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El líbor y los puntos flacos del ‘trading’

Dos libros analizan desde dentro el escándalo de la manipulación del tipo de referencia interbancario

Tom Hayes, en mayo de 2015, acudiendo a los tribunales donde era juzgado.
Tom Hayes, en mayo de 2015, acudiendo a los tribunales donde era juzgado.EFE

Mierda puta”, exclamó en 2010 Robertson Park, investigador antifraude del Departamento de Justicia de EE UU, al escuchar la grabación de una llamada entre el exgobernador adjunto del Banco de Inglaterra Paul Tucker y Bob Diamond, entonces CEO de Barclays, producida dos años antes.

Aquel improperio marcó el inicio de una investigación criminal sobre cómo habían manipulado los bancos el líbor, un tipo de referencia que sustentaba muchos de los productos financieros del mundo. El escándalo ha llegado a simbolizar todo lo que iba mal en la industria bancaria antes de la crisis de 2008.

A pesar de su naturaleza técnica, tanto The Fix (El amaño), publicado en enero, como The Spider Network (La red de araña), que saldrá en marzo, enganchan

Es solo uno de los momentos dramáticos que se cuentan en dos nuevos libros sobre el tema. A pesar de su naturaleza técnica, tanto The Fix (El amaño), de Liam Vaughan y Gavin Finch, publicado en enero, como The Spider Network (La red de araña), de David Enrich, que saldrá en marzo, enganchan.

El London InterBank Offered Rate, líbor, es un índice de referencia diario que afecta a la fijación de precios de préstamos, bonos y derivados valorados en miles de millones de euros. Pero sus cimientos estaban destartalados. Se determinaba a partir del promedio de unas pocas propuestas realizadas por un comité de autovigilancia autoseleccionado de bancos, basadas en sus estimaciones de cuánto pagarían por tomar prestado unos de otros. Cuando el líbor empezó a ir mal, la teoría era que los bancos estaban presentando estimaciones artificialmente bajas en un intento de mostrar fortaleza durante la crisis. Un examen de las comunicaciones bancarias condujo al descubrimiento de la llamada entre Tucker y Diamond, que los investigadores consideraron una prueba de que algunos bancos estaban tratando de influir en el líbor.

Más tarde descubrieron, sin embargo, que las manipulaciones las habían hecho traders individuales en un intento de inflar sus resultados y sus bonus. Habían empezado antes la crisis y, en muchos casos, continuaron después. Los bancos acabaron pagando miles de millones de euros en multas.

Por ambos libros desfila un elenco de banqueros, brókeres y reguladores deshonestos o ineptos. El trader Tom Hayes fue el culpable más conocido, condenado a 14 años de prisión –luego reducidos a 11. Pero los altos ejecutivos y los reguladores tampoco salen bien parados.

A diferencia de otros relatos de la vida en el parqué, no idealizan a los personajes, y resultan equilibrados, deseosos de justicia

The Spider Network, en particular, describe la comunidad de la que Hayes formaba parte. El trader empezó a hacer confidencias al autor cuando comenzó a ser interrogado por las autoridades. El libro se abre con un relato espeluznante de Hayes y sus compañeros de Citigroup de juerga en un bar de una estación de esquí japonesa.

La historia está repleta de ironía: Sandy Hayes, la madre de Tom, trabajó para el exprimer ministro Gordon Brown, que abrió paso a un período de regulación financiera blanda. Chris Salmon, su tío, le animó a entrar en la banca de inversión, y más tarde se convirtió en el director ejecutivo del Banco de Inglaterra encargado de devolver respetabilidad al líbor.

The Fix, con menos de 200 páginas, puede dejar a algunos lectores con ganas de más. Pone en la picota a la Autoridad de Servicios Financieros del Reino Unido, por tardar dos años en investigar a pesar de recibir numerosas advertencias. La incompetencia de la Asociación de Banqueros Británicos, que supervisaba el líbor, también es impresionante. Y la Oficina de Fraudes Graves recibe un merecido puntapié por dar fechas erróneas en las pruebas presentadas en el juicio de los traders que ayudaron a Hayes, lo cual pudo ayudar a la absolución de los mismos.

Lo único que falta son víctimas claras. La manipulación movió los tipos solo cantidades pequeñas, que aumentaron los bonus de los traders, pero tuvieron poco impacto general. El análisis del propio Hayes sugiere que sus víctimas eran otros bancos y no fondos de pensiones o inversores minoristas.

Ambos libros podrían haber dicho más sobre cómo prevenir futuros casos similares, en un ámbito, el del trading, más parecido a los concursos de gladiadores que a los racionales modelos económicos. Los reguladores están tratando de obligar a los bancos a cambiar sus estructuras de bonus y establecer protocolos comerciales más firmes.

A diferencia de otros relatos desde dentro de la vida en el parqué, ninguno de los dos idealiza a los personajes, y ambos resultan equilibrados, deseosos de justicia.

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