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El futuro de la Unión Europea

Conmoción en Europa por el ‘brexit’

El escenario más temido se ha consumado:por primera vez, un socio deja la UE Cameron anuncia su renuncia tras el fracaso y la libra se desploma al nivel más bajo en 31 años

Políticos, analistas, ejecutivos, altos funcionarios y periodistas amanecían el viernes sin palabras suficientes para describir el terremoto político, económico, social y geoestratégico registrado en Reino Unido durante la noche del 23 al 24 de junio de 2016.

Hasta el recurrente término de “histórico” se quedaba corto para calificar el brexit, ese acrónimo casi simpático, con aire de quimera incluso para muchos de sus partidarios, y que desde ahora marca el camino de salida de la Unión Europea para 65 millones de ciudadanos británicos, incluidos los 16 millones que en el referéndum del jueves votaron a favor de quedarse.

El escenario más temido y menos esperado por la Unión se ha consumado. Por primera vez, un país decide abandonar el club y lo hace, además, por consulta popular, con una gran participación (72%) y con más de 17 millones de votos a favor de leave (irse).

Bruselas se puso de perfil y se limitó a urgir a Londres para que presente cuanto antes la solicitud de salida. La canciller alemana, Ángela Merkel, fiel a su estilo pidió tiempo. Berlín ha convocado para este sábado a los ministros de Exteriores de los seis países fundadores de la UE (Alemania, Francia, Italia y el Benelux). Y el lunes Merkel se reunirá con el presidente francés, François Hollande, el primer ministro italiano, Matteo Renzi, y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, para intentar liderar una posición común.

Reuters

El resultado golpea con gran violencia el proyecto de integración europea nacido tras la Segunda Guerra Mundial. La victoria del brexit, por 51,9% a 48 ,1%, resquebraja por primera vez la Unión Europea y sienta un precedente que podría marcar el principio del fin de la configuración y la organización actual del club comunitario. Desde Holanda a Dinamarca, Francia o Italia, arrecian los movimientos políticos que reclaman su propio acrónimo terminado en exit.

Cariacontecido, con la voz por momentos entrecortada,el primer ministro, David Cameron, asumió la derrota delante de Downing Stret, la residencia oficial que deberá abandonar sólo un año y medio después de haber revalidado, por mayoría absoluta, su mandato al frente del Gobierno británico.

“No es momento de fijar un calendario preciso pero creo que para octubre debería haber otro primer ministro”, se rindió Cameron. Su posición ha quedado tan debilitada dentro del partido que ni siquiera podrá cumplir su promesa de activar el proceso del brexit de manera inmediata.

Sus compañeros euroescépticos, con el ex alcalde de Londres, Boris Johnson a la cabeza, se lo han impedido para disponer mayor margen de maniobra e intentar arrancar a Bruselas un divorcio en mejores condiciones.

El sucesor de Cameron, título al que aspira Johnson, será el encargado de apretar el botón nuclear que, en base al artículo 50 del Tratado de la UE, pondrá en marcha una cuenta atrás de dos años para la primera salida de un socio en 59 años de historia del club.

Cameron prometió el referéndum como arma para ganar las elecciones generales de mayo de 2015. Y confiaba en aprovechar la consulta para consolidarse como el líder tory indiscutible frente a los euroescépticos y zanjar de una vez por todas el perenne debate sobre la pertenencia de su país al club comunitario.

La apuesta parecía segura, con casi todos los poderes fácticos nacionales e internacionales pronunciándose sin ambages a favor del remain (quedarse) y alertando sobre las terribles consecuencias del brexit. Los partidos de oposición (laboristas y liberales), los sindicatos, las patronales, la city londinense, el FMI, Washington y Pekín.

Todas las voces arropaban a Cameron. Hasta los sondeos durante la jornada de votación auguraban una victoria del primer ministro. El optimismo se agriaba hacia las dos de la madrugada, cuando el leave rebasaba por primera en el recuento al remain. Y se convertía en estupor cuando, al filo de las cinco de la mañana, se confirmaba el dramático fracaso de la campaña de Cameron.

En peligro la unidad

Terminaba así una aventura política personal que ha provocado una división sin precedentes en la sociedad británica y que, a juzgar por la distribución geográfica del voto, puede poner en peligro la unidad de la propia Gran Bretaña. Escocia e Irlanda del Norte, donde ha ganado la opción de quedarse en la UE, reclaman ya la independencia o la unión con Dublín, respectivamente, como vía de regreso a Europa.

Johnson, el gran vendedor del referéndum, pidió calma y aseguró que, de momento, no cambiará nada en la relación con Europa, mientras se negocia la salida definitiva.

Pero las reverberaciones del referéndum rebasarán la frontera de las islas británicas y sacudirán a toda la Unión Europea. El seísmo sorprende al club con los cimientos seriamente dañados, aunque el presidente de la CE, Jean-Claude Juncker, aseguró ayer que “no supondrá el principio del fin de la Unión”.

El resultado ya provocó ayer una violenta sacudida en los mercados europeos en un viernes negro que anticipa meses de volatilidad e incertidumbre. El Banco de Inglaterra se vio obligado a intervenir, tras una caída de la cotización de la libra esterlina hasta niveles de hace 30 años. Y el Banco Central Europeo se mostró dispuesto a colaborar suministrando euros y otras divisas para garantizar la liquidez del mercado.

Pero esas turbulencias bursátiles inmediatas parecen sólo un aperitivo de lo que está por venir, sobre todo, en cuanto al impacto político a medio y largo plazo. “Las consecuencias de este referéndum son imprevisibles”, reconocía en Bruselas el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.

Tusk confirmó que la escisión empezará a visualizarse la semana que viene. Cameron acudirá al Consejo Europeo (27 y 28 de junio) para dar explicaciones sobre lo ocurrido y sobre el camino a seguir. Pero Tusk ha convocado ya en paralelo a la cumbre una reunión de los 27 países restantes de la UE, ya sin Cameron, para empezar a preparar la negociación de un divorcio que empieza a perfilarse como el más largo, caro y tortuoso de la historia.

La letra pequeña de la separación se plasmará previsiblemente en tres negociaciones: la de salida, la que establezca la nueva relación entre Londres y el resto de la UE, y la que reorganice el club para tomar en cuenta la pérdida de un socio.

Esta última se antoja como la más sencilla e incluirá la retirada del miembro británico de la Comisión y de sus representantes en otros organismos, como en el Tribunal de la UE, además de sus 73 europarlamentarios. Juncker aseguró ayer que no afectará a los 1.100 funcionarios de a pie con pasaporte británico (la mitad que España), una cohorte que ya estaba en franco retroceso (los jóvenes británicos son de los que menos se presentan a las oposiciones de la Comisión) y que no se reemplazaban tras su jubilación.

Pero el bricolaje burocrático parece la tarea más sencilla. El mayor problema estribará en reflotar un proyecto europeo que hace aguas por momentos.

El brexit profundizará aún más la gravísima crisis que atraviesa la Unión Europea y el desprestigio de Bruselas ante una opinión pública que le ha dado la espalda de forma cada vez más generalizada. “Si sólo se identifica a Europa con recortes y exigencias, tenemos un problema”, advertía antes de la consulta un alto cargo europeo.

Los sondeos en toda Europa indican el hartazgo ante la incapacidad de la UE para superar la crisis económica, que mantiene a 21 millones de personas en el paro; la incapacidad para gestionar la crisis de los refugiados, sólo frenada con un acuerdo de dudosa legalidad con Turquía, o la incapacidad para atajar una amenaza terrorista que cruza las fronteras con aparente impunidad.

En los últimos 12 meses se han celebrado cuatro referéndum sobre asuntos relacionados con la UE. Y en los cuatro ha vencido el no. La UE desdeñó el voto de Grecia, minimizó el de Dinamarca e ignoró el de Holanda. Una estrategia de avestruz que ha hecho caso omiso del creciente disgusto de la población con la gestión actual de Europa. Pero el golpazo del Reino Unido resulta imposible de esquivar y obligará a la Unión a replantearse desde hoy mismo su futuro. Una tarea que, visto el resultado, tal vez debería haber comenzado mucho antes del 23J.

Un voto contra Londres y Bruselas

Algunos británicos observaban el viernes con cierto regocijo los escalofríos de miedo que el resultado del referéndum ha provocado en la lejana Bruselas y en la omnipotente city londinense, tras una campaña marcada por las advertencias sobre las terribles consecuencias del brexit para el ciudadano de a pie. Con aire de revancha temeraria, muchos de esos ciudadanos votaron el jueves a favor del remain a pesar del presunto riesgo para sus ahorros o pensiones. “Es una victoria de la gente decente contra las grandes empresas, contra los grandes bancos”, cantó victoria Nigel Farage, el líder del partido UK Independence, cuyo ascenso electoral propició la convocatoria del referéndum.

La consulta ha reflejado la división entre una capital volcada en el sector servicios y unas zonas industriales en Inglaterra y Gales con sectores muy afectados por la competencia internacional y condenados a la reestructuración o el cierre. Se esperaba que en esas zonas ganara el leave, pero que pudiera ser compensado por el remain en Londres, donde la opción de quedarse obtuvo el 60%. Pero el voto del brexit ha sido mucho mayor de lo previsto. Y aunque los enemigos han intentado retratarles como una minoría xenófoba y retrógrada, lo cierto es que el brexit ha logrado un excelente resultado en distritos electorales de todo tipo y tanto en los que votan tradicionalmente por los conservadores como por los laboristas. Una parte del voto refleja el castigo a la UE y durante la campaña el bando del brexit ha resaltado el drama del paro en España o en Grecia como prueba de que las recetas de Bruselas han fracasado. La crítica cayó sobre un terreno fértil, abonado por más de 20 años de propaganda euroescéptica del establishment que ahora tiembla.

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