene un especial efecto, dice el directivo de CBRE, entre los candidatos más jóvenes.

“Estar en un determinado inmueble refleja la preocupación que tiene la compañía de mantener y atraer talento”, explica José Miguel Setién, director del área de oficinas de JLL, quien añade que, para su elección, “el entorno de trabajo, la ubicación y por supuesto el aspecto del edificio y su interiorismo son vitales”. Setién cree que el estilo y la tipología del inmueble elegido transmite, tanto a clientes como competidores, la imagen y los valores de la empresa en cuestión. “Las empresas piden que el edificio tenga carácter, además de una buena calidad en su interior”, detalla Mittelbrum.

Un símbolo de que las cosas marchan bien

Buscar la representatividad y reforzar la imagen de marca a través de un edificio no solo tiene que ver con valores o con atraer más talento. El mercado es competitivo y sacar pecho a través de un inmueble siempre es un punto a favor:“A todo el mundo le gusta dar una imagen positiva, de que las cosas te van bien y puedes permitirte tener el lujo de tener de este tipo de inmuebles”, afirma el director de oficinas de Knight Frank, Raúl Vicente, quien añade:“A la larga, quienes pueden pagar este tipo de espacios son aquellas empresas que estarán allí muchos años”.

En el caso de las grandes empresas, que necesitan, al menos, 5.000 metros cuadrados de espacio, hay varios condicionantes en la elección, que Mittelbrum resume: que el edificio tenga certificado de eficiencia, con una gestión eficaz de la energía que le permita tener una imagen de sostenibilidad; que el tamaño de planta sea amplio para que los equipos puedan trabajar; y sobre todo, unas buenas comunicaciones. “La cercanía al metro sigue siendo vital, aunque luego su uso es dudoso”, añade. “También se prima que el edificio sea nuevo o totalmente rehabilitado”, apunta Setién.

El efecto cartel

En estos casos de grandes mudanzas, una preferencia importante es la de ser el único inquilino. El director de oficinas de Knight Frank, Raúl Vicente, explica que esta opción es más cara que compartir edificio “porque hay menos posibilidades de elección, y los propietarios lo explotan. Pero estas compañías se sienten más cómodas con su propia recepción, su seguridad o su limpieza. Y, por supuesto, les permite explotar la imagen”.

En este último componente, el cartel es básico, aunque hay sectores más discretos que otros. “Poner el logo en la fachada es lo lógico si se ocupa todo el edificio. Crea orgullo de pertenencia y atracción en el exterior”, opina José Mittelbrum. “La banca privada suele ser más discreta, mientras que las grandes auditoras han buscado una mayor fuerza de imagen. Influye mucho que si una se mueve y consigue el cartel, la otra responda”, apunta Raúl Vicente. Mirar de reojo lo que hace la competencia es habitual. José Miguel Setién explica que, cuando una empresa puntera de un sector cambia su patrón inmobiliario con éxito, “sus competidores acaban imitándole. Aunque el logo, como no puede ser de otra forma, también tiene un precio: “Es un activo más, que los departamentos de marketing saben valorar”.

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Sobre la firma

Javier García Ropero
Redactor de la sección de empresas, especializado en distribución, gran consumo y economía del deporte. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Especialista en información económica de la UIMP. Desarrolla su carrera en CincoDías desde 2011 tras haber pasado por El Mundo y Vocento.

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