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Política internacional

Trump y el ‘brexit’ desbaratan la política comercial de la UE

Alemania, el país más perjudicado si Bruselas choca con Washington

Un ciudadano favorable al 'brexit' en Londres.
Un ciudadano favorable al 'brexit' en Londres. Reuters

Bruselas despierta poco a poco a la realidad de 2017, marcada por el discurso brutalmente proteccionista de la investidura de Donald Trump como presidente de EE UU y el tono amenazante de la primera ministra británica, Theresa May, en la antesala de la negociación del brexit. Dos factores que han desbaratado la política comercial de la Unión, que apostaba por un gran acuerdo de liberalización con Washington (el llamado TTIP) impulsado, sobre todo, por Reino Unido y Alemania.

La llegada de Trump a la Casa Blanca y la deriva de May hacia un brexit duro dejan herido de muerte el TTIP, que aspiraba a convertirse en el modelo para las futuras relaciones comerciales de la UE, pero que por ahora sólo se ha traducido en un acuerdo similar con Canadá (el CETA). En lugar de crear el mayor espacio comercial del mundo, Bruselas se enfrenta ahora a un mercado transatlántico más fragmentado (UE-Reino Unido-EE UU) y potencialmente plagado de barreras.

May anunció el pasado martes, en su primer esbozo sobre el futuro su país tras la ruptura con Bruselas, que “Gran Bretaña debe tener libertad para negociar acuerdos comerciales con los países de fuera de la UE”. Y el primer acuerdo se negociará, nada menos, que con EE UU, el principal socio comercial de la Unión.

En un primer momento, la Comisión Europea respondió al anuncio de May con su habitual reflejo burocrático. “Está absolutamente claro que un país no puede negociar acuerdos comerciales con países terceros mientras sea socio de la UE, como es el caso de Reino Unido”, advirtió la vicepresidente de la CE para política exterior, Federica Mogherini.

Pero ayer, una vez que Trump también ha confirmado su intención de negociar con Londres, la Comisión admitió que nada impide al Reino Unido iniciar ya los contactos bilaterales aunque el acuerdo con Washington u otras capitales no entre en vigor hasta que se complete el brexit (previsto para primavera de 2019).

Una vez aceptada la nueva realidad política, Bruselas se enfrenta a la necesidad de replantear su estrategia comercial, amenazada por el repliegue proteccionista de EE UU, la salida del Reino Unido del mercado único europeo y la entrada masiva de capital procedente de China en sectores europeos neurálgicos sin apenas protección.

De momento, el gobierno alemán ya aboga por establecer ciertos controles a la inversión procedente de terceros países, con el ánimo de evitar que as inversiones chinas, directa o indirectamente ligadas al gobierno comunista de Pekín, accedan a ciertas infraestructuras o a determinadas tecnologías.

En el frente occidental, Berlín se muestra más conciliador. La canciller alemana, Angela Merkel, señaló tras el discurso de investidura de Trump su disposición a alcanzar “compromisos” con la nueva administración estadounidense. Y la canciller también prefiere mantener los puentes tendidos hacia Londres.

La actitud de Merkel tiene lógica porque Alemania se perfila como el país europeo potencialmente más perjudicado por el nuevo escenario. Sobre todo, si Bruselas y Washington chocan frontalmente riesgo nada desdeñable a juzgar por las primeras intervenciones del presidente de EE UU, y si la relación con Londres se deteriora durante la negociación del brexit.

EE UU es el primer socio comercial de Alemania y Reino Unido, el tercero. Y el país de Angela Merkel disfruta en ambos casos de un abultado superávit comercial, de 54.000 millones de euros con EE UU y de 51.000 millones con Reino Unido. El instituto de estudios alemán IFO calcula que 1,5 millones de puestos de trabajo en Alemania dependen de la relación comercial con EE UU.

El Tesoro de EE UU ya vigila el superávit alemán

Muchos analistas dudan de que la política proteccionista de Donald Trump (“Primero, América”) vaya a tener éxito en un mundo tan globalizado como el actual. Pero lejos de ser un consuelo, el posible fracaso de las políticas del nuevo presidente de EE UU puede convertirse en una amenaza para algunos socios internacionales. El presidente del IFO, Clemens Fuest, teme que si Trump fracasa “empiece a buscar chivos expiatorios”. Y Fuest ya advertía la semana pasada, poco antes de la investidura de Trump, que “uno de los chivos expiatorios podría ser la economía alemana con sus elevados superávits”.

La administración saliente de Barack Obama ya le ha dejado abundante munición a Trump contra Alemania, con un informe del Tesoro que coloca al país de Angela Merkel en el listado de nacionales sospechosas de estar inundando el mercado estadounidense con exportaciones a base de dumping comercial.

Alemania rebasa dos de los tres indicadores que Washington utiliza desde el año pasado para adoptar represalias comerciales contra los países que, supuestamente, dañen la creación de empleo en EE UU con un excesivo superávit comercial o con una manipulación del tipo de cambio.

Alemana comparte la vigilancia estrecha del Tesoro con países tan intervencionistas como China, Japón, Corea y Taiwán. Y en algunos parámetros, la economía alemana parece incluso más cerca del castigo que China. El superávit de la balanza por cuenta corriente es del 8,5% en el caso de Alemania, el doble que el de China y muy por encima del 3% a partir del cual saltan las alarmas en la Casa Blanca.

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