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Tribuna
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Una solución pactada para Chamartín

Para desploquear la situación es necesario el trabajo en equipo de empresas y autoridades

En el año 2004 tuvo lugar la inauguración del rascacielos Gherkin, uno de los símbolos arquitectónicos más recientes de Londres. Durante su construcción, el arquitecto que se encargaba del proyecto, Norman Foster, con la gran ayuda de las autoridades y las firmas implicadas, supo convertir los numerosos problemas con los que se encontró en excelentes oportunidades para llevar a cabo un proyecto emblemático, que aúna innovación, funcionalidad y sostenibilidad. El nuevo edificio aportó numerosos beneficios a la zona en la que se ubicó y a la propia ciudad de Londres, permitiendo la creación de un nuevo icono y la consolidación de su marca como uno de los centros neurálgicos de las nuevas tecnologías y la inversión. Todo ello sin olvidar el enorme respeto al medio ambiente y a la eficiencia energética que supuso.

Huelga decir que proyectos inmobiliarios de este calado benefician enormemente a las ciudades que los acogen. En España, existe una larga experiencia en este campo, sin embargo, tenemos todavía un largo camino por recorrer hasta sacar el máximo rendimiento de esta. Aunque en los últimos meses hemos asistido al desbloqueo de proyectos en la ciudad de Madrid como las Operaciones Canalejas o Calderón, nos queda por resolver una de las iniciativas más ambiciosas relacionadas con nuestra capital, la Operación Chamartín, que está presente en los planes de regeneración y renovación de la ciudad de Madrid desde hace más de 20 años.

Hasta 68 promotores inmobiliarios se han interesado por esta gran operación urbanística sobre las vías de la estación de Chamartín y los terrenos de su entorno, que fue anunciada por Renfe en el año 1993. En el tiempo que ha transcurrido desde entonces, el proyecto ha sido objeto de numerosos cambios y, a pesar de la enorme relevancia que tiene para el desarrollo de la capital, las diferentes propuestas que se han presentado hasta ahora para su resolución definitiva no han logrado el consenso necesario para convencer a los diferentes actores implicados en el proceso.

Y es que para desbloquear la situación es imprescindible el trabajo en equipo. Proyectos como el edificio Gherkin nos demuestran que en los casos en los que las empresas privadas y las autoridades cooperan en un proyecto común es cuando mejor se aprovecha el potencial urbanístico de las ciudades. Gran parte del éxito de estas iniciativas depende de la implicación de las instituciones públicas. Solo cuando estas establecen reglas de juego claras, sencillas, conocidas y respetadas por todos, contaremos con proyectos bien planificados que no solo mejorarán la imagen de la ciudad, sino que también aportarán numerosos beneficios sociales y económicos a sus habitantes. Nos encontramos en un momento clave para la economía nacional: el crecimiento de los indicadores macroeconómicos y la paulatina reactivación del mercado inmobiliario, estoy seguro, nos aportarán el impulso necesario para encontrar la tan esperada solución a un proyecto como al que nos referimos.

"La Operación supondrá hasta 128.000 empleos, aportando solidez a la economía madrileña"

Según los datos que han aportado tanto el Ministerio de Fomento y la promotora DCN (Distrito Castellana Norte), como el Ayuntamiento de Madrid, la ejecución de la Operación Chamartín va a suponer entre 120.000 y 128.000 nuevos puestos de trabajo, algo que, sin duda, aportará solidez a la economía y fomentará el bienestar de los madrileños. Se prevé que alrededor de 56.000 de ellos corresponderán al sector comercial, otros 17.000 al industrial y los 55.000 restantes se crearán en el sector residencial. Además, en el plano económico, fuentes del Distrito Castellana Norte sitúan la inversión total que supondrá el proyecto en cerca de 6.000 millones de euros. Tampoco hay que olvidar los numerosos planes de desarrollo de infraestructuras que se han presentado. Las propuestas sobre la construcción de nuevas estaciones de metro y de cercanías, así como la mejora de las conexiones por carretera, facilitarán la movilidad y resolverán las grandes dificultades para acceder a los parques de oficinas con las que nos encontramos en la actualidad. Permitirán también reanudar los planes de construcción de viviendas de protección pública, que tanto hacen falta en Madrid, a la vez que contribuirán a la mejora del bienestar de los ciudadanos, a través de la proyección de más espacios verdes.

La colaboración entre todas las partes implicadas es, por tanto, la clave para que la operación Chamartín, empezada hace ya más de dos décadas, pueda tener su final, convirtiéndose además en lo que se planteaba desde un principio: la mayor operación urbanística de Europa, pensada para la ciudad, la economía y el ciudadano.

Ricardo Martí-Fluxá es presidente de la Asociación de Consultoras Inmobiliarias (ACI).

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