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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los caminos abiertos ante Popular

Getty Images

La salida de Ángel Ron de la presidencia de Banco Popular, que se hará efectiva en el primer trimestre de 2017 según decisión tomada ayer por el consejo del banco, ha supuesto un ligero alivio para los accionistas de la entidad, que han recuperado puntualmente un 14% del vertiginoso hundimiento que acumula desde sus máximos (cerca del 97%) y de la súbita pérdida de valor en los 11 meses transcurridos de año (un 72%, el título más castigado del Ibex). Pero el relevo en la cúpula no resuelve por arte de magia los problemas de la que ahora es ya la sexta entidad financiera del país. La pesada losa de sus activos inmobiliarios averiados (unos 34.000 millones de euros) no se va a volatilizar, y con ella en el balance no parece haber salida airosa para las cuentas del banco a medio plazo. La fuerte presión de los accionistas, que han visto como ampliación tras ampliación Popular fagocitaba su dinero, diluía su participación y mermaba el valor de su patrimonio, ha sido clave para sentenciar a Ron; pero las salidas del banco siguen siendo hoy tan limitadas como ayer y cuesta creer que el mercado pueda avalar un plan de negocio diferente al que estaba en marcha, salvo que el consejo esté dispuesto a renunciar a la sempiterna independencia de la que el presidente saliente, y todo el consejo con él, habían hecho gala en los buenos tiempos y en los malos.

El nuevo presidente, Emilio Saracho, buen conocedor de los mercados financieros, tendrá que llevar al consejo algo bien diferente a lo conocido para que los accionistas mejoren sus expectativas, y radicalmente diferente para que el banco recupere los niveles de eficiencia –que le envidiaba toda la banca en Europa antes de la crisis– y los niveles de capitalización de antaño. Mantener la independencia para tomar decisiones soberanas supone esquivar cualquier operación corporativa a la que inevitablemente Popular asistiría de mero acompañante, y supone evitar también cualquier tipo de intervención pública mediante inyecciones de capital o recolocación de inmuebles adjudicados o créditos a promotores en Sareb para aliviar su balance. Con tales condiciones, la larguísima digestión de los activos inmobiliarios tóxicos tendrá que hacerla en solitario, a pulso, y hasta el momento no ha encontrado el favor del mercado y los supervisores para la segregación de activos dañados por 6.000 millones de euros (el proyecto Sunrise) que aliviaría las necesidades de reprovisión de su cartera. Y hacerlo con la cuenta de resultados, u otra petición de dinero a los socios, es un sacrificio para el que muchos pueden considerar que se les exige demasiada paciencia.

En este proceso agitado de derribo de Ron se ha censurado todo; pero únicamente los niveles de solvencia del banco parecen estar a salvo de toda crítica, lo que proporciona la necesaria confianza en el sistema bancario español, tanto tiempo cuestionada en el pasado.

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