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El Foco
Tribuna
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Incongruencias en ‘trumpconomics’

La nueva política migratoria puede poner en peligro la visa que utilizan las TIC para captar talento extranjero

Getty Images

Mi hija Ivanka ha sido tratada tan injustamente”, se quejó Trump en una red social cuando, recientemente, los almacenes Nordstrom (parecidos a Macy’s, Saks o, en España, El Corte Inglés) decidieron retirar de sus centros la marca de ropa de la hija del presidente. ¿Qué padre no defendería a su hija? Humanamente es comprensible. Desde el punto de vista de negocio, economía y empresa, la cuestión es más compleja y suscita preguntas inquietantes. ¿Va a inmiscuirse el presidente en las decisiones empresariales? A simple vista es una contradicción per se, puesto que Trump defiende la economía de libre mercado y empresa y, al mismo tiempo, dice a las automovilísticas, las TIC, los laboratorios y los bancos, por citar algunos sectores, qué pueden y qué no pueden hacer. El intervencionismo económico casa mal con el capitalismo.

"Con el BAT, Trump espera financiar el plan de infraestructuras, cifrado en 550.000 millones de dólares"

Si nos ponemos serios, diremos que el verdadero motivo por el que Nordstrom despidió a Ivanka Trump fue para vengarse de la iniciativa del presidente de imponer un impuesto fronterizo llamado BAT (Border Adjustment Tax) que afecta negativamente a la gran distribución. Trump y los republicanos esperan recaudar en un año un billón de dólares americanos con el que, por ejemplo, financiar el plan de infraestructuras que, en campaña electoral, Trump cifró en 550.000 millones de dólares. Si BAT no se convirtiera en ley, Trump tiene otra fórmula en el bolsillo para financiar su plan de remozamiento de puentes, carreteras y túneles que fueron construidos en los años cincuenta: sí o sí, sin paliativos ni componendas, las grandes multinacionales tienen 2,5 billones de dólares americanos en el extranjero. Sea en Irlanda o en Suiza, el caso es que no están ni en Houston ni en Dallas. Por ley, las empresas habrán de repatriar esos beneficios a Norteamérica. Esta medida afectará especialmente a las empresas tecnológicas. Aunque, en esto, Trump utiliza palo y zanahoria: para compensar a estas corporaciones, el impuesto de sociedades bajará del 35% (el más alto de la OCDE) al 15% y el impuesto por repatriación será el 10%. Cook (Apple), Bezos (Amazon), Zuckerberg (Facebook), al menos en esto, pueden respirar aliviados. Tienen otros motivos de preocupación, como la política migratoria de Trump que, más allá de impedir la entrada de musulmanes de seis países (Irak ha quedado excluida de la segunda lista de países parias), pondría en peligro la visa H-1B, que utilizan las TIC para captar talento extranjero, con un tope de 100.000 personas al año. Trump habló alto y claro: “No vamos a dar trabajos de ingeniero a extranjeros si tenemos profesionales norteamericanos”. La respuesta de Cook (Apple) fue inmediata: “Silicon Valley necesita ya 100.000 ingenieros extranjeros, porque a todos los americanos ya los hemos contratado”.

Con esta introducción pretendo ilustrar los tres pilares de la política económica de Trump: comercio, impuestos e infraestructuras (la inmigración impregna las tres). Hoy, Trump cree que es infalible: ha heredado una economía que creció el 1,6% (PIB) en 2016, una media del 2,2% desde junio de 2009, y ha creado 15 millones de empleos, dejando la tasa de paro en el 4,9%. Cuando Trump dice que los 11 millones de indocumentados hispanos roban trabajo a los estadounidenses, no da en la diana: ese número de ilegales controlados trabajan en tres sectores feos: agricultura, construcción y restauración. Trump promete crecimientos del 3%, 4% y 5% en PIB. Para conseguirlo, la primera medida es acabar con el libre comercio mundial tal y como hoy lo conocemos. Adiós a los tratados de libre comercio, como el TTP en Asia, el TTIP con Europa y Nafta con Canadá y México. A partir de ahora, todos los acuerdos comerciales serán bilaterales: divide y vencerás, piensa Trump, y cree que él solo podrá imponer sus condiciones a cada una de las naciones.

Muchos están contentos. En la Bolsa hay alegría: el índice de confianza de los empresarios ha subido del 12% al 50% (National Federation of Independent Business, que agrupa al 99% de las empresas americanas). El S&P 500 ha subido el 10% y el Dow Jones ha superado los 20.000 puntos.

Pero subir los impuestos a las importaciones de México y China del 20% al 45% (primeras víctimas: luego vinieron los insultos a Merkel “por arruinar Alemania” y la desagradable conversación telefónica con el primer ministro de Australia, Malcolm Turnbull, por el mismo motivo) y continuar por el mismo camino, podría desembocar en una guerra comercial que, en el corto plazo, ganaría Norteamérica, pero no en el medio plazo, especialmente con el dólar muy alto, que hace más difíciles las exportaciones americanas. El equipo de Trump está dividido: Wilbur Ross (Comercio) y Peter Navarro (jefe del Consejo de Comercio de la Casa Blanca) se oponen al proteccionismo. Steve Mnuchim (Tesoro) y Gary Cohn (presidente del Consejo Económico de la Casa Blanca) están a favor. Este enfrentamiento genera incertidumbre, la única palabra –junto a comunismo– que odian los empresarios.

"Subir los impuestos a las importaciones de México y China podría desembocar en una guerra comercial"

De impuestos ya hemos hablado, aunque hay que añadir que en el impuesto de la renta se pasará de siete a tres tramos y el más elevado (39,6%) bajará al 33%. Las empresas pagarían un 15% en Sociedades, en vez del 35% actual. Fuertes bajadas de impuestos, la deuda equivalente al 90% del PIB (19 billones de dólares) y un presupuesto que quiere destinar un billón a infraestructuras y aumentar el 60% (y no el 40% como se ha publicado) el gasto en defensa, manteniendo intactos los programas sociales, excepto el Obamacare (nadie da respuesta a qué pasará con los 20 millones de personas que se quedarán sin cobertura médica)...; todo junto, parece irreconciliable. Trump ofrece dos soluciones: acabar con la reforma sanitaria de Obama generará grandes ahorros y acabar con las regulaciones (“anular dos, por cada una nueva”) añadirá 1,8 billones de dólares.

Nunca en América se habían hecho las cosas así. Los asesores económicos de Reagan lloran por las esquinas. A los de Obama no les quedan lágrimas. ¿Qué dice Trump? “Llevo poco tiempo en el cargo y ya he conseguido milagros. El pueblo americano cree en mí”. Luego la política económica de Trump es cuestión de fe: la suya.

Jorge Díaz-Cardiel es socio director de Advice Strategic Consultants. Biógrafo de Obama, es Autor de Hillary vs. Trump.

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